Interviniendo el espacio público estamos tomando espacios de poder | Editorial
Aparece lo íntimo, lo único, el mundo interior, lo subjetivo, “lo privado” como aparte, separado de la dimensión pública. ¡Mentira! Esta mentira sostiene que en la vereda de enfrente, de manera opuesta, aparece “lo público”, lo político. Lo público podría ser lo que mi cuerpo enuncia por su sola presencia en el espacio público. Estoy en la parada esperando el bondi para ir al colegio. Tengo 12 años. Me auto percibo como una chica. Pasa uno y me grita algo sobre mis tetas. ¿Qué puedo hacer? El hecho de estar ahí parada, a los ojos de todos, que mis tetas apenas se asomen como un bulto en mi remera las hace pasibles de ser señaladas. No puedo hacer nada para evitarlo. Estoy ahí parada siendo una chica, ¿qué otra cosa puedo hacer? Estoy ahí anunciado mi feminidad. Ese discurso de mi cuerpo atrae a otros discursos… el de esos tipos que me han gritado que me cogen y cómo, cuando aún iba a la primaria. Eso que mi cuerpo enuncia, es en mi caso mi feminidad, pero hablamos de cualquier cuerpo que no sea el del hombre-blanco-heterosexual. “El sujeto masculino se torna modelo de lo humano y sujeto de enunciación paradigmático de la esfera pública”, dice - quién si no, Rita Segato. Todo aquello que no entre en ese paradigma se disciplina a gritos, a toqueteadas, a palazos, a violaciones, a torturas y muertes. ¿Aceptamos que ese es nuestro lugar en la esfera pública? No. No aceptamos que la dimensión política que ocupamos deba ser disciplinada.
También nuestra política es distinta. Rita habla de recuperar un tipo de politicidad: hacer política en el espacio vincular, de contacto estrecho, de cercanías. Rescatar la apreciación de nuestra corporalidad; rescatar la forma de hacer política de las mujeres, desde la cercanía. La política de las mujeres apunta a destruir esta aparente dualidad entre lo público y lo privado que reposa sobre nuestros cuerpos, para construir otro tipo de enunciación posible, en la que se jueguen lo íntimo y lo público.
Esto pasa en los Encuentros Nacionales de Mujeres, Lesbianas y Trans, esto pasa acá en Locademia de Feministas, donde nos juntamos, nos acercamos, promovemos un espacio de encuentro en el que nos mirados las miradas, hacemos preguntas.
Estamos tomando otro rol en espacio público. La queja es que “ya no se puede decir nada, que saltan las feministas estas….”. Te gritan que sos una loca cuando respondes a los acosos en la calle. Mujeres arman talleres de autodefensa, para que no quede ninguna agresión sin respuesta. Y esta construcción de nuestro papel en el espacio público, nuestra intervención activa es sobre la base del encuentro, de sabernos juntas y poderosas, de validarnos, escuchar nuestros relatos, empatizar.
Interviniendo el espacio público estamos tomando espacios de poder. Porque el poder no se pide, se arrebata. A veces no somos conscientes que nuestra sola presencia en un espacio en el que no se espera que haya “no-hombres”, es disruptiva. Planteamos un conflicto ahí. Rompemos una lógica naturalizada, en la que las trayectorias no masculinas no existen.
¿Qué va a pasar en el mundo, el día que no temamos salir a la noche? ¿Te imaginas? No hay duda de que nadie se perjudica en eso, de que sería un mundo mejor. No viajamos solas si vamos con amigas. No hay mujeres solas si están juntas. No espacios públicos en los que las mujeres, lesbianas, travestis y trans no deberíamos estar.