El ayuno que rompe ataduras sexuales 21/3/2021 #1136
Episode 139, Mar 22, 2021, 12:26 PM
Pastor José Luis Cinalli
21/3/2021
El ayuno que rompe ataduras sexuales
“… El ayuno que me agrada es romper las cadenas…, desatar las amarras del yugo, dejar libres a los oprimidos, romper toda clase de yugo… y deshacer los nudos de… maldad”, Isaías 58:6 (BLA y NBJ).
Durante la última vigilia de oración Dios trajo a la memoria un incidente vivido meses atrás. En el fondo de la casa tenemos un galponcito que se usa como depósito. Nunca creímos necesario asegurar la puerta porque está en medio de un predio cercado por muros. Acceder desde afuera es un verdadero desafío. Detrás del tapial existe un tupido bosquecito de árboles silvestres que se levanta sobre varios pantanos. Toda clase de alimañas salvajes viven en ese lugar. Es difícil que alguna persona se atreva a poner un pie allí. Sin embargo un sábado a la tarde, mientras estábamos en el culto, alguien se internó en él, entró a la propiedad y desbalijó el galponcito. Esa traumática experiencia nos dejó varias enseñanzas espirituales:
1) El ladrón vigila la casa antes de robarla. No es casualidad que entraran a la casa en el horario del día en que no hay nadie. Vigilaron los movimientos y esperaron pacientemente hasta que encontraron la oportunidad para entrar. Espiritualmente ocurre lo mismo. Satanás, el ‘ladrón’ por excelencia (Juan 10:10) nos vigila. En cuanto le dejamos una rendija abierta él se mete y nos roba. El apóstol Pedro dijo que el diablo, como si fuera un león “anda al acecho… de ronda… buscando a quién devorar”, 1ª Pedro 5:8 (NTV y NVI). ¿Cómo hace el león para elegir su presa? Se esconde detrás de los pastizales y observa cuidadosamente. No tiene apuro. Con la infinita paciencia propia de los felinos identifica el animal que se descuida mientras bebe el agua o se confía de que no existe ningún peligro a su alrededor. Ten cuidado porque si le dejas una abertura abierta en tu vida pronto te convertirás en presa fácil del ‘león’.
2) La puerta cerrada es garantía de protección. Una puerta abierta no es otra cosa que una invitación segura a que te roben. Satanás, no entrará a tu vida y mucho menos a tu casa a menos que tú le abras la puerta. Sin tu permiso el diablo no podrá robarte. Cuando abres la puerta del pecado el diablo se te mete. No fue casualidad que el diablo eligiera a Judas como su colaborador ya que él malversaba los fondos de los discípulos en beneficio propio, Juan 12:6. Judas no era ladrón cuando Jesús lo escogió. Era honesto pero luego cedió a la tentación, abrió la puerta y Satanás “entró en él”, Juan 13:27. Lo mismo sucedió con Ananías y Safira. Le abrieron la puerta a Satanás el día en que le mintieron al Espíritu Santo. Pedro le dijo: “Ananías, ¿por qué has permitido que Satanás llenara tu corazón? Le mentiste al Espíritu Santo y te quedaste con una parte del dinero”, Hechos 5:3 (NTV). Advierte la expresión “has permitido”. Eso significa que ¡sin tu cooperación el diablo no podrá arruinarte! Si mantienes la puerta del pecado cerrada el diablo no podrá hacerte daño: “Sabemos que el que ha nacido de Dios no está en pecado: Jesucristo… lo protege, y el maligno no llega a tocarlo”, 1ª Juan 5:18 (NVI). Recuérdalo: ¡al que “no está en pecado” Jesucristo lo protege!
3) El que no cierra la puerta lo vuelven a robar. El ladrón entra, te roba y se va. Pero vuelve, a menos que se encuentre con la puerta cerrada. El policía que vino a constatar el robo en nuestra casa se dio cuenta que los ladrones habían marcado la propiedad dejando rastros detrás del muro con la sola intención de volver por más. Eso hizo que extremáramos las medidas de seguridad. No solo cerramos la puerta y le pusimos llave sino que agregamos rejas al muro y contratamos un sistema de alarma perimetral. En el mundo espiritual pasa lo mismo. Si la persona que ha logrado recuperarse después de haber sido robado por el diablo no tiene el cuidado de mantener la puerta del pecado cerrada, el ‘ladrón’ volverá y la desgracia será peor. El espíritu regresa a casa con otros “siete espíritus peores que él… Al final, esa persona queda peor de lo que estaba antes…”, Mateo 12:45 (PDT). Si te aseguras de cerrar la puerta del pecado el diablo no volverá por ti ni por tu familia. Ni se te ocurra retroceder en el camino de la fe y volver al chiquero del que Jesús te sacó porque el sufrimiento será peor: “Cuando la gente… vuelve a quedar esclavizada por el pecado, termina peor que antes…”, 2ª Pedro 2:20 (NTV). Cierra la puerta por donde el diablo entró una vez porque de lo contrario te volverá a robar.
Ahora bien, nadie en su sano juicio le daría la bienvenida en su casa a un ladrón. Sin embargo, en el mundo espiritual, es exactamente eso lo que hacemos. Satanás entra y se hospeda en nuestros hogares porque nosotros mismos se lo pedimos. Por supuesto que no somos conscientes de eso. Nadie tiene la intención manifiesta de alojar al diablo, pero eso es lo que sucede cuando pecamos y no nos arrepentimos. Sin arrepentimiento la puerta no se cierra, la maldición no se rompe y el diablo no se va. Es muy frecuente ver al diablo apoltronado en los hogares, paseándose a sus anchas, arruinado y destruyendo todo a su paso porque la puerta del pecado nunca se cierra. Protegemos al devorador sin saberlo. Mientras no nos desprendamos del pecado el diablo no se irá. Y cuánto más tiempo pase con nosotros más íntimos nos volveremos. Nuestra adoración hace cada vez más fuerte la fortaleza de maldad. ¡El pecado es adoración al diablo! Y el pecado sexual lo es aún más.
En Jueces 20 se menciona una batalla entre los israelitas y una fortaleza sexual espiritual. Un levita y su esposa regresaban de un largo viaje y decidieron pasar la noche en una ciudad llamada Gabaa. Un anciano los hospedó y mientras cenaban “los hombres de aquella ciudad… hijos de Belial, rodearon la casa… diciendo… Saca al hombre que tienes en tu casa, queremos tener relaciones sexuales con él”, Jueces 19:22a (RVG) y 22b (PDT). Aquellos degenerados eran hijos de Belial, es decir hijos del diablo, 2ª Corintios 6:15 (NTV). La ciudad entera estaba tomada por los hijos del demonio principal y no por un simple demonio. Aquella potestad espiritual se hacía cada vez más fuerte a medida que sus fieles seguidores le rendían adoración mediante prácticas sexuales aberrantes. Cuanto más pecaban, más fuerte se hacía la fortaleza de maldad. Humanamente era imposible de destruir. ¿Cómo se explica que los israelitas cuyo ejército de 400.000 soldados con experiencia en la guerra y armados con espadas (Jueces 20:17) no pudieran vencer a un ejército quince veces menor que ellos, Jueces 10:15? Cada batalla que peleaban, la perdían. El primer día murieron 22.000 solados israelitas (Jueces 20:21) mientras que en el segundo día perdieron 18.000 (Jueces 20:25). La Biblia dice que el enfrentamiento era muy intenso, Jueces 20:34. ¿Cómo puede ser intenso? ¿Qué posibilidades tienen 26.000 solados inexpertos frente al poderoso ejército israelí? Evidentemente existía una fuerza espiritual que luchaba por ellos. Y hubieran ganado la guerra si Dios no hubiera intervenido: “El Señor ayudó a Israel a derrotar a Benjamín”, Jueces 20:35. ¿Qué lecciones espirituales aprendemos de este pasaje?:
1) Nadie enfrenta una fortaleza de maldad sin sufrir oposición. Cuando hacemos guerra espiritual a través de la oración, adoración, intercesión y el ayuno el enemigo levantará obstáculos para impedirlo. No te sorprendas si utiliza personas queridas para desalentarte en aquellas disciplinas espirituales que amenacen seriamente sus intereses. No te desanimes frente a las dificultades. Sigue adelante y derriba tu gigante.
2) Nadie puede vencer una fortaleza de maldad sin la ayuda de Dios. No se puede romper una fortaleza sexual y anular una maldición con recursos humanos. ¡No se puede sin Dios! La atadura no se rompe, la batalla no se gana y la bendición no llega si Dios no interviene. Incluye a Dios y la guerra se inclinará a tu favor.
3) Nadie puede vencer una fortaleza sexual sin el armamento correcto. Mientras los israelitas enfrentaron la fortaleza sexual con recursos espirituales de la comunión, acuerdo, oración, quebrantamiento, lágrimas y unidad no pudieron vencer. Pero cuando agregaron ayuno ganaron la batalla: “… Ayunaron aquel día hasta la noche… Entonces el Señor ayudó al ejército de Israel a derrotar a los hombres de Benjamín”, Jueces 20:26 (DHH) y 35 (PDT). El ayuno desata el poder de Dios y rompe con el poder de las tinieblas.
El pecado sexual es adoración al diablo: ¡te aleja de Dios y te conecta con el infierno! Piénsalo bien la próxima vez que te sientas tentado a cruzar los límites establecidos por Dios para la sexualidad. Las relaciones prematrimoniales o extramatrimoniales; el adulterio, el aborto, la homosexualidad y todo aquello que trasciende el vínculo del matrimonio entre un hombre y una mujer constituye adoración al infierno. ¡Si no quieres al diablo a tu lado entonces no coquetees con la inmoralidad! El pecado sexual te ata al infierno.