Mi plan A es no ser el plan B de nadie 09/09/18 (#1004)

Episode 6,   Sep 09, 2018, 10:51 PM

Pastor José Luis Cinalli - 9/9/2018 

Mi plan A es no ser el plan B de nadie

  “Jesús… dijo: “Padre… te he dado a conocer a los que me diste… les he transmitido el mensaje… Mi oración… es por los que me has dado, porque te pertenecen… Durante el tiempo que estuve aquí, los protegí… los cuidé para que ni uno solo se perdiera… Te pido… que los protejas del maligno… y que todos sean uno, así como tú y yo somos uno… Oh Padre justo… Yo te he dado a conocer a ellos y seguiré haciéndolo…”, Juan 17:1-26 (NTV).   

Jesús menciona siete veces que sus discípulos le han sido confiados por el Padre (versículos 2, 6 (dos veces), 9, 11, 12 y 24). Jesús no se consideraba el dueño de sus discípulos aunque los consideraba sus hermanos e hijos: “Jesús no se avergüenza de llamarlos sus hermanos… También dijo: “…yo y los hijos que Dios me dio’”, Hebreos 2:11-13 (NTV). Solo somos administradores de los tesoros de Dios. La casa, la familia y los hijos no nos pertenecen. ¡Pastores la iglesia no es nuestra!, de ahí la gran responsabilidad que tenemos de cuidar lo que nos ha sido confiado: “El Padre de ustedes… no quiere que ninguno de estos pequeños se pierda…”, Mateo 18:14 (BLS). “Esta es la voluntad del Padre… que de todo lo que me diere, no pierda yo nada…”, Juan 6:39. ¿Cumplió el Señor la voluntad de su Padre? Claro que sí: “No he perdido a ninguno de los que me confiaste”, Juan 18:9 (LPD). ¿Podemos nosotros decir lo mismo? ¡Claro que no! ¿Por qué vivimos resignados a la idea de que el diablo tenga que robarnos? ¿Acaso el Señor nos está pidiendo algo que está más allá de nuestras posibilidades? Claro que no. Se pierden matrimonios, familias, hijos, empresas e iglesias porque no los protegemos de la misma manera que Jesús lo hizo. Basta con la idea de aceptar la pérdida. No creo que la voluntad de Dios sea que un padre pierda a un hijo, ni que un matrimonio se venga a pique. No es cuestión de suerte ni de que cruzar dedos. Lo que tenemos que hacer es seguir el ejemplo de Jesús. En su oración Él nos da la clave para no perder nada de lo que Dios nos confió:

 1) Jesús hizo que sus discípulos conocieran a Dios: “Mientras estaba con ellos yo los mantenía unidos a tu persona”, Juan 17:12 (NBE). Jesús empujó a sus discípulos a tener una correcta relación con el Padre. Me lo imagino hablándoles una y otra vez acerca de la carpa del encuentro. No solo eso sino que oró por y con ellos en su propio lugar secreto de oración. Jesús dijo: “Padre… te he dado a conocer a los que me diste… y seguiré haciéndolo”, Juan 17:6 y 26 (NTV). La gran prioridad de Jesús fue que sus discípulos aprendieran a depender de Dios. Si nuestros hijos naturales o espirituales lograran desarrollar una relación de amor y amistad con Dios no se perderían. Se decía que Augusto César halló Roma como una ciudad de madera y la dejó como una ciudad de mármol. El pastor o el padre que tenga éxito en cambiar su congregación o sus hijos de personas que no oran a personas llenas de oración, han hecho una obra mayor que la que hizo Augusto. No hemos sido enviados simplemente a hacerles mejorar sino a hacerles orar, confiar en Dios y mantenerlos unidos a Él. 

La responsabilidad de los padres es que sus hijos conozcan a Dios. Sin embargo, eso parece no ser ninguna prioridad para ellos y menos aún para algunos padres cristianos. Es muy fácil darse cuenta. No los llevan al templo ni los estimulan a la práctica de disciplinas espirituales. Son los primeros en poner trabas cuando la iglesia programa actividades espirituales para ellos. A la hora de disciplinarlos muchos padres prohíben a sus hijos venir a la iglesia pero nunca he visto a un padre que les prohibiera ir al colegio. A la hora de planificar las vacaciones los padres demuestran su máxima despreocupación. Les importa nada que sus vacaciones coincidan con actividades espiritualmente programadas para la edad de sus hijos. Hay padres que consideran un gasto innecesario incluir en su presupuesto actividades como un campamento, una brigada o un congreso. Sin embargo no tienen miramientos a la hora de endeudarse para proveerles cosas innecesarias como el último y más caro celular que aparece en el mercado, o un par de zapatillas de marca, o alguna cosa que creen que sus hijos necesitan. Esos mismos padres son los que a la postre se lamentan y se preguntan por qué sus hijos se han vuelto rebeldes y están lejos de Dios. El problema es que nunca provocaron a sus hijos a buscar a Dios y jamás tomaron en cuenta los consejos de sus líderes. Lo único que parece interesarles es que sus hijos estudien. Por supuesto que está bien que lo hagan, pero nunca a expensas de una vida espiritual raquítica. Porque lo único que garantizará que no se pierdan no será una carrera, ni un nombre ni siquiera una vida religiosa. Las experiencias sobrenaturales no alcanzan, vivir en una atmósfera de milagros tampoco. Lo único que hará que no se pierdan es que vivan unidos a Dios.

2) Jesús hacía vigilas de oración por sus discípulos. “Mientras yo estaba con ellos… velé por ellos; ninguno de ellos se perdió…”, Juan 17:12 (Castillian). Jesús pasó toda una noche de oración para escogerlos y pasaba noches enteras de vigilias para cuidarlos. Jesús protegió a sus discípulos con recursos espirituales y nosotros deberíamos hacer lo mismo. ¿Has visto a un padre hacer vigilia de oración en favor de su familia? ¿Con cuánta frecuencia un pastor ayuna y hace vigilias de oración por su iglesia? ¡Con razón tenemos pérdidas! Esdras ordenó ayunar y velar espiritualmente por los hijos: “Di órdenes de que todos ayunáramos… En oración le pedimos a Dios que nos… protegiera… tanto a nosotros como a nuestros hijos… Así que ayunamos y oramos intensamente para que nuestro Dios nos cuidara, y él oyó nuestra oración”, Esdras 8:21-23 (NTV). Esdras veía promesas y mucho potencial en los niños. Sabía que había un gran futuro en ellos y para la nación; sin embargo, en lugar de pedir la ayuda del ejército nacional pide la ayuda del cielo. ¿Y cómo le fue? Dios escuchó sus oraciones. Esdras recordaba el viejo cántico de David: “Unos confían en sus carros de combate, otros en sus caballos. Pero nosotros confiamos en Dios… El Señor siempre responderá a nuestro llamado cuando le pidamos ayuda…”, Salmo 20:7-9 (PDT). Padres, ¿están orando y ayunando por sus hijos? ¿Han hecho alguna vigilia por su familia? Maestros de niños, ¿están ayunando por los niños que Dios les ha confiado? El ayuno combinado con la oración les dará una poderosa victoria. 

3) Jesús oró fervientemente por sus discípulos. Jesús oró intensamente por sus discípulos cuando estaba en la tierra y sigue haciéndolo ahora que está en el cielo: “Jesús… sigue… intercediendo en favor de ellos”, Hebreos 7:25 (BL 95). Presta atención a la expresión “Jesús sigue” lo que significa que su ministerio de intercesión no comenzó en los cielos sino en la tierra. “Cuando Cristo vivió en la tierra… oró llorando y suplicando a gritos, y Dios respondió a sus oraciones…”, Hebreos 5:7 (PDT). Cuando la Biblia dice que Jesús pasó noches enteras en vigilia y oración intercediendo con gritos y lágrimas ¿lo hizo en favor de sí mismo? Lo dudo porque nunca hizo un milagro a su favor. En el huerto dijo: “¿No sabes que podría pedirle a mi Padre que me enviara doce mil ángeles y me los enviaría al instante?”, Mateo 26:53 (NT BAD). Además Jesús no tenía pecado para confesar, ni falta para lamentar, ni incredulidad para dominar, ni falta de amor para superar. Al practicar todas esas disciplinas espirituales no creo que buscara alguna cosa de Dios pues lo tenía todo, incluso dijo que su Padre siempre lo escuchaba, Juan 11:42. No había un interés personal en sus tiempos de búsqueda sino solo el deseo de tener comunión con el Padre e interceder por aquellos a quienes Él le había confiado.

En definitiva. Jesús guió a sus discípulos a tener una relación personal, vibrante y permanente con el Padre hasta el último día que estuvo aquí en la tierra. Les ensenó el mensaje que el Padre le había dado. Oro por ellos y con ellos. Pasó noches en vela orando e intercediendo con gritos y lágrimas. Con razón Jesús pudo decir que no había perdido a ninguno y con razón nosotros no podemos decir lo mismo. No es cuestión de sentarse pasivamente, cruzar los dedos y esperar que nuestros hijos no se pierdan y que nuestra familia permanezca. Si el deseo de Dios es que no se pierda nada trabajaremos para lograrlo y no en nuestras propias fuerzas sino con el poder del Espíritu Santo. Ten la confianza y la certeza de que si hacemos lo que Jesús hizo para cuidar y proteger a sus discípulos nosotros también podremos decir lo que Él dijo: “No he perdido a ninguno de los que me confiaste”, Juan 18:9 (LPD).