Si la bendición no toca construye una puerta 16/09/18 (#1005)
Pastor José Luis Cinalli - 18/09/2018
Si la bendición no toca construye una puerta
“Zacarías y Elisabet eran justos a los ojos de Dios… No tenían hijos…y los dos eran ya muy ancianos. Cierto día, Zacarías se encontraba sirviendo a Dios en el templo… le tocó… quemar el incienso. Mientras… una gran multitud estaba afuera orando. Y mientras Zacarías estaba en el santuario, se le apareció un ángel… que le dijo: —… Dios ha oído tu oración. Tu esposa… te dará un hijo… será grande a los ojos del Señor… y… lleno del Espíritu Santo…”, Lucas 1:6-15 (NTV).
Zacarías recibió la bendición más grande de su vida mientras servía a Dios. Pensemos en algunos detalles del pasaje. ¿Qué hacía Zacarías cuando el ángel le prometió un hijo? Oraba, adoraba y quemaba incienso. ¿Dónde? En el altar de oro muy cerca del velo que lo separaba del Lugar Santísimo. Ofrecer incienso a Dios era el acto más solemne de toda la liturgia ya que el sacerdote se encontraba lo más cerca que se podía de la presencia de Dios. Ahora bien, no todos los sacerdotes tenían ese honor, solo aquellos que salían sorteados y una vez en la vida. Era un privilegio del que participaban muy pocos.
Revivamos aquel momento inolvidable en la vida de un sacerdote. Zacarías camina hacia el altar acompañado por dos ayudantes. Uno de ellos lleva en un tazón de oro carbones encendidos para esparcirlos sobre sobre el altar del incienso. Una vez que lo hace se retira. El otro asistente porta un incensario de oro lleno de incienso que deja junto al altar y luego también se retira. Se hace silencio porque Zacarías está a punto de celebrar el acto más solemne. Coloca incienso sobre las brasas provocando una nube que se eleva y se esparce dentro del recinto con su hermosa fragancia. No solo el perfume asciende sino también las oraciones de gratitud y la adoración que el sacerdote ofrece al momento que el pueblo ora en el atrio esperando que Zacarías regrese del altar y les pronuncie la bendición aarónica. Extraigamos algunas lecciones prácticas:
1) El mejor día de la vida de Zacarías fue el que más cerca estuvo de Dios. Zacarías nunca estuvo y nunca más estará tan cerca del Lugar Santísimo como en ese momento y, ¡cúanto más cerca de la presencia de Dios estuvo más bendicido fue! Mientras Zacarías ofrecía su servicio un ángel le anuncia que Dios le daria un hijo. ¡El incienso sube y la bención baja! El descenso de la lluvia de bendición sucede inmediatamente después de que las oraciones se elevan al cielo.
2) Zacarías recibió su milagro en el templo, el lugar de la oración. En Isaías 56:7 leemos: “Yo los traeré... y haré que sean felices en mi casa de oración... Porque mi casa será llamada casa de oraciónpara todas las naciones”, (PDT). Jesús dijo: “Mi templo será una casa de oración”, Lucas 19:46 (NTV). ¡Cuántas bendiciones nos perdemos por no tomar en serio el lugar de la oración! Déjame darte un ejemplo que ilustra esta verdad. Jesús ofreció la llenura del Espíritu Santo a 500 personas (1ª Corintios 15:3-6) pero solo los que estuvieron reunidos orando lo recibieron: “Todos los presentes fueron llenos del Espíritu Santo”, Hechos 2:4 (NTV). ¿Y los creyentes ausentes? ¡SE LO PERDIERON! ¿Te das cuenta de la importancia de congregarte? ¿Te das cuenta de las bendiciones que podrías perderte cuando decides quedarte invernando en casa en lugar de asistir al templo a orar y adorar? Reunir la iglesia y la familia para orar es una verdadera batalla espiritual. Y la enorme resistencia es la evidencia de los beneficios que trae. ¿Necesitas otro ejemplo? ¿Dónde estaba Lidia cuando sus ojos espirituales fueron abiertos y recibió la salvación? Orando con otros creyentes en el lugar de la oración. “El sábado salimos a las afueras de la ciudad… donde esperábamos encontrar un lugar de oración. Nos sentamos y nos pusimos a conversar con las mujeres que se habían reunido… Lidia… Mientras escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo”, Hechos 16:13-14 (BAD). Piensa una vez más en Zacarías, en Lidia o en aquellos 120 que estuvieron en el aposento alto. Ese día comenzó como cualquier otro, pero terminó siendo el mejor de toda la vida. Dios le entregó a cada uno de ellos una bendición que jamás olvidarían. Es que uno nunca sabe cuándo van a llegar las cosas buenas, pero la única manera de asegurarnos que dichas bendiciones sean aprovechadas es estando en el lugar correcto, escuchando las cosas correctas. “No descuidemos, como algunos, el deber que tenemos de asistir a la iglesia…”, Hebreos 10:25 (NT BAD). “Algunos están faltando a las reuniones, y eso no está bien...”, Hebreos 10:25 (PDT). Siempre existe mayor posibilidad de que seas bendecido participando de un culto que quedándote en casa “prendido” a la televisión. Invertir tiempo, dinero y esfuerzo en una actividad espiritual como un retiro, congreso o campamento es mucho mejor y trae enormes beneficios que tomando mate y haciendo nada. ¿Quién dice que antes que finalice este día Dios te haya sorprendido con una enorme bendición? ¿Y si es el día de tu sanidad o el día de tu liberación financiera? Dios tiene sus maneras de trabajar y el efecto sorpresa siempre es su especialidad.
3) La bendición le fue entregada a Zacarías mientras participaba de la adoración congregacional.Este no es un detalle menor. Zacarías servía a Dios en el lugar santo mientras el resto de las personas oraban en el atrio, uniéndose así el humo del incienso con las plegarias del pueblo. Fue en ese momento que Zacarías fue bendecido. ¡Cuántas bendiciones nos perdemos por no practicar las disciplinas espirituales junto a otros creyentes!
Hay bendiciones que solo llegan cuando practicamos las disciplinas espirituales a solas, pero hay bendiciones que solo son recibidas cuando las practicamos con otros creyentes. Jesús dijo: “Cuando ores, apártate a solas… y ora… en privado. Entonces, tu Padre… te recompensará”, Mateo 6:6 (NTV). Jesús oraba a solas: “Después de despedir a la gente, subió a las colinas para orar a solas”, Mateo 14:23 (NTV) pero también oraba con sus discípulos, Juan 18:2, Mateo 26:36. La oración a solas no es más importante que la oración congregacional ni viceversa. ¡Cuidado con perder el balance! Hay que orar en la carpa del encuentro pero también en el aposento alto. Debemos leer y estudiar la Biblia a solas pero también con toda la iglesia. Adoramos en privado pero también en forma congregacional. Jesús hizo ambas cosas. Adoraba en privado pero también iba al templo: “Cuando Llegó a Nazaret… fue como de costumbre a la sinagoga…”, Lucas 4:16 (NTV). Los discípulos de Jesús siguieron su ejemplo: “Pablo y Silas… llegaron a Tesalónica donde había una sinagoga judía. Como era su costumbre, Pablo fue al servicio…”, Hechos 17:1-2 (NTV). “Los hermanos… despidieron a Pablo y a Silas hacia Berea. Ellos, apenas llegaron, se fueron derechos a la sinagoga…”, Hechos 17:10 (Castillian). Los primeros creyentes se reunían para orar juntos: “Todos se congregaban para… perseverar unánimes en la oración”, Hechos 2:42 (CST). “Pedro y Juan fueron al templo para participar en el servicio de oración…”, Hechos 3:1 (NTV). Y además adoraban juntos en el templo: “Adoraban juntos en el templo cada día…”, Hechos 2:46 (NTV). ¿Te das cuenta? Todos los creyentes de aquella primera iglesia practicaban las disciplinas espirituales a solas y también con otros creyentes, aun los apóstoles del Señor lo hicieron. Si tú no lo haces entonces eres más grande que Pedro y Pablo, y más espiritual que Jesús. ¡Guauu… estamos ante la presencia de un verdadero ángel!
No es verdad que las disciplinas espirituales que practicamos a solas sean más importantes que las que practicamos todos juntos en el templo. Hay personas que creen que pueden llegar a la madurez espiritual sin una iglesia local. ¡Están totalmente engañadas y no siguen el ejemplo de Jesús y sus discípulos! También hay quienes creen que pueden compensar la falta de vida espiritual a solas con la participación en las actividades eclesiásticas. Tenemos que entender que experimentamos a Dios y crecemos en su gracia por medio de las disciplinas espirituales personales y las que practicamos con otros creyentes. Ser como Cristo requiere seguir su ejemplo y si Jesús tenía por costumbre congregarse para adorar, orar y servir a Dios nosotros deberíamos hacer lo mismo.