La sonrisa en la boca y el veneno en el corazón 10/02/19 (#1026)
José Luis Cinalli - 10/02/19
La sonrisa en la boca y el veneno en el corazón
“Aunque no se quitaron los santuarios paganos, el corazón de Asa se mantuvo totalmente fiel al SEÑOR durante toda su vida”, 1º Reyes 15:14 (NTV). “Amasias… hizo lo recto ante los ojos de Jehová aunque no de perfecto corazón”, 2º Crónicas 25:1-2.
Para juzgar los ministerios de Asa y Amasias, el Espíritu Santo evaluó sus corazones. ¿Recuerdas la gran enseñanza que aprendió Samuel cuando fue enviado por Dios para ungir a David? Que Dios no se fija en las apariencias sino en el corazón de la gente, 1º Samuel 16:7 (TLA). David sabía esto, por eso le dijo a su hijo Salomón: “Te pido que siempre le sirvas (a Dios) con un corazón puro… porque el Señor siempre mira el corazón…”, 1º Crónicas 28:9 (PDT). A pesar de algunas ligeras imperfecciones, el honor de Asa no fue mancillado y obtuvo buen testimonio de la boca de Dios. En cambio, Amasias no fue aprobado porque lo bueno que llevó a cabo lo hizo con un corazón torcido. La integridad de Asa lo respaldaba y cubría sus defectos, mientras que las buenas obras de Amasias no fueron aceptadas por la hipocresía de su corazón. La iglesia de Sardis fue reprobada por la misma razón. Jesús le dijo: “Según las normas divinas, tus actos no son del todo correctos”, Apocalipsis 3:2 (NT-BAD). Aquella iglesia disfrutaba de una buena y aceptable reputación delante de los hombres pero sus obras no eran perfectas ante los ojos de Dios. Fue juzgada no por lo que hacía exteriormente, que era bueno, sino por lo que se encontró en el interior de su corazón.
¡Qué serio es este asunto! Nuestras buenas obras solo serán estimadas por Dios si las hacemos con un corazón recto. Por ejemplo servir a Dios llenos de envidia pondría en serio riesgo su bendición. Simón, el que había sido mago, tenía este problema. Después de su conversión apoyaba fielmente el ministerio de Felipe en la ciudad de Samaria. A pesar de ello su corazón no fue descubierto sino hasta el día en que vio a los apóstoles imponer las manos sobre las personas para que recibieran al Espíritu Santo. Simón les ofreció dinero a cambio de ese poder y Pedro le contestó: “Que tu dinero perezca contigo… tu corazón no es recto ante Dios. Arrepiéntete de esta maldad y ora. Quizás Dios te perdone los malos pensamientos, porque veo que tienes el corazón lleno de envidia y de pecado’”, Hechos 8:20-23 (NT-BAD). Simón parecía ser un creyente devoto; sin embargo su corazón estaba envenenado por la envidia. Fue reprendido severamente y descalificado para el ministerio hasta tanto se arrepintiera de su pecado. ¡Qué grave es ante los ojos de Dios servir con un corazón oscuro!
Entiéndase bien. No basta con hacer lo bueno, hay que hacerlo con la motivación correcta y el corazón derecho. Soslayamos los pecados del corazón como si fueran ofensas sin importancia; sin embargo, son tan graves que ponemos en riesgo la felicidad eterna. Por ejemplo el ‘creyente’ que odia demuestra no ser salvo: “Queridos hermanos… El que afirma que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad”, 1ª Juan 2:7-9 (NVI). Juan afirma que el odio es la demostración de que una persona no tiene vida eterna aun cuando ella diga ser ‘cristiana’: “El que odia… es un asesino, y, como saben, ningún asesino tiene la vida eterna”, 1ª Juan 3:15 (BLA). Además, el odio embota nuestro discernimiento y sabiduría: “El que odia a su hermano vaga en oscuridad espiritual y no sabe a dónde va, porque en la oscuridad no puede ver el camino”, 1ª Juan 2:11 (NT-BAD).
Veamos otro ejemplo. Un ‘creyente’ rechazado es aquel que adora a Dios con sus labios mientras peca en su corazón. Es el caso de Absalón. Fue a Hebrón para ofrecer un sacrificio a Dios aunque interiormente preparaba la rebelión contra su propio padre: “Absalón le dijo al rey: —Permítame ir a Hebrón a ofrecer un sacrificio al SEÑOR… —Está bien —le dijo el rey—… Así que Absalón se fue a Hebrón. Pero mientras estaba allí, envió mensajeros secretos a todas las tribus de Israel para iniciar una rebelión contra el rey…”, 2º Samuel 15:7-10 (NTV). Mientras Absalón se robaba el corazón de la gente manifestándoles devoción, engañaba a David alegando su amor por Dios. Adoraba a Dios pero con un corazón rebelde. ¡Ay de aquellos que deshonran a Dios fingiendo honrarle! A lo largo de mi ministerio he visto muchas personas así. Creyentes que parecían tener un fervor especial por Dios sirviéndolo fielmente, escalando posiciones de liderazgo y simulando lealtad a sus líderes mientras en sus corazones alimentaban una rebelión secreta con ellos. ¿Ha sido tu caso? ¿Provocaste o apoyaste la rebelión contra tus líderes espirituales? Ha sido una gran ofensa contra Dios. Los medios de la gracia divina están disponibles para alcanzar misericordia y perdón si arrepentidos reconocemos nuestra maldad y nos volvemos al Señor de todo corazón.
Déjame hablarte de otro pecado del corazón. Moisés perdió su bendición y no pudo entrar a la tierra prometida a causa de su enojo. El enojo lo llevó a matar a un egipcio, Éxodo 2:11-14, y también lo impulsó a golpear la roca cuando Dios le había dicho que le hablara, Números 20:8-12. ¡Aunque parezca increíble, el hombre al que Dios llamó el más manso de la tierra (Números 12:3) perdió su bendición debido al enojo! Parece que el enojo era un problema familiar no resuelto. Su antepasado Leví (Éxodo 2:1) había tenido el mismo problema: “Simeón y Leví son como fieras que atacan siempre con violencia. No quiero estar con ellos, ni andar en su compañía, porque en un arranque de enojo mataron gente... ¡Maldita sea su furia!”, Génesis 49:5-7 (TLA). ¡Te das cuenta! Hay una tendencia a cometer los mismos pecados que cometieron nuestros padres y abuelos: “Hemos pecado, lo mismo que nuestros padres...”, Salmo106:6 (NVI). “Abiam cometió los mismos pecados que había cometido su padre...”, 1º Reyes 15:3 (NTV). Salomón pecó en el área de la sexualidad al igual que su padre David. ¡Entiéndase bien! No insinuamos que el pecado de papá será el de su hijo. Lo que decimos es que necesitamos estar bien atentos para no ceder a los mismos pecados que arruinaron nuestra familia tiempo atrás y que podrían arruinarnos a nosotros hoy en día.
El enojo no debería perdurar más de un día: “…que la puesta del sol no los sorprenda en su enojo”, Efesios 4:26 (BNP). Cuando el enojo se aloja por mucho tiempo en el corazón se transforma en resentimiento: “Si se enojan… no cometan el pecado de dar lugar al resentimiento…”, Efesios 4:26 (versión libre). La Biblia dice: “No sean rencorosos ni vengativos…”, Levítico 19:17 (BLS). Jesús nos enseñó: “Tu Padre celestial te perdonará si perdonas a los que te hacen mal; pero si te niegas a perdonarlos, no te perdonará”, Mateo 6:14-15 (NT-BAD). Pablo expresó: “No guarden rencor. Si el Señor los perdonó, están ustedes en el deber de perdonar”, Colosenses 3:13 (NT-BAD). Cuidado porque al igual que Moisés existen creyentes que echan a perder sus vidas y ministerios a causa del enojo. ¿Existe alguna persona a quién no hayas perdonado? ¿Existe rencor, odio o resentimiento en tu corazón? ¿Eres de enfurecerte fácilmente? ¿Te falta dominio propio? ¿Puedes controlar tu ira? Cuando te enojas, ¿es por mucho tiempo?
De todos los pecados del corazón uno de los peores es la hipocresía. La hipocresía es la mentira más grave de todas, porque se le miente a Dios mismo. Pedro le dijo a Ananías: “Le estás mintiendo al Espíritu Santo…”, Hechos 5:3 (NT-BAD). El hipócrita esconde sus perversos deseos de todos, incluso pretende esconderlos de Dios. Pero la Biblia nos advierte contra tal estupidez:“¡Qué mal les va a ir a los que tratan de esconderse para que Dios no los vea cuando hacen sus planes malvados! ¡Qué mal les va a ir a los que andan diciendo: “Nadie nos ve, nadie se da cuenta!”, Isaías 29:15 (BLS). Más que la traición al hipócrita le molesta que sus perversas intenciones sean de conocimiento público. Cuando Dios describe el pecado de David parece hacerlo por la hipocresía que supuso: “David se había comportado correctamente, y en toda su vida no desobedeció a Dios en nada. El único mal que David cometió fue cuando mandó que mataran a Urías”, 1º Reyes 15:5 (BLS). “El único mal que David cometió”. ¿No cometió David también otros pecados? ¿O es que el Espíritu de Dios los pasó por alto? No, sino que todos ellos se funden en el pecado de la hipocresía. En este pecado David demostró menos integridad y mayor hipocresía que en cualquier otro. La hipocresía hirió gravemente la integridad de David. La herida fue grave y aunque no fue destruido le quedó una cicatriz como señal para nosotros del pecado que Dios más odia.
Una lección final. Nadie más que Dios se ocupó del pecado secreto de David. Dios ha dispuesto saldar cuentas con el hipócrita en persona. Colocó autoridades civiles para castigar a los ladrones y asesino, pero solo Dios descubre y trata con los pecados espirituales de las personas que no quieren arrepentirse: “Yo seré quien le responda a todo israelita… al que haya hecho de su corazón un altar de ídolos malolientes… Me enfrentaré a él, y de él haré una señal de escarmiento, y lo arrancaré de mi pueblo…”, Ezequiel 14:7-8 (BAD). Examinemos nuestra vida bajo la guía del Espíritu Santo. No seamos indiferentes a su palabra.