Dios no responde a la necesidad, responde a la fe 10/05/2020 #1091
Episode 94, May 11, 2020, 10:03 AM
Pastor José Luis Cinalli
10/5/2020
10/5/2020
Dios no responde a la necesidad, Dios responde a la fe
“Hagamos memoria de las maravillas que nuestro Dios ha realizado; recordemos sus milagros…”, Salmo 105:5 (TLA). “… Que nunca olvide todas las cosas buenas que haces por mí”, Salmo 103:2 (NTV).
Solemos tener buena memoria para las cosas malas pero nos cuesta recordar y agradecer las bendiciones recibidas. Somos tan ingratos como Israel en el desierto. Aquel pueblo tenía sobrados motivos para ser agradecido. Desde que Moisés convirtió la vara en culebra, su mano sana en una leprosa y el agua del Nilo en sangre (Éxodo 4:1-9) los milagros no dejaron de suceder. Dios preservó a Israel de las terribles plagas que cayeron en Egipto y luego les dio sus riquezas. Dios dijo: “… No saldrán… con las manos vacías. Todas las israelitas irán a ver a sus vecinas egipcias… y les pedirán joyas de plata y de oro… Las egipcias no les negarán nada. Así los egipcios se quedarán sin nada de valor… despojarán a los egipcios de sus riquezas…”, Éxodo 3:21-22 (TLA), 22b (NTV). ¿Puedes imaginarlo? ¡Libres y ricos de un día para otro! “El SEÑOR sacó a su pueblo… cargado de oro y plata…”, Salmo 105:37 (NTV). Ni el mejor libretista de ficción imaginaría que un imperio tan poderoso como Egipto regalaría sus riquezas a quienes fueron sus esclavos. Y para completar el milagro, Dios hizo que más de dos millones de personas emprendieron el viaje por sus propios medios. Piensa en la cantidad de personas enfermas, lisiadas o postradas. Piensa en los ancianos. ¿Cómo hicieron para marchar a pie por el desierto en condiciones tan extenuantes? Pero eso fue lo que sucedió. Caminaron “durante cuarenta años… y… jamás sus ropas se envejecieron ni sus pies se hincharon… ni las sandalias se gastaron…”, Deuteronomio 8:4 (TLA) y 29:5 (NTV).
Dios dijo: “Realizaré milagros que jamás se han hecho…”, Éxodo 34:10 (NTV). Y los hizo. Liberó a su pueblo y los acompañó siempre: “En ningún momento… los dejó solos. De día los guiaba mediante una nube… y de noche les alumbraba el camino con una columna de fuego”, Éxodo 13:21 (TLA). “… El ángel de Dios, que viajaba al frente de ellos, fue y se colocó atrás, quedando entre ellos y los egipcios. Lo mismo hizo la nube… la cual siguió alumbrando el camino a los israelitas, pero dejó en la oscuridad al ejército egipcio… los egipcios nunca pudieron alcanzar a los israelitas”, Éxodo 14:19-20 (TLA). Además el Señor trazaba la ruta por donde debían ir: “… Cada vez que la nube se elevaba… el pueblo de Israel levantaba el campamento y la seguía; donde la nube se detenía, el pueblo… armaba el campamento. De esta manera los israelitas viajaban y acampaban por orden del SEÑOR…”, Números 9:17-18 (NTV). ¿Qué otros milagros hizo Dios? Abrió el mar Rojo y eligió el momento exacto para volver a unir las aguas: “Cuando los carros de guerra… y los caballos del faraón entraron al mar, el SEÑOR hizo que las aguas cayeran con fuerza sobre ellos. ¡Pero el pueblo de Israel había cruzado por en medio del mar, pisando tierra seca!”, Éxodo 15:19 (NTV). ¡Cuidado con levantar la mano contra el pueblo del Señor! El faraón lo hizo y pagó por su necedad: “Dios es… poderoso. ¿Quién lo ha desafiado alguna vez con éxito?”, Job 9:4 (NTV).
Y los milagros continuaron. Un oasis de aguas amargas se convirtió en agua potable (Éxodo 15:25) y comida cayó del cielo. Dios “hizo que lloviera maná… les dio pan del cielo. ¡Se alimentaron con comida de ángeles!...”, Salmo 78:24-25 (NTV). ¿Puedes imaginarlo? El Dios de los cielos llevándoles comida a sus propias casas. ¡Todos los días durante cuarenta años! También les dio agua. Una tradición dice que la roca manantial sobre la que Dios estuvo parado una vez (Éxodo 17:6) acompañaba al pueblo en su travesía por el desierto: “… Todos… bebieron la misma bebida espiritual; el agua brotaba de una roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”, 1ª Corintios 10:3-4 (BLA). Además escucharon la voz de Dios: “… Ustedes se reunieron al pie del monte, y vieron las llamas de fuego que de él salían… y desde las llamas de fuego Dios les habló. Ustedes… oyeron la voz de Dios”, Deuteronomio 4:11-12 (TLA). Fueron testigos oculares del castigo que recibieron Coré, Datan, y Abiram. Los rebeldes cayeron literalmente al infierno: “Y abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, y a sus casas…y descendieron vivos al infierno…”, Números 16:32-33 (RV2000). Inmediatamente después presenciaron un fenómeno antinatural: una vara seca y muerta reverdeció, floreció y produjo frutos de la noche a la mañana, Números 17:8. Dios hizo que las personas mordidas por una serpiente sanaran con tan solo mirar la imagen de una serpiente atada a un poste, Números 21:8-9. Dios peleaba por su pueblo. Los israelitas vencieron muchas de sus batallas sin perder un solo hombre. Escaparon de Egipto sin desenvainar una sola espada y, en una oportunidad Dios envió granizo del cielo para derrotar al enemigo. En otra oportunidad enfrentaron a cinco naciones aliadas con solo un sacerdote como guía y trompetas de plata para dar la señal de ataque. Ganaron la guerra sin perder un solo soldado: “Acabamos de contar a los israelitas que fueron a la guerra, y ninguno murió”, Números 31:49 (TLA). Sería injusto olvidar la conquista de Jericó. La estrategia utilizaba para derrumbar sus murallas es inexplicable: dar vueltas a la ciudad y gritar con todas las fuerzas, Josué 6:20. Y lo más asombroso fue que la parte de la muralla donde estaba construida la casa de Rahab no se cayó, Josué 2:15. ¿Y qué decir del día en que Dios detuvo el sol? “… Josué oró… y… el sol se quedó quieto en medio del cielo, y durante casi un día entero no se ocultó…”, Josué 10:12-13 (TLA). “… ¿Alguna vez se ha visto u oído algo tan grande como esto?”, Deuteronomio 4:32 (NTV). “¿Acaso hay otro dios… que pueda hacer cosas tan grandes y poderosas…?”, Deuteronomio 3:24 (NTV). Todos estos milagros debieron haber bastado para que los israelitas reconocieran a Dios y creyeran en Él. Pero no fue así. Las páginas de la Biblia registran los tratos benignos de Dios para con su pueblo, pero ninguna expresión de gratitud o cántico de alabanza por parte de ellos. Dios les dijo: “… ¿Hasta cuándo se negarán a creer en mí, a pesar de todas las maravillas que he hecho…?”, Números 14:11 (BAD). Moisés enojado les dijo: “Ustedes… se negaron a confiar en él… vienen rebelándose contra el SEÑOR desde que los conozco”, Deuteronomio 9:23-24 (NTV).
Dios trató bien a su pueblo y esperaba que ellos lo reconocieran: “Recuerda las maravillas… las señales y los milagros que hizo el Señor…”, Deuteronomio 7:19 (PDT). “Recuerden que nunca les ha faltado nada porque el Señor… los ha bendecido… los cuidó… y… ha estado con ustedes”, Deuteronomio 2:7 (PDT). Ahora bien, Dios instituyó fiestas anuales para recordar: “Celebra la Pascua… para que recuerdes toda tu vida el día que saliste de Egipto”, Deuteronomio 16:1-3 (NTV). Los israelitas debían celebrar el aniversario de su liberación. ¿Lo hacemos nosotros? Celebramos el día en que hemos nacido pero, ¿alguien recuerda, celebra y agradece el día en que ha nacido espiritualmente? Además, los israelitas debían dedicar una noche para recordar y agradecer: “Aquella noche el Señor la pasó en vela para sacar de Egipto a los israelitas. Por eso… las generaciones futuras… deben pasar esa noche en vela, en honor del Señor…”, Éxodo 12:42 (BAD). ¿No crees que le agradaría al Señor si también hiciéramos vigilias con el solo propósito de agradecer por haber sido libres de la esclavitud del pecado? Una fiesta al año, una noche para recordar y, además, un día a la semana para agradecer: “… Deben recordar que… fueron esclavos… y que yo los saqué de allí… Por eso les ordeno tomar el día séptimo como día de descanso”, Deuteronomio 5:15 (TLA). El mandato de tomar un día a la semana para consagrarlo a Dios está pasado de moda. Sin embargo recordemos lo que Él dijo: “… Que sea un día dedicado sólo a mí…”, Isaías 58:13 (TLA); Éxodo 16:23; Éxodo 20:10. “… Deberán… dedicar todo ese día a honrarme…”, Éxodo 31:12 (TLA). Un día para la reflexión, la meditación y la adoración. Un día de descanso del trabajo secular para reposar en el servicio de Dios. Los primeros creyentes lo hicieron: “En la noche de… domingo, los discípulos se reunieron…”, Juan 20:19 (TLA). “El domingo nos reunimos a celebrar un servicio de comunión, y Pablo predicó…”, Hechos 20:7 (NT BAD). El domingo era el día en que se tomaba la cena (Hechos 20:7) y se diezmaba y ofrendaba, 1ª Corintios 16:2. Con razón Juan llamó al domingo “el día del Señor”, Apocalipsis 1:10. El primer día de la semana deberíamos “estar en el espíritu” como lo estaba Juan: “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor…”, Apocalipsis 1:10. Hagamos del domingo un día para meditar, reflexionar, adorar, predicar y servir a Dios apartándonos por completo de toda obra secular. Y sobre todo tomemos ese día para recordar y agradecer por los tantos milagros que Dios hizo a nuestro favor. ¿No ha estado el Señor siempre con nosotros? ¿No ha demostrado su fiel y tierno amor? ¿No ha suplido todas y cada una de nuestras necesidades? ¿No ha peleado Él nuestras batallas? Entonces debemos agradecer. Existen milagros silenciosos que no son tan extraordinarios como aquellos que acabamos de repasar. No podemos desconocer los milagros sutiles que Dios realiza a diario por nosotros. El repaso por los tratos benignos de Dios a nuestros antepasados debería fortalecer nuestra fe y afianzar nuestra confianza en Dios. El Dios que abrió mares, envió plagas, sepultó ejércitos e hizo llover alimento del cielo está deseoso de hacerlo por nosotros si tan solamente creemos. El secreto espiritual más importante que he aprendido en este tiempo es que Dios no responde a la necesidad, Dios responde a la fe. ¡Ten fe y el milagro será tuyo!