La fe ve lo invisible, cree lo increíble y recibe lo imposible 31/5/2020 #1094
Episode 97, May 31, 2020, 10:55 PM
José Luis Cinalli
31/5/2020
31/5/2020
La fe ve lo invisible, cree lo increíble y recibe lo imposible
“Por fe Abel obedeció a Dios, y su ofrenda agradó más… que la de Caín…”, Hebreos 11:4 (NT-BAD).
Caín y Abel eran hijos de Adán y Eva. Uno era agricultor y el otro pastor de ovejas. Un día ambos llevaron una ofrenda al Señor. Caín le ofreció parte de sus cultivos y Abel lo mejor de las primeras crías de sus corderos. Entonces: “… El SEÑOR aceptó a Abel y a su ofrenda, pero no aceptó a Caín ni a su ofrenda…”, Génesis 4:4-5 (NTV). ¿Qué es lo que hizo Abel para agradar tanto a Dios? ¿Qué lo hacía tan especial? Su ofrenda. “… Su ofrenda agradó más al Señor que la de Caín”, Hebreos 11:4 (NT-BAD). La diferencia no estaba en los adoradores sino en el modo de adorar. Abel no era mejor que Caín. Los dos nacieron fuera del paraíso, tuvieron los mismos padres y compartían la misma naturaleza pecaminosa. Ambos estaban en las mismas condiciones delante de Dios. Igual que nosotros. “Dios no tiene favoritos”, Romanos 2:11 (TLA). Dios no mira nuestra condición social, económica o educativa para aceptarnos. Solo mira si hay fe en nuestro corazón. El egresado universitario no está en mejores condiciones. El pobre no es mejor visto por Dios que aquel que tiene dinero. Todos somos pecadores perdidos participantes de la misma naturaleza corrompida y contaminada: “Todos hemos pecado, y por eso estamos lejos de Dios”, Romanos 3:23 (TLA). Lo que nos hace diferentes no es la raza, ni son las cualidades, talentos, dones o educación, sino la fe. La gente no entra al cielo por ser buena sino por tener fe en Jesús. Por supuesto que esto no es una apología a vivir livianamente nuestra vida cristiana porque la fe en Dios se demuestra con buenas acciones. Lo que estamos queriendo decir es que no existe nada bueno en nosotros que merezca que Dios nos acepte. Nadie tiene mayores posibilidades con Dios por tener más educación, más dinero o más contactos; ni siquiera por ostentar un cargo político, social o religioso. Todos somos pecadores perdidos condenados al infierno. Y el que quiera cambiar ese destino por uno de salvación necesitará fe. La fe es la que te abre puertas en el cielo y te da acceso al trono de Dios. La fe te trae Sus bendiciones y la fe te sostiene en medio de las dificultades. La fe te da la victoria, te libra del infierno y te lleva a vivir con Dios por toda la eternidad.
Dios no aceptó a Abel por ser mejor que Caín. Entonces, ¿por qué lo aceptó? ¡Por su fe! “Por fe Abel obedeció a Dios y… Dios aceptó a Abel…”, Hebreos 11:4 (NT-BAD). Cuidado con creer que las buenas obras nos dan acceso a Dios y a su salvación. Somos salvos por gracia. Solo por gracia y solo por fe: “Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe… la salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho…”, Efesios 2:8 (NBLH) y 9 (NTV). Y, ¿por qué no podemos ganarnos el cielo? Porque al cielo no puede entrar nada inmundo, Apocalipsis 21:27. Y como todos hemos pecado nadie puede entrar allí, Romanos 3:23. Necesitamos ser santos y ninguno de nosotros lo puede lograr por sí mismo. Eso se logra mediante la fe en Jesús. Fuimos “hechos santos… hechos justos ante Dios al invocar el nombre del Señor Jesucristo…”, 1ª Corintios 6:11 (NTV). El día en que Jesús murió nuestros pecados fueron transferidos a Él: “Aunque Cristo no tenía ningún pecado, Dios lo hizo cargar con los nuestros para que por medio de él fuéramos declarados inocentes ante Dios”, 2ª Corintios 5:21 (PDT). La seguridad de que somos salvos proviene de creer en lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz.
Entonces Dios aceptó a Abel no porque fuera mejor persona que Caín o porque tuviera algo mejor para darle a Dios. No era la ofrenda en sí lo que le agradó a Dios sino la fe detrás de la ofrenda: “Por fe Abel obedeció a Dios y… Dios aceptó a Abel…”, Hebreos 11:4 (NT-BAD). La clave fue su fe y su obediencia. ¿Qué mandamiento obedeció Abel? El de ofrecer sangre animal. La sangre derramada en un sacrificio animal cubría los pecados de las personas: “… La sangre quita el pecado… porque si no se derrama sangre los pecados no quedan perdonados”, Hebreos 9:22 (TLA y PDT). ¿Cómo es que Caín y Abel sabían que la sangre de un animal sacrificado los justificaba delante de Dios? Porque lo habían aprendido en el propio hogar. Cuando sus padres pecaron Dios mismo les hizo mantos de pieles para cubrirse de la desnudez. Esas pieles fueron extraídas de animales muertos en sacrificios. ¿Cómo lo sabemos? Porque en ese tiempo no se permitía comer carne y la ropa podía fabricarse con lana sin necesidad de matar a los animales. Con su ofrenda Abel reconocía que era pecador y que Dios era santo. Reconocía que el animal que sacrificaba tomaba su lugar para cubrir sus pecados. El camino para acercarse a Dios hoy en día sigue siendo el mismo. Por supuesto que no se trata de la sangre de un animal sino la de Jesucristo. Si queremos ser salvados del infierno y gozar de comunión con Dios necesitamos un substituto. Y ya lo tenemos: “Dios hizo las paces con nosotros a través de la sangre que Cristo derramó en la cruz”, Colosenses 1:20 (PDT). “Dios envió a Jesucristo para que sufriera el castigo que nosotros merecemos, y para que, por medio de la fe en su sangre derramada, obtuviéramos el perdón de nuestros pecados…”, Romanos 3:25 (CST).
Entonces una cosa es llegar a ser salvos (solo por gracia y solo por fe) y otra es cómo agradar a Dios después de haber conseguido la salvación. Y en este punto la vida del adorador es tan importante como su adoración. Dios espera que el adorador sea obediente y que su adoración sea la mejor. Advierte que el Espíritu Santo hizo una clara diferencia entre Abel y su ofrenda: “… El SEÑOR aceptó a Abel y a su ofrenda, pero no aceptó a Caín ni a su ofrenda…”, Génesis 4:4-5 (NTV). Abel era obediente: “… Abel Obedeció a Dios…”, Hebreos 11:4 (NT-BAD). En cambio Caín no lo era: “… Caín hacía lo malo…”, 1ª Juan 3:12 (NTV). Entonces el “… El SEÑOR… no aceptó a Caín ni a su ofrenda…”, Génesis 4:4-5 (NTV). El que quiera gozar de la comunión y bendición de Dios deberá ser obediente. ¡Si el adorador está en pecado su adoración no sirve! Saúl es otro ejemplo. Hizo algo bueno (ofreció un sacrificio de sangre a Dios) pero en desobediencia. Y Dios lo rechazó, 1º Samuel 13:8-14. Lo mismo sucedía con los israelitas en tiempos del profeta Isaías: “Ustedes…son… malos… Ya estoy harto de esas ofrendas… ¡Para mí, esas ofrendas no tienen ningún valor!... ¡Dejen ya de pecar!... Dejen ya de hacer lo malo…”, Isaías 1:10-16 (TLA). Arreglemos rápidamente las cuentas pendientes con Dios para que nuestra adoración y servicio sean aceptados.
Ahora bien, no solo la vida del adorador es importante; su adoración también lo es. Debe ser lo primero y lo mejor: “Honra al Señor… con los primeros frutos de tus cosechas…”, Proverbios 3:9 (NVI). “Los mejores primeros frutos… debes llevarlos al templo del Señor tu Dios…”, Éxodo 23:19 (DHH). “Deben traer a mi templo lo mejor de los primeros frutos…”, Éxodo 34:26 (TLA). Abel le ofreció a Dios “lo mejor de las primeras crías…”, Génesis 4:4 (NTV). En cambio Caín no lo hizo. En tiempos de Malaquías Dios recriminó a los israelitas porque la ofrenda que le llevaban no era lo mejor: “Me ofenden cuando… me presentan como ofrenda animales impuros, que no valen nada porque están ciegos, cojos y enfermos…”, Malaquías 1:8 (TLA). Recuérdalo siempre. Lo primero nunca va a la cuenta del hombre, siempre va a la tesorería del Señor. Cuando retienes lo que le pertenece a Dios, atraes la maldición sobre tu vida. En cambio, cuando honras a Dios dándole lo primero, la provisión y la protección están garantizadas, 1º Reyes 17:13-16. Todo es cuestión de orden. Lo que se haga con lo primero determina lo que pasará con el resto. Si Él es primero, todo lo demás llevará bendición.
Ilustremos ahora las preciosas enseñanzas recogidas en la historia de Caín y Abel. Imagina que en mi mano derecha tengo un sobre repleto de dinero y en mi mano izquierda uno con muy poco. A simple vista puede parecer que la primera ofrenda es mejor, pero no lo es; ya que su dueño apartó el dinero que le correspondía al Señor después de haber comprado dólares y pagado sus cuentas. Además no era el diez por ciento y lo ganó deshonestamente. La ‘gran ofrenda’ no fue aceptada por Dios. La vida del adorador y su adoración estaban viciados de nulidad. Ahora bien, olvídate del dinero y piensa que ese sobre representa cualquier otro servicio que le prestas a Dios. Puede ser una canción que tú mismo escribiste o una que simplemente le cantas a Dios, un sermón, la clase para la escuela bíblica, un libro o el cuidado pastoral de aquellas personas que el Señor te confió. Incluso podría ser una taza de leche o el servicio que prestas a los niños del hogar. Cada una de esas cosas puede ser un acto de adoración estimable a los ojos de Dios, pero solo si es ofrecido por una mano limpia y no constituye una sobra. Si de verdad no quieres perder la recompensa que produce el servir y adorar a Dios asegúrate de que estás adorando en obediencia, tal como lo hizo Abel y, que el servicio es lo que mejor que le estás dando a Dios. Las cosas funcionan si se hacen a la manera de Dios.