Lo que no dejas ir, lo cargas y lo que cargas te hunde 16/08/2020 #1105

Episode 108,   Aug 22, 2020, 09:23 PM

Pastor José Luis Cinalli
16/8/2020
Lo que no dejas ir, lo cargas y lo que cargas te hunde
 
“… Deben ser… lentos para enojarse… porque el hombre enojado no hace lo que agrada a Dios, Santiago 1:19-20 (NTV y DHHe).
 
Moisés murió sin cumplir el sueño de entrar a la tierra prometida. Fracasó en la última media hora. Arruinó la misión divina y su vida fue acortada el día que golpeó la roca, en el último año del peregrinaje en el desierto. Moisés le dijo a Dios: “Te ruego que me dejes cruzar… pero el Señor… muy enojado… no quiso concederme mi deseo y me dijo: “¡Ya basta! No insistas más sobre este asunto”, Deuteronomio 3:25-26 (PDT). ¿Qué hizo Moisés para ser descalificado del ministerio y merecer semejante castigo? ¡Fue incrédulo y rebelde! Moisés debía hablarle a la roca pero en lugar de ello le gritó al pueblo, Números 20:10. Moisés no pudo controlar su enojo y habló imprudentemente: “... Moisés no midió sus palabras… habló sin pensar lo que decía, Salmo 106:33 (TLA y BAD). ¿Y qué dijo de malo? Se atribuyó la gloria del milagro: Nosotros vamos a hacer brotar para ustedes agua de esta roca…”, Números 20:10 (BLA). Moisés deshonró al Señor en presencia de todo el pueblo y fue considerado incrédulo, rebelde y traidor: “Ustedes… desobedecieron mis órdenes...”, Números 27:14 (DHH). “… Me traicionaron ante los israelitas…”, Deuteronomio 32:51 (NTV). “… Puesto que… no creyeron en mí, no llevarán a esta congregación a la tierra que les he dado”, Números 20:12 (RVC). Advierte un detalle. Aarón y Moisés son condenados en el mismo lugar donde cuarenta años atrás lo había sido el pueblo de Israel y por los mismos pecados. ¿Existe algún principio espiritual detrás de esta ‘coincidencia’? Claro que sí. Ni Aarón ni Moisés pudieron escapar del ambiente tóxico en el que vivían. Fueron alcanzados por el espíritu rebelde e incrédulo que dominaba a toda la congregación. ¿No crees que deberíamos prestar más atención a los ambientes espirituales en los que nos movemos? A veces la tentación proviene de una sola persona, un amigo, un consejero o incluso de un familiar querido. Que Dios nos otorgue sabiduría para tomar las decisiones que sean necesarias antes de que nuestra fe se apague y terminemos lejos de Dios. Piénsalo de esta manera. Si el gran Moisés no pudo desprenderse de la influencia nefasta de su pueblo incrédulo y terminó perdiendo como todos ellos la tierra prometida, ¡cuánto más nosotros deberíamos velar atentamente por el bienestar de nuestra vida espiritual!
 
Volvamos la mirada al día en que Moisés pecó. El pueblo murmuraba. Eso no sería nada extraño si no fuera por el hecho de que quienes lo hacen no son los que salieron de Egipto. ¡Son sus hijos! ¿Y cómo podría ser de otra manera? Durante años ingirieron el veneno de la incredulidad que sus padres le daban. Aquel viejo espíritu de queja estaba nuevamente en ebullición. La disciplina divina no había producido ninguna lección positiva en el pueblo: “En vano castigo a mi pueblo, pues rechaza mi corrección”, Jeremías 2:30 (BAD). Los israelitas sufrieron bajo la disciplina del Señor y sin embargo no aprendieron la lección. El pecado del que nunca se deshicieron fue el único estorbo para cumplir con el sueño de conquistar la tierra prometida. Sufrir no es agradable, pero sufrir sin aprender la lección es peor aún porque el sufrimiento se perpetúa. ¡Si somos corregidos por el Señor que por lo menos valga la pena! Que Su disciplina nos convierta en personas más dóciles, humildes y obedientes. Los israelitas fueron incrédulos desde que salieron de Egipto y murieron siendo incrédulos. Nunca aprobaron la materia de la fe. ¿No sucede algo parecido con nosotros? ¿No son los mismos viejos pecados de siempre los que bloquean las bendiciones de Dios? Un viejo hábito, una mala costumbre, una adicción que nos domina o un pecado que protegemos. Son esas cosas las que hacen desgraciada nuestra vida. Son esas cosas las que limitan nuestro potencial y condicionan nuestra vida espiritual. En definitiva, esas cosas nos amargan la vida y si no las resolvemos a tiempo arruinarán completamente los planes de Dios para nosotros. ¿Qué área de tu vida no has rendido todavía a Dios? ¿Cómo se llama ese pecado que bloquea tu acceso a Su presencia y Su bendición? Posiblemente seas un diez en muchas áreas pero existe un pecado que te tiene a sus pies. Un viejo asunto sin resolver que no te deja despegar. ¿Será el odio? ¿El enojo? ¿La falta de perdón? ¿La envidia? ¿La ingratitud? ¿Las quejas? Generalmente es un solo pecado el que nos molesta y es ese pecado el que tiene el potencial de arruinarnos para siempre. Moisés era un 10 en todas las áreas de la vida menos en una: la paciencia. Y por la impaciencia no resuelta tuvo el mismo destino de aquellos que murmuraron y se quejaron de Dios toda la vida. Deja de convivir con aquello que hace y hará desgraciada tu vida. Resuelve el asunto de una vez y para siempre. No puedes relajarte en la vigilancia contra el pecado. La negligencia en resolver el asunto que tienes pendiente podría arruinar tu vida para siempre.
 
El ejemplo de los israelitas debería bastarnos. Nunca se desprendieron de la incredulidad y por eso nunca gozaron de la tierra prometida. ¿Y qué decir de Moisés? El problema que no supo resolver a tiempo lo descalificó para siempre: el enojo. Fracasó en lo que había sido su fortaleza: la mansedumbre. Moisés nunca resolvió la ira. Perdió su bendición y no entró a la tierra prometida a causa de su enojo. Enojado mató a un egipcio (Éxodo 2:11-14) y luego habló impulsivamente al faraón: “… Ardiendo de enojo, salió de la presencia del faraón”, Éxodo 11:8 (NTV). El enojo lo llevó a romper el único documento escrito por Dios: Moisés se enojó mucho cuando… vio al becerro de oro y al pueblo bailando. Entonces arrojó las tablas contra el suelo, las cuales se hicieron pedazos al pie del monte”, Éxodo 32:19 (PDT). El enojo era justificable pero no la forma en la que lo expresó. Peor que eso: “Agarró al becerro que el pueblo había hecho, lo quemó en el fuego y lo molió hasta volverlo polvo. Después roció el polvo sobre el agua e hizo que los israelitas se tomaran esa agua, Éxodo 32:20 (PDT). Nosotros hemos disculpado a Moisés por destruir las tablas en un arranque de ira, pero Dios nunca lo hizo. Dios nunca aprobó la forma en la que expresó su rabia. ¿Y cómo lo sabemos? Porque el Señor lo mandó a labrar las dos tablas en las que escribiría nuevamente los mandamientos. La primera vez fue hecho todo por Dios, pero ahora debía ser un trabajo realizado por Moisés, Éxodo 34:1. Dios fue tolerante, esperó pacientemente a que Moisés resolviera el problema del enojo. Cuatro décadas después del incidente de las tablas Dios puso a Moisés nuevamente detrás del pupitre. Tuvo que rendir la misma materia que había reprobado anteriormente. Fue probado en la paciencia. ¿Y cómo le fue? Volvió a reprobar y esta vez lo arruinó todo, Números 20:8-12. Dios ya no toleró más sus berrinches y lo condenó a morir antes de entrar a la tierra prometida. Dios fue paciente e indulgente mientras Moisés continuaba perdiendo la calma, rompiendo tablas y golpeando rocas. Hasta que al final Dios dijo: “¡Basta!”. ¡Aunque parezca increíble, el hombre al que Dios llamó el más manso de la tierra (Números 12:3) perdió su bendición debido al enojo! Parece que el enojo era un problema familiar no resuelto. Su antepasado Leví (Éxodo 2:1) había tenido el mismo problema: “Simeón y Leví son como fieras que atacan siempre con violencia. No quiero estar con ellos, ni andar en su compañía, porque en un arranque de enojo mataron gente... ¡Maldita sea su furia!”, Génesis 49:5-7 (TLA). ¿Te das cuenta? Hay una tendencia a cometer los mismos pecados que cometieron nuestros padres y abuelos: “Hemos pecado, lo mismo que nuestros padres...”, Salmo106:6 (NVI). ¡Entiéndase bien! No insinuamos que el pecado de papá será el de su hijo. Lo que decimos es que necesitamos estar bien atentos para no ceder a los mismos pecados que arruinaron nuestra familia tiempo atrás y que podrían arruinarnos a nosotros hoy en día. La Biblia dice que: El enojo es cruel, la ira es destructiva…”, Proverbios 27:4 (TLA). ¿Es tu problema el enojo? ¡Cuidado con las terribles consecuencias de un genio sin control! Al igual que Moisés muchos creyentes echan a perder sus vidas y ministerios a causa del enojo. ¿Existe alguna persona a quien no hayas perdonado? ¿Existe rencor, odio o resentimiento en tu corazón? ¿Eres de enfurecerte fácilmente? ¿Te falta dominio propio? ¿Puedes controlar tu ira? Cuando te enojas, ¿es por mucho tiempo? ¿Eres renuente a amansar tu mal carácter? Piensa en las trágicas consecuencias de Moisés antes de dar rienda suelta a la furia.
 
¿Fue perdonado Moisés por su pecado? Sí. Pero la gracia de Dios no invalidó su justicia. La gracia lo perdonó, pero la justicia no le permitió poner un pie en la tierra prometida. Tengamos cuidado de no manchar la gloria de Dios. El Señor puede ser grande en misericordia pero no será eternamente paciente. ¿Perdonador? Sí. Pero nunca olvides que existen ocasiones en que aun los pecados perdonados traen consecuencias terribles. En un momento de furia Moisés perdió el derecho de liderar a Israel y desechó la oportunidad de entrar a la tierra de la promesa. ¡Que Dios nos guarde y nos ayude a no perder todo en un horrible momento de enojo!