Parábola de los talentos 29/11/2020 #1120
Episode 123, Nov 30, 2020, 12:26 PM
Pastor José Luis Cinalli
29/11/2020
Parábola de los talentos
“… Un hombre… llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos… a otro dos, y a otro uno… y luego se fue lejos. El que había recibido cinco… ganó otros cinco… el que había recibido dos, ganó… otros dos. Pero el que había recibido uno… cavó en la tierra, y escondió el dinero… Después… vino el señor… y arregló cuentas… Al que había recibido cinco talentos… su señor le dijo: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. … El que había recibido dos… dijo: … he ganado otros dos… Su señor le dijo: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Pero… el que había recibido uno… dijo: “Señor… tuve miedo, y… escondí tu talento… aquí tienes lo que es tuyo”. … Su señor, le dijo: “Siervo malo y negligente… Quitadle el talento, y dadlo al que tiene diez… Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”, Mateo 25:14-30.
El hombre de la parábola representa a Jesús quién hoy en día ‘está de viaje’. Físicamente no está con nosotros y en su ausencia nos encomendó administrar sus ‘negocios’. La parábola no solo se refiere a los dones espirituales sino a todas las oportunidades de servicio que tenemos, incluyendo los bienes materiales, el tiempo, el cuerpo, la proclamación del evangelio y la preparación académica. Todo es de Dios y todo debe ser utilizado para su beneficio sabiendo que a su regreso rendiremos cuenta de nuestra mayordomía. Resaltemos ahora algunos principios bíblicos encontrados en esta parábola:
1) El principio de la mayordomía. Un hombre está por emprender un viaje, de modo que llama a sus siervos y les encarga la administración de sus bienes. El amo espera que sus siervos multipliquen el capital y no solo que lo cuiden. Debían invertir agresivamente los talentos para generar fuertes ganancias a favor de su señor. Lo mismo espera Dios de nosotros. Los talentos que el Señor nos confió deben ser usados para su beneficio. Recordemos que no somos dueños sino administradores de las cosas de Dios. Ahora bien, cada uno de nosotros tiene lo que Dios ha determinado que tenga. Algunos recibieron cinco talentos, otros solo uno. Pero cuidado con creer que merecemos lo que tenemos: “¿Quién ha dicho que tú eres mejor que los demás? Todo lo que tienes, Dios te lo ha dado. Entonces, ¿por qué presumes como si lo hubieras conseguido tú mismo?”, 1ª Corintios 4:7 (PDT). Seamos agradecidos porque si fuera por merecimientos no tendríamos nada. Por otra parte, ¿cómo te atreves a pensar que lo que recibiste es poco? La confianza de Dios al darte lo que tienes es una prueba para ver si puede confiarte aún más. Lo que interesa no es cuánto recibimos sino cómo lo usamos. Lo malo del siervo negligente es que escondió el talento, y por eso fue condenado. En resumen: todo lo que tenemos debe ser usado para glorificar a Dios. Ya sea dinero, dones, talentos, influencia, tiempo, capacidades u oportunidades; todo debe ser utilizado para edificar su iglesia y extender su reino.
2) El principio de la productividad. El hombre de la parábola esperaba que sus siervos fueran productivos con sus talentos. Lo mismo espera Dios de nosotros: “En esto es glorificado Mi Padre, en que den mucho fruto…”, Juan 15:8 (NBLH). Según Jesús el que produce y lleva frutos es considerado siervo bueno y fiel, pero el que no da frutos es considerado siervo malo y negligente; además, es castigado: “El que no produzca buenos frutos será cortado y echado al fuego para que se queme”, Mateo 3:10 (PDT). A simple vista pareciera que el señor de la parábola es una persona egoísta y avara pues solo está interesado en que sus siervos produzcan para él. Pero eso no es cierto porque al final tanto el capital como los intereses quedan en manos de los siervos. El que lleva frutos recibe más bendiciones. Si queremos más de Dios debemos ser fieles en el uso de las oportunidades de servicio que nos brinda. Fieles en predicar la palabra y fieles en cumplir la misión. Una persona que no invierte sus talentos para el beneficio de Dios no es un buen administrador. El pecado del siervo malo consistió en guardar su talento en lugar de multiplicarlo. ¡Cuántas personas esconden la Palabra de Dios en lugar de compartirla! ¡Cuántos creyentes entierran sus dones y ministerios! Que nadie olvide que el Señor regresará y nos emplazará a rendir cuentas. Advierte un detalle más. El amo felicita a quienes han multiplicado su dinero y les dice que han sido fieles en lo poco. Pero dos talentos no era poco y mucho menos cinco. Un talento equivalía a 6000 denarios y cada denario equivalía al jornal diario de un trabajador. Entonces, los cinco talentos equivalían al sueldo de casi diez años de trabajo. ¿Por qué dice que era poco? Porque los recursos económicos nunca tendrán el valor de los recursos espirituales. Por eso el Señor dice: “Voy a encargarte cosas más importantes”, Mateo 25:23 (TLA). ¿Te das cuenta de la importancia de los bienes espirituales que se nos ha confiado?
3) El principio de la recompensa. Los que multiplicaron sus talentos recibieron elogios, Mateo 25:21. ¿Qué otra cosa podría ser mejor? La recompensa de los talentos no era nada comparado con la honra de su señor. La alegría del Padre vale más que sus regalos. En segundo lugar fueron considerados fieles, Mateo 25:23. Fiel es la persona con la que se puede contar. ¿Puede Dios contar con nosotros? En tercer lugar fueron promocionados en sus trabajos, Mateo 25:23. A quienes sean fieles en el servicio a Dios en esta tierra se les dará la oportunidad de rendir un servicio aún mayor aquí y en el nuevo cielo y la nueva tierra. La recompensa por un trabajo bien hecho es más trabajo. Qué paradoja. La gente está feliz cuando tiene más trabajo, pero no parece ocurrir lo mismo con los creyentes que no saben cómo deshacerse de las responsabilidades espirituales. En cuarto lugar fueron prosperados económicamente. Recibieron el capital inicial (los talentos) y los intereses. En quinto lugar entraron en el descanso de su Señor, Mateo 25:23. Es la recompensa de la felicidad eterna; el premio de estar con Cristo por toda la eternidad. Finalmente hubo una recompensa más pero solo para el que multiplicó diez veces. Recibió el talento que le fue quitado al siervo malo: “Porque al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce se le quitará hasta lo que tiene”, Mateo 25:29 (BLA). Este principio de mayor productividad mayor recompensa está asegurado por otro texto bíblico: “A los que escuchan mis enseñanzas se les dará más comprensión, y tendrán conocimiento en abundancia. Pero a los que no escuchan se les quitará aun lo poco que entiendan”, Mateo 13:12 (NTV). Observemos ahora el doble castigo del siervo malo. En primer lugar se le quitó el talento que había recibido. Los dones que no se usan se pierden. En segundo lugar fue arrojado a las tinieblas, un lugar dónde solo existe el llanto y el crujir de dientes. ¡Qué escenario tan horrible le espera al profesante de fe improductivo! Recapacitemos. El siervo malo fue condenado por guardar su talento en vez de invertirlo. Enterró el talento con la idea de devolvérselo intacto a su señor. ¡Cuántos creyentes hacen lo mismo hoy en día! Esconden no solo su talento sino también su fe y su testimonio. Cuidado porque si elegimos el camino de la ‘devolución’ el fin que nos espera será el mismo del siervo malo.
¿Por qué razón el siervo malo no hizo nada con su talento? Porque tuvo miedo. “Tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo”, Mateo 25:25. Acaso, ¿no es esa la principal razón por la que rehusamos servir con nuestros talentos? Miedo a hacer el ridículo, miedo a prestar el vehículo y que se rompa, miedo a ir a la iglesia y ser contagiado, miedo a testificar y que se burlen, miedo a llevar a mis hijos al culto infantil y que mi pareja se enoje. Miedo, miedo y más miedo. Y la obra del Señor queda postergada y el talento queda dormido. Recuerda que Dios solo premia la fidelidad. Los que no den frutos no pueden esperar el mismo trato que los que son fieles. No hemos sido llamados a guardar los talentos que se nos dio. Al contrario, debemos trabajar al tope de nuestras fuerzas y capacidades para que la iglesia del Señor sea edificada, su reino sea extendido y su nombre sea glorificado.
Si hoy fuéramos llamados a la sala del trono para rendir cuentas de lo que Dios puso en nuestras manos, ¿cómo crees que nos iría? Imagina al Señor diciéndonos: “Te di una misión, ¿qué hiciste?”. “Te di dones, habilidades, dinero, tiempo. Te di una familia, un ministerio. Te di un llamado. ¿Qué hiciste con ellos?”. Cuidado porque el día en el que rendiremos cuenta de nuestra mayordomía llegará. De modo que debemos estar preparados porque ya sea al final de los tiempos cuando Cristo regrese o, al final de nuestra vida, tendremos que presentarnos delante de Él para rendir cuentas. Si ese día fuera hoy, ¿qué nos diría el Señor al vernos? ¿Se alegraría o nos cerraría las puertas en la cara como hizo con las vírgenes insensatas? El día en que Cristo recompense a sus siervos habrá alegría pero también tristeza. Muchos llorarán por la escasa recompensa recibida al recordar las oportunidades desperdiciadas aquí en la tierra. Llorarán al saber que pudieron tener un final diferente. Recuerda que una festiva bienvenida en los cielos les aguarda a los siervos que no escondieron sus talentos sino que lo invirtieron para Dios.