Perdóname, ayúdame, levántame 27/12/2020 #1124
Episode 127, Dec 29, 2020, 03:45 PM
José Luis Cinalli
27/12/2020
Perdóname, ayúdame, levántame
La Biblia revela la manera exacta en la que Dios desea ser tratado. Basta con escudriñarla bajo la guía del Espíritu Santo y sabremos cuál es el protocolo para entrar a su presencia y disfrutar de su comunión.
1) A Dios le agrada estar cerca de nosotros. Dios ha cambiado de domicilio varias veces. El motivo es estar cada vez más cerca de su pueblo escogido. Cuando Dios llamó a Israel lo hizo desde el cielo (Éxodo 20:22) pero luego les habló desde el monte (Éxodo 19) y finalmente desde el tabernáculo, Éxodo 25:8. Su último cambio de domicilio tuvo lugar en pentecostés y ahora “Dios está en nosotros”, 2ª Corintios 6:16 (TLA). “Canta alabanzas y alégrate… porque Yo vengo a morar en medio de ti…”, Zacarías 2:10 (BTX). Semejante privilegio nunca ha sido valorado. Los israelitas rechazaron su amistad: “… No queremos oír nunca más la voz de… Dios…”, Deuteronomio 18:16 (NTV). Y nosotros, ¿lo tratamos mejor? ¿Somos buenos hospedadores de su presencia? ¿Es recibido con los honores de un rey? Pareciera que no. La humanidad entera le ha dado la espalda y nosotros somos cómplices con nuestro silencio. ¿Cómo crees que nos irá mientras sigamos haciéndole la guerra a Dios? Esta actitud nos traerá más dolor y sufrimiento. ¡Basta ya de pelear contra Dios! ¡Basta de violentar sus leyes! Bajemos nuestras armas y levantamos la bandera blanca. Quizás así el Señor tenga misericordia y nos perdone semejante insensatez.
2) A Dios le agrada que sus hijos sean santos. Dios ofrecía comunión mediante su presencia en el tabernáculo pero esa comunión se mantenía mientras el pueblo estuviera apartado de todo mal. ¡Debían ser santos! La palabra santo significa apartarse del pecado para dedicarse al servicio de Dios: “Consagren su vida para ser santos…”, Levítico 20:7 (NTV). Dios es santo y sus hijos deben ser santos también: “Sean santos, porque yo, el Señor… soy santo”, Levítico 19:2 (NVI). “La voluntad de Dios es que sean santos…”, 1ª Tesalonicenses 4:3 (NTV). “Dios nos ha llamado a vivir vidas santas…”, 1ª Tesalonicenses 4:7 (NTV). “… Vivan de una manera completamente santa…”, 1ª Pedro 1:15 (DHH). ¿Por qué es tan importante la santidad? “Porque los que no son santos no verán al Señor”, Hebreos 12:14 (NTV). Dios espera que seamos santos en todos los aspectos de la vida: en la familia, en las relaciones sociales, en los negocios, en las costumbres, en la vida íntima, en el vestido, en las relaciones sentimentales, en el trabajo, en las amistades y en la salud. Ningún detalle de la vida diaria escapa al principio de la santidad. Si Dios tiene cuidado de nuestros cabellos, es lógico que aun nuestros cabellos lleven honra a su Santo Nombre. El Dios que nos compró a un alto costo reclama una entrega igual de nuestra parte. ¡A Dios le agrada que nos consagremos totalmente a Él!
3) A Dios le agrada que los líderes sean santos. “Si el sacerdote ungido pecare… haciendo recaer la culpa sobre el pueblo…”, Levítico 4:3 (RV60 y PDT). Levítico 4 trata del pecado de los hijos de Israel pero arranca con el del sacerdote ungido. No es que su pecado sea más grave sino que produce mayores consecuencias. ¿Por qué? Porque contamina a todo el pueblo: “Lo que hacen los sacerdotes, el pueblo también lo hace”, Oseas 4:9 (NTV). El pueblo siempre sufre por el pecado de su líder. Dios les dijo a los sacerdotes: “… Si siguen mis instrucciones, el enojo del SEÑOR nunca jamás se encenderá contra el pueblo…”, Números 18:5 (NTV). El líder ejerce influencia directa o indirecta, consciente o inconsciente sobre cada persona que lidera. Por eso antes de tratar con el pecado del pueblo el líder debía restaurar su condición espiritual. El sacerdote tiene que gozar de una correcta relación con Dios antes de ministrar al pueblo. Debe ser el primero en respetar sus leyes antes de pretender que otros también lo hagan. Para los líderes la teoría acerca de la victoria contra el pecado es impecable pero en la práctica suelen vivir derrotados por él. La presencia del pecado en la vida del sacerdote ungido es la principal razón de su impotencia ministerial y falta de visión. ¿Y sabes por qué? Porque el pecado tiene el poder de atar a una persona: “… Se verá atado por sus… pecados”, Proverbios 5:22 (BL95). Probablemente siga predicando pero lo hace sin unción y sin poder, y ¡sin resultado! No podrá ocultar el pecado por mucho tiempo. Por más peluca de hipocresía que se ponga tarde o temprano todo el mundo verá la calvicie moral. En definitiva, si queremos tener poder, unción y revelación debemos tratar con el asunto del pecado: “… Los sacerdotes que se acerquen a mí… deben santificarse para que… no los castigue”, Éxodo 19:22 (PDT). Los hijos de Elí son un claro ejemplo de lo que ocurre cuando se ministra sin santidad. ¿Y qué decir de Moisés? Dios le dijo: “… Por no haber… reconocido mi santidad… no serán ustedes los que lleven a esta comunidad a la tierra que les he dado”, Número 20:12 (NVI). ¿Por qué fue tan duro Dios con Moisés? Porque “… a quien se le ha dado mucho, mucho se le pedirá… y… a quien se le ha confiado mucho, aún más se le exigirá”, Lucas 12:48 (NTV). ¿Seguiremos sufriendo o pondremos fin a la tiranía del pecado en nuestras vidas? Para todo aquel que quiera resolver el asunto del pecado le sugerimos:
- Hacer limpieza. “… Limpia tu vida”, Job 22:23 (NTV). “… Limpia tu corazón”, Jeremías 4:14 (NTV). “… Limpia tu conciencia”, 1ª Timoteo 1:19 (NTV). En definitiva: “… Lleven una vida limpia”, Filipenses 2:15 (NTV). La limpieza no es responsabilidad de Dios sino nuestra: “Lávense… y quiten sus pecados de mi vista. Abandonen sus caminos malvados”, Isaías 1:16 (NTV). “…Dejen de hacer el mal…”, Santiago 4:8 (TLA). Limpia tu casa y también tu corazón. Limpia tu computadora y también tu círculo de influencia. Si tienes dudas acerca de si alguna cosa agrada o no a Dios sigue el principio de limpieza y despréndete de todo lo que sea dudoso. Purifica todo con la sangre purísima del Señor: “… Su sangre purifica… el mal que hemos hecho para que así podamos adorar al Dios viviente”, Hebreos 9:14 (PDT). Confiesa todos tus pecados, los nuevos, los viejos y los que proteges desde hace años aun con tu propia vida. David dijo: “… Te confesé todos mis pecados… ¡y tú me perdonaste!...”, Salmo 32:5 (NTV). Cuando David se deshizo de su pecado Dios le dijo: “Te guiaré por el mejor sendero para tu vida; te aconsejaré y velaré por ti”, Salmo 32:8 (NTV). Es absolutamente imposible acercarse a Dios a menos que seamos limpios de pecado. Y la mancha del pecado es absolutamente imborrable a menos que se borre con sangre y no cualquier sangre; solo con sangre pura e inocente. Por eso el animal que se ofrecía en el altar tomaba el lugar del pecador. El pecador transfería sus pecados al animal y de ese modo era perdonado y se restablecía la relación con Dios, Levítico 1:4. La muerte de Cristo fue el último sacrificio requerido. Él fue nuestro substituto y pagó el precio del pecado muriendo en la cruz: “Dios ofreció a Jesús como el sacrificio por el pecado. Las personas son declaradas justas a los ojos de Dios cuando creen que Jesús sacrificó su vida al derramar su sangre…”, Romanos 3:25 (NTV). Jamás olvides y nunca dejes de dar gracias a Dios por semejante acto de amor.
- Hacer reparación. El incesante humo que se elevaba por encima del altar del sacrificio todos los días constituían un recordatorio de lo costoso que resultaba ser el pecado. Cuando un israelita pecaba debía ofrendar un animal propio para saldar la cuenta por el pecado. Pero no cualquier animal sino uno de los más caros. Y si el pecado además involucraba la propiedad ajena debía restituir el daño y añadir un 20%. Y eso no era todo, además debía admitir su culpabilidad y confesar su pecado, Levítico 5:4-5. El pecado costaba caro y aún más para los líderes que requería una ofrenda más costosa que la del hombre común. ¡El pecado es la cosa más cara del universo! El pecado nunca es un buen negocio. Jamás rinde buenos dividendos. ¡Aléjate del pecado o el pecado te alejará de Dios!
- Hacer ofrenda. ¿Qué clase de ofrenda es la que Dios requiere de nosotros? ¿Dinero? Mucho más. Espera que el sacrificio sea nuestra propia vida. En el AT cuando un israelita pecado llevaba el animal para ser quemado totalmente. El que ofrecía la ofrenda ponía simbólicamente también su vida sobre el altar. Era más excelso de todos los sacrificios ofrecidos porque representaba la consagración de la persona. Pablo aludía este tipo de sacrificio cuando dijo: “… Les ruego que entreguen toda su vida como sacrifico vivo a Dios… Esa ofrenda que es su vida debe estar dedicada solamente a Dios para poder agradarle…”, Romanos 12:1 (PDT). Cuando el creyente se consagra enteramente su vida exalta un aroma agradable que sube a la presencia misma del Señor. Pero existe un detalle aún más importante. La consagración debe ser diaria tal como Dios lo había establecido entre los israelitas, Éxodo 29:38-42. ¿Estás dispuesto a consagrarte a Dios? ¿Estás disponible para ser un instrumento en las manos poderosas del Señor? Tu consagración es lo que Dios espera para hacer grandes cosas en y a través de ti.