Parábola del rico insensato 10/1/2021 #1126
Episode 129, Jan 11, 2021, 12:18 PM
José Luis Cinalli
10/1/2021
Parábola del rico insensato
“Uno… pidió a Jesús: “Maestro, dile a mi hermano que me dé mi parte de la herencia… Jesús… dijo: “… Eviten con gran cuidado toda clase de codicia… Entonces… contó esta parábola: “Había un hombre rico, cuyas tierras dieron una gran cosecha. El rico se puso a pensar: “¿Qué haré?”… y se dijo: “… Derribaré mis graneros y levantaré otros más grandes, para guardar… mi cosecha… Luego me diré: Amigo, tienes muchas cosas guardadas para muchos años… come, bebe, goza de la vida”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta misma noche perderás la vida, y lo que tienes guardado, ¿para quién será? Así le pasa al hombre que amontona riquezas para sí mismo, pero es pobre delante de Dios”, Lucas 12:13-15 (BLA), 16-21 (DHH).
Según Jesús la necesidad principal del hombre de la parábola no era la herencia que su hermano le negaba sino deshacerse de la codicia de su corazón. El Señor es exageradamente enfático en este punto: “… Estén atentos y cuídense… eviten con gran cuidado toda clase de codicia…”, Lucas 12:15a (NBLH) 15b (BLA). Debemos cuidarnos de la codicia como si fuera una serpiente venenosa. Es cuestión de vida o muerte. Si no la matamos nos mata: “La codicia… engendra la muerte… quita la vida de sus poseedores”, Santiago 1:15 (BLA) y Proverbios 1:19. La gente mata por codicia: “Codician lo que no tienen y matan por conseguirlo…”, Santiago 4:2 (NT-BAD). Casi todos los mandamientos están relacionados con el que dice: “No codiciarás… cosa alguna de tu prójimo”, Éxodo 20:17 (OSO). Por ejemplo, cuando se dice que no cometamos adulterio es una referencia a no codiciar el cónyuge de otra persona. Ahora bien, aun cuando la codicia es mala la gente no la ve con malos ojos. Una de las ‘virtudes’ del ‘gaucho gil’ que seduce a tanta gente era su actitud de quitarle al rico para darle al pobre. Son muchos los que se entusiasman con los discursos preelectorales que prometen una mejor distribución de la riqueza. Pero, ¿cómo lo hacen? Promulgando leyes en las que el gobierno se queda con parte del patrimonio de las personas. ¿Has visto manifestaciones en contra de semejante acto de codicia? No. Y, ¿por qué no? Porque esas leyes acarician nuestro lado egoísta. La codicia es letal. Basta decir que miles de ángeles perdieron el cielo por codiciar el trono del Señor. Adán y Eva fueron despojados del paraíso por querer ser como Dios. La esposa de Lot murió por codiciar Sodoma. Acán perdió la familia por codiciar un manto babilónico y David perdió la unción por codiciar la esposa de su mejor soldado. Examinemos al hombre rico de la parábola. Es necio porque:
1) Ignora a Dios como la fuente de su bendición. El hombre se atribuyó el crédito de todo lo que tenía. Habla de “mis graneros” y “mis cosechas”. Pero no eran sus cosechas. Jesús dijo que la cosecha se debía al terreno, no a su esfuerzo: “El terreno… produjo una buena cosecha”, Lucas 12:16 (NVI). Sin la ayuda de Dios su trabajo no hubiera servido de nada. El egoísmo y la codicia del hombre rico no tenían límites. La ley establecía que las personas debían darle a Dios los primeros frutos de su cosecha. Pero el hombre no lo hizo. Entiéndase bien, el hombre era necio no porque tenía riquezas sino porque confiaba en ellas en lugar de confiar en Dios. Retuvo, al igual que muchos creyentes hoy en día, lo que le correspondía a Dios. Son asombrosas las excusas de la gente para no darle a Dios. Por ejemplo suelen decir que el diezmo es una ley del A.T. Y es verdad. Pero lo que esa gente ignora es que el diezmo es una ley moral y por lo tanto nunca pierde vigencia, a diferencia de las leyes ceremoniales que ya no se aplican. No es sabiduría robarle a Dios. Tampoco ser un desagradecido. La Biblia dice que “todo lo bueno que hemos recibido… viene de Dios”, Santiago 1:17 (PDT). Cuidado con atribuirnos el crédito de lo que tenemos. Y cuidado con olvidarnos de Dios en medio de la prosperidad. Ese era el temor de Moisés en su travesía a la tierra prometida. Las grandes dificultades del desierto no le quitaban el sueño. Moisés sabía que el peligro más grande que debían enfrentar era la prosperidad de la nueva tierra. Habló claramente a su pueblo diciendo: “El Señor… les prometió… una tierra. Cuando te permita entrar a ella, te dará ciudades grandes y buenas, que tú no construiste; casas llenas de cosas buenas que tú no compraste… Cuando hayas comido y estés satisfecho, sé cuidadoso de no olvidar al Señor, que te sacó de la tierra de Egipto, donde eras esclavo”, Deuteronomio 6:10-12 (PDT). Lo que Moisés temía sucedió. El pueblo prosperó y se olvidó de Dios. Lo mismo le sucedió al hombre rico de la parábola. Y lo mismo sucede hoy en día. Cuánta tristeza nos produce saber que el motivo principal por el que muchos creyentes dejan a Dios son las bendiciones. La ‘bendición’ de la casa de fin de semana les impide congregarse. La ‘bendición’ de un nuevo negocio o la ‘bendición’ de una nueva relación sentimental se convierte ahora en un obstáculo para servir a Dios. Esas personas han sido engañadas. Aceptaron la media verdad del diablo de que ahora tienen que cuidar la ‘bendición’. Ellos dicen: “Dios me dio esta familia, este negocio, esta casa y debo cuidarla”. Por supuesto que debes hacerlo. Lo que no debes hacer es dejar de congregarte o servir al Señor. Dios nunca tuvo en mente darte una bendición para que tomara su lugar en tu corazón. Cuidado con honrar más a las bendiciones que a aquel que te las dio.
2) Preveía solo para su futuro terrenal. El hombre rico y necio se dice a sí mismo: “¡Ya tienes suficiente para vivir muchos años!”, Lucas 12:19 (TLA). Advierte el contraste. El hombre asegura que tiene bienes para “muchos años” y Dios le dice “vas a morir esta misma noche”, Lucas 12:20 (NTV). El salmista dijo: “Ninguna cantidad de dinero es suficiente para poder vivir para siempre y librarse de la muerte… todos mueren por igual, y otros se quedan con sus riquezas. Aunque tuvieron tierras a su nombre, la tumba será para ellos su nuevo hogar… Uno puede tener mucho dinero, pero… morirá al igual que mueren los animales”, Salmo 49:8-12 (PDT). Entonces el hombre rico era necio porque se preocupaba solo por lo terrenal. Acumulaba tesoros que no podía llevar a su nuevo y definitivo hogar. Ni un solo grano de todos sus graneros pudo llevarse. Que oportuno es aquel dicho que dice: “la mortaja no tiene bolsillos”. No vivamos para el mundo equivocado. Hagamos riquezas que a la hora de abandonar este mundo podamos trasladar al venidero. Y, ¿cuáles son esas riquezas que duran para siempre? La relación con Dios: “El que almacena riquezas terrenales pero no es rico en su relación con Dios, es un necio”, Lucas 12:21 (NTV). Pero existe otra riqueza: las personas que hemos alcanzado para Cristo con nuestro testimonio y la inversión de nuestras posesiones materiales. Jesús dice: “… Usen las… riquezas de este mundo para ganarse amigos… Para que… ellos los reciban en las moradas eternas…”, Lucas 16:9 (DHH y LPD). Los amigos a los que Jesús se refiere son aquellas personas a quienes hemos alcanzado con el evangelio aquí en la tierra. Si usamos nuestros recursos para ayudar a que otros encuentren a Cristo la inversión nos brindará beneficios en la eternidad: “No depositen sus esperanzas en las efímeras riquezas de este mundo sino en el Dios vivo, quien siempre nos proporciona todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos… Empleen el dinero en hacer el bien… en buenas obras… De esta forma estarán acumulando en el cielo un verdadero tesoro para sí mismos. ¡Es la única inversión eternamente segura!...”, 1ª Timoteo 6:17-19 (NT-BAD). Mira a tu alrededor, ¿cuántas personas conoces que están trabajando arduamente por las riquezas que perduran? Muy pocas con relación a las personas que trabajan por cosas terrenales y pasajeras. Peor aún, son muchos los creyentes que han aceptado la sabiduría terrenal y trabajan solo por lo temporal. Salomón dijo: “Qué absurdo es pensar que las riquezas traen verdadera felicidad... acaparar riquezas perjudica al que ahorra…”, Eclesiastés 5:10-13 (NTV). El apóstol Pablo expresó: “… Nada trajimos a este mundo y nada podremos llevarnos al morir. Mientras tengamos ropa y comida, debemos estar contentos. Los que anhelan volverse ricos a veces hacen cualquier cosa por lograrlo, sin darse cuenta que ello puede dañarlos, corromperles la mente y por fin enviarlos al mismo infierno. ¡El amor al dinero es la raíz de todos los males! Hay quienes han dejado a Dios por correr tras las riquezas y al fin se han visto traspasados de infinitos dolores… Huye de estas cosas y dedícate de lleno a lo que es justo y bueno, aprendiendo a confiar en... Dios…”, 1ª Timoteo 6:7-11 (NT-BAD). El deseo de tener más sin la intención de darle a Dios en la misma proporción es contrario al verdadero evangelio. No gastemos la vida en las cosas equivocadas. Invirtamos tiempo, dones, capacidades, dinero y toda clase de recursos en cosas que podremos llevarnos con nosotros al morir. Seamos ricos en la fe, en nuestra relación con Dios y en buenas acciones. Seamos ricos invirtiendo en la salvación de las personas.
¿Dónde está puesta nuestra mirada? ¿En la cosas mundanas, terrenales y pasajeras o en las espirituales, celestiales y eternas? ¿Son las cosas nuestro dios? Puede que digamos que no pero si pensamos más en el vehículo, la billetera, el maquillaje, la ropa, la cuenta bancaria o las inversiones, estamos acumulando tesoros en la tierra y sirviendo a Mammón. Por otra parte, ¿le estamos dando a Dios lo que a Él le corresponde? Porque esa es una manera tangible de darnos cuenta donde está nuestro tesoro y por qué cosas estamos trabajando. Si de veras Jesús es nuestra perla de gran precio daremos todo para servirlo y lo que hagamos para Él tendrá su recompensa eterna. El camino correcto para comenzar a ser ricos en Dios es trabajar para las cosas eternas.