Parábola de la puerta angosta 28/2/2021 #1133

Episode 136,   Mar 03, 2021, 12:20 PM

28/2/2021
Pastor José Luis Cinalli
Parábola de la puerta angosta
 
“Alguien le dijo: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?”… Jesús contestó: “Traten de entrar por la entrada estrecha. Porque muchos querrán entrar al reino de Dios y no podrán. Cuando Dios cierre la puerta, si ustedes están afuera ya no podrán entrar. Tocarán a la puerta y dirán: “¡Señor, ábrenos!” Pero yo les diré: “… ¡No los conozco… apártense de mí! Ustedes se quedarán afuera, y llorarán y rechinarán de terror los dientes…”, Lucas 13:23-28 (RV60 y TLA).
 
Saber cuántas personas se salvarán en el mundo es una curiosidad teológica de poca relevancia. Jesús podría haber dado esa información al responder la pregunta con un “sí” o un “no”; pero no lo hizo. Más importante que saber cuántas personas entrarán al cielo es saber si nosotros entraremos. Saber si el ‘hotel celestial’ tiene la capacidad suficiente para alojar a todos los salvados no interesa porque Jesús dijo que en el cielo hay lugar más que suficiente para todos, Juan 14:2. El punto central es saber si nosotros mismos tendremos un lugar en el cielo de Dios. Esfuércense por entrar por la puerta angosta del reino de Dios...”, Lucas 13:24 (NTV). Aseguremos nuestra salvación siguiendo el camino señalado por Jesús:  
 
1)    Entremos por la puerta angosta. Al cielo solo se puede entrar por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que conduce al infierno; por eso millones… lo prefieren. En cambio, estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y muy pocas personas lo hallan”, Mateo 7:13-14 (NT-BAD). Existen dos puertas y dos caminos. La puerta ancha y el camino espacioso conducen al infierno, mientras que la puerta angosta y el camino estrecho te llevan al cielo. ¿Qué camino tomarás? Parece obvio pero no lo es. Jesús dijo que son millones los que toman el camino al infierno. ¿Por qué razón tomarían un camino que los conduce a un lugar de tormento? Porque no saben a dónde van. Han creído que el cielo es un destino automático. Seguramente has escuchado decir que las personas al morir pasan a una mejor vida. Pero eso no es verdad. El destino automático de todo ser humano es el infierno. Todo el mundo viaja por esta vida con una sentencia en sus manos que dice “culpable de pecado, condenado al infierno”. Caminamos derechito al lugar de tormento porque somos pecadores y estamos destituidos de la gloria de Dios: “Todos estamos bajo el poder del pecado… y bajo el juicio de Dios”, Romanos 3:9 (NTV) y 3:19 (PDT). Así como somos, es decir pecadores, no se nos permite entrar al cielo: “Tus ojos son demasiado puros como para mirar el mal…”, Habacuc 1:13 (PDT).
 
Para ir al cielo hay que tratar con el asunto del pecado, Romanos 6:23. Asistir a la iglesia, leer la Biblia o hacer contribuciones a los pobres no nos abre la puerta al cielo. Nuestro destino eterno de condenación solo es modificado cuando por medio de la fe aceptamos el sacrificio que Jesús hizo a nuestro favor, Juan 3:16. Él tomó nuestro lugar, pagó nuestra deuda y compró nuestra libertad. En otras palabras, para ser salvos y entrar al cielo tenemos que entrar por la puerta que es Cristo: Yo soy la puerta del reino de Dios: cualquiera que entre por esta puerta, se salvará…”, Juan 10:9 (TLA). Jesús es la puerta a la vida eterna, al cielo, a la salvación. Es imperioso pasar por esa puerta y estar del lado correcto antes de que la puerta se cierre y comience el juicio final. Jesús fue muy claro. Llegará el día en que muchos querrán entrar y no podrán porque la puerta estará cerrada. Y eso sucederá el día en que Jesucristo regrese o en su defecto el día de nuestra propia muerte. La persona que muere sin haber hecho las paces con Dios encuentra la puerta del cielo cerrada. Imagina por un instante ese cuadro desgarrador. La persona llorando desesperada, golpeando la puerta del cielo, alegando conocer a Dios y una voz de adentro que dice: “¡Fuera de aquí, ustedes, los malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus demonios!”, Mateo 25:41 (NTV). Qué sorpresa será verse en el infierno cuando toda la vida creyeron el evangelio del diablo; es decir, que les esperaba un destino feliz al final del camino: “… El día del juicio, muchos me dirán: “¡Señor, Señor! Profetizamos…, expulsamos demonios… e hicimos muchos milagros en tu nombre”. Pero yo les responderé: “Nunca los conocí. Aléjense de mí…”, Mateo 7:22-23 (NTV). Cristo los desconocerá como miembros del reino. ¿Por qué? Porque no tuvieron en cuenta a Dios mientras vivieron en esta tierra: “No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre…”, Mateo 7:21. Recuerda que la clave de la felicidad eterna está en el oído obediente.
 
Resaltemos la gran verdad revelada en este pasaje: la puerta al cielo es Cristo. Jesús dijo: “Yo soy la puerta”, Juan 10:9. “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, Juan 14:6. No dijo: “mis enseñanzas son el camino, la verdad y la vida”. El Señor no vino a este mundo afirmando saber la verdad sino que dijo: “Yo soy la verdad”. Y también dijo que nadie va al Padre sino es por medio de Él, Juan 14:6. La puerta de acceso a Dios es Cristo, no sus enseñanzas: Sin mí nadie puede llegar al Padre, Juan 14:6 (TLA). Nadie encuentra a Dios en la religión, en la naturaleza o en la moralidad. El que quiera encontrar a Dios tiene que hacerlo por medio de Jesucristo: Por medio de Cristo… tenemos nuestra entrada al Padre…”, Efesios 2:18 (NBLH); Efesios 3:12. Proclamar las enseñanzas de Jesús sin su autoridad no salva a nadie. Nadie va al cielo por creer las enseñanzas de Jesús sino por creer en el Jesús de las enseñanzas. El mundo y el diablo no te harán ningún problema si enseñas moralidad y ética cristiana. Al contrario, seguramente te recibirán con un cafecito de cortesía. Las normas morales no atentan contra el reino de las tinieblas. Satanás y el mundo están en contra de Jesucristo, no de sus enseñanzas. Ignorar a Dios en nuestro mensaje sería fatal porque ningún ser humano se salva siendo mejor. Se salva si Dios lo puede gobernar. Un evangelio que busca mejorar al hombre sin la autoridad de Cristo es del diablo. Un hombre puede ser íntegro durante toda su vida pero si no reconoce el señorío de Cristo se va al infierno. El diablo lo sabe muy bien por eso trabaja full time para que los creyentes no hagamos proselitismo. No se puede separar el nombre de Cristo de sus principios. Es un error creer que podemos ser reformados con las enseñanzas del Señor, sin el Señor de las enseñanzas.
 
En definitiva, no interesa saber cuántos serán salvos. Lo que interesa es saber si nosotros seremos salvos. No preguntemos: ¿qué será de tal o cual persona? sino, ¿qué haré yo y qué será de mí? El llamado es a entrar por la puerta angosta y a no retroceder. No se trata solo de entrar al Camino sino de permanecer en él. Entrar al Camino no tiene costo; permanecer en él implica sacrificio. Debemos ocuparnos de nuestra salvación: Trabajad con temor y temblor en vuestra propia salvación, Filipenses 2:12 (Castillian). La palabra “trabajad”, en el original, denota agonía. El esfuerzo que hay que hacer por mantenerse en el camino del Señor es intenso. La lucha es encarnizada. Nuestros enemigos, Satanás y nuestra vieja naturaleza, están empeñados en sacarnos del Camino. El concepto del sacrificio echa por tierra el pensamiento de muchos que creen que porque entregaron sus vidas a Jesucristo ya están adentro y pueden sentarse tranquilamente como si hubieran llegado a la meta. Para el cristiano la vida es un constante ir hacia delante y hacia arriba. Digámoslo otra vez: el camino a la vida eterna pasa por la estación del sacrificio. Jesús es nuestro modelo; eligió el sacrificio como el camino para redimir a la humanidad. Si para lograr nuestra salvación a Dios le costó su hijo y a Jesús su propia vida, ¿qué te hace creer que nosotros no debemos sacrificar nada por Él? Si persigues la gloria de Dios y buscas su presencia, tendrás ajustes que hacer, cosas que dejar, costumbres que cambiar y vicios que abandonar. En otras palabras, debes ir tras la obediencia y la santidad. La devaluación espiritual de una persona llega cuando cree que puede lograr prosperidad espiritual evitando el sacrificio.
 
2)    Entremos por la puerta angosta mientras todavía esté abierta. Para entrar al cielo existe solo una puerta y es angosta. Cualquier persona puede entrar por esa puerta mientras esté abierta. Llegará el día en que la puerta se trancará y ya nadie podrá entrar. El tiempo para buscar a Dios y arrepentirnos de nuestros pecados no es infinito. El evangelio es eterno, pero no tenemos toda la eternidad para recibirlo. El tiempo de salvación es ahora y la puerta es Cristo: “el que por mí entrare, será salvo…”, Juan 10:9. La salvación ha sido ofrecida a todos. De parte de Dios no hay obstáculo alguno. Jesús tiene voluntad de recibir a los pecadores, pero los pecadores no quieren acudir a Cristo y por lo tanto son pocos los que se salvan. ¿Cuál será tu decisión? ¿Qué harás con Jesús, llamado el Cristo? Entrar por la puerta no es difícil. Confiar la vida a Cristo tampoco lo es. Tú puedes hacerlo ahora mismo. Consigue tu pase al cielo. Asegura tu reservación en el ‘gran hotel celestial’.