Limpia tu mente de pensamientos negativos 30/5/2021 #1146

Episode 149,   May 31, 2021, 11:13 AM

Pastor José Luis Cinalli
30/5/2021
Limpia tu mente de pensamientos negativos
 
“Que todos mis pensamientos le agraden… al SEÑOR”, Salmo 104:34 (NTV).
 
Durante la adolescencia nos divertíamos con un juego llamado “batalla naval” o mejor conocido como el “juego de los barquitos”. Los jugadores manejan un tablero de océano y un tablero de tiro, cada uno dividido en casillas. Cada tablero representa una zona diferente del mar abierto. En una zona están los barcos de un participante y en la otra, la flota enemiga. En el primer tablero se colocan los barcos de un jugador, y se registran los tiros que se hace al oponente. Al comenzar el juego cada jugador posiciona sus barcos en sus tableros, de forma secreta e ignorada por el oponente. Ambos participantes ubican igual número de naves. Cada jugador dispara hacia la flota enemiga indicando las coordenadas de una casilla. Por ejemplo, el jugador que dispara dice: “L4”. Si esa posición está ocupada por un barco, el contrincante canta: “¡averiado!” si es que todavía quedan partes del barco sin dañar o, “¡hundido!” si es que con su disparo la nave ha quedado totalmente destruida. Si el disparo no toca ninguna nave se dice: “¡agua!”. El juego lo gana aquel participante que destruye en menos tiempo la flota enemiga. Es un hecho de que estamos en medio de una guerra espiritual sangrienta, cuyo escenario es la mente y, lo que está en juego es el destino eterno. Todos los creyentes están implicados en esta batalla. Satanás dispara su artillería pesada con la intención de arruinar nuestro mayor capital y hundirnos en las llamas del infierno. Veamos a continuación cuál es ese capital espiritual que Satanás intenta destruir:
 
1)    La comunión con Dios. El bien más preciado que tenemos es nuestra relación con Dios. Es el ‘porta avión’ de nuestra flota. Si el diablo logra hundirlo, todo nuestro ser estará perdido. ¿Por qué? Porque el secreto de una vida bendecida radica en la comunión con Dios. El diablo sabe muy bien que si logra poner una cuña en nuestra relación con Dios TODO lo demás sufrirá. Después que Adán y Eva pecaron la debacle fue cuestión de tiempo. Adán y Eva perdieron la familia, el trabajo, el ministerio y el Edén, pero antes habían ‘perdido’ a Dios en el lugar secreto. Cuando la prioridad de David fue Dios, él, su familia y su nación vivieron la época más esplendorosa de todas. Pero el día en que descuidó su vida espiritual todo se vino a pique. El desastre comienza cuando descuidamos el lugar secreto. Te lo advierto: ¡el diablo buscará hundir tu vida espiritual en las aguas de las dudas y la incredulidad! Por eso debemos estar vigilantes y no darnos licencias en la práctica de las disciplinas espirituales de la oración, la lectura y meditación de las Escrituras, los ayunos y las vigilias, entre otras. ¡La mejor manera que tienes para cuidarte y cuidar todo lo que Dios te dio es protegiendo tu comunión con Dios!   
 
2)    La fe en Dios. No existe algo que agrade tanto a Dios como la fe. La fe en Jesús te lleva al cielo y con fe se vence al mundo, 1ª Juan 5:4. En cambio, ¡la incredulidad te aleja de Dios y te condena al infierno! “En cuanto a los... incrédulos... les tocará ir al lago de azufre ardiente... y allí se quedarán, separados de mí para siempre, Apocalipsis 21:8 (DHH y TLA). El diablo nos quiere con él en el infierno y para eso debe hundir primero nuestra fe: “No quiere que crean y se salven”, Lucas 8:12 (BLA). ¡Cuida tu fe porque hasta el mismo Moisés tuvo dificultades con ella! El hombre que hablaba con Dios, cara a cara, y que fuera testigo de los más grandes milagros de la historia dudó de Dios y se perdió la tierra prometida, Números 20:12. Cantamos, adoramos y exaltamos al Señor reconociendo su poder, pero ante la mínima adversidad nuestra fe languidece. Bien lo dijo Jesús: “Creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan”, Lucas 8:13. La incredulidad limita el poder de Dios: “Por causa de la incredulidad de la gente no hizo allí muchos milagros”, Mateo 13:58 (NT-BAD). ¿Qué hacer para que el diablo no hunda nuestra fe? ¡Pasemos más tiempo con Dios! “... La fe viene por escuchar atentamente... la palabra de Dios, Romanos 10:17 (NT-Pesh). El fruto de la comunión con Dios es la fe. La fe te abre las puertas al cielo y te da acceso al trono de Dios. La fe te trae Sus bendiciones y la fe te sostiene en medio de las dificultades. La fe te da la victoria, te libra del infierno y te lleva a vivir con Dios por toda la eternidad. No puedes darte el lujo de perder la fe. Si escuchas menos al diablo y pasas más tiempo con Dios tu fe se disparará más que el dólar.   
 
3)    La paz de Dios. El “Príncipe de Paz” (Isaías 9:6), Jesucristo el Señor, ofrece paz: “… Hay paz con Dios por medio de Jesucristo…”, Hechos 10:36 (NTV). Cuando rendimos las armas del orgullo y humildemente nos arrepentimos de nuestros pecados y confesamos a Jesús como Señor y Salvador de nuestras vidas experimentamos de inmediato la paz con Dios y, por ende, la paz de Dios. Pero cuidado el diablo buscará robarnos la paz empujándonos a la desobediencia. “… Habrá… paz de Dios para quienes obedezcan al Señor…”, Romanos 2:9-10 (NT-BAD). La paz se consigue mediante la fe en Jesús, pero se conserva mediante la obediencia. ¡La desobediencia nos aleja de Dios y nos roba la paz! ¿No estás convencido? Mira a la cruz. El pecado clavó a Jesús y rompió la amistad con el Padre. Lo que no pudieron los líderes religiosos, lo que no pudo Satanás y sus demonios lo logró el pecado. No su propio pecado sino el de todos nosotros. Tengamos cuidado con pensar ligeramente acerca del pecado. Pablo dijo: “Podemos ver qué terrible es el pecado”, Romanos 7:13 (NTV). No subestimes el pecado. El pecado mata la comunión con Dios y sepulta nuestra vida espiritual. ¡Aléjate de él!
 
4)    La libertad en Dios. Éramos esclavos de Satanás, pero Jesús nos liberó de sus garras: “Él nos rescató de las tinieblas satánicas…”, Colosenses 1:13 (NT-BAD). Estábamos condenados al infierno, pero Dios nos dio vida eterna: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda (no perezca CJ), más tenga vida eterna”, Juan 3:16. Y éramos esclavos del pecado pero Dios nos liberó de ese enemigo: “Antes eran esclavos del pecado, pero… obedecieron… entonces fueron liberados del pecado…”, Romanos 6:17-18 (PDT). ¡Qué grande es nuestra libertad! ¿Cómo hace el diablo para hacernos perder la libertad? Nos seduce a pecar. El diablo sabe que las bendiciones se pierden mediante la desobediencia: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él”, Juan 3:36 (NBLH). Muchas personas creen que tienen el cielo asegurado por haber creído en Jesús. Sin embargo, Jesús afirmó que solo: “… el que obedezca mi enseñanza jamás morirá”, Juan 8:51 (NTV). Confesar a Cristo como nuestro salvador no nos salvará si decidimos seguir pecando voluntariosamente: “Si decidimos seguir pecando después de conocer la verdad… solo nos queda esperar el juicio terrible…”, Hebreos 10:26-27 (PDT). Si la fe sola salvara, no habría necesidad de obedecer el evangelio. Pero “Jesús… es fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen, Hebreos 5:9 (BLA). Jesús dijo “… Solo entrarán (al cielo) aquellos que verdaderamente hacen la voluntad de mi Padre…”, Mateo 7:21 (NTV). No basta solo con creer que Dios existe y que Jesús murió en la cruz, ¡debemos obedecerlo! No vuelvas a ser esclavo de Satanás. No sirvas a tu viejo amo: el pecado. No pierdas la vida eterna. ¡Obedece a Dios y tu libertad será total y definitiva! 
 
El amor de Dios. Dios nos adoptó como hijos: “… Dios decidió adoptarnos como hijos suyos…”, Efesios 1:5 (PDT). El diablo buscará cuestionar nuestra identidad de hijos de Dios. Eso hizo con Jesús en el desierto, Lucas 4:3. El diablo quería que Jesús dudara de su relación filial; lo atacó en su identidad para alejarlo del amor del Padre. La misma estrategia utiliza con nosotros para poner en duda la identidad que tenemos como hijos de Dios, redimidos, salvados por gracia, adoptados en su familia y constituidos herederos junto a Cristo del reino celestial: “Ya no eres un esclavo sino… hijo de Dios. Y, como eres su hijo, Dios te ha hecho su heredero, Gálatas 4:7 (NTV). Jesús no dudó de su identidad. No hizo nada para demostrar que era el Hijo de Dios. Era Hijo de Dios porque el Padre lo había declarado el día de su bautismo, Mateo 3:17. Nosotros tampoco debemos dudar de la identidad como hijos de Dios porque Él lo ha declarado cuando entregamos nuestras vidas a Jesús: “Pero a los que lo aceptaron y creyeron en él, les dio el derecho de ser hijos de Dios, Juan 1:12 (PDT). Eres hijo de Dios y en el cielo hay una gran fiesta. ¡Créelo! Dios ha declarado que tú eres SU hijo y que Él es TU PADRE. ¡Y eso debería ser suficiente! No necesitas ir por la vida mendigando un poco de aceptación y valorización. No eres huérfano. “Miren con cuánto amor nos ama nuestro Padre que nos llama sus hijos, ¡y eso es lo que somos!...”, 1ª Juan 3:1 (NTV). Dios es un padre bueno. Él te ama por lo que eres y no por lo que haces. No eres un accidente. Fuiste planeado por Dios, creado y amado por Él para un propósito eterno. Eres amado, aceptado, escogido, valioso y bendecido. Tu identidad depende de la aceptación de esta verdad. No dejes que el diablo te hunda en las dudas acerca del amor de Dios. Cuando la tentación de la orfandad te visite, tú grita bien alto: “soy hijo y soy amado y soy bendecido”.