Mi verdad, tu verdad y la Verdad 25/7/2021 #1154
Episode 165, Jul 26, 2021, 01:22 PM
25/7/2021
Pastor José Luis Cinalli
Mi verdad, tu verdad y la Verdad
“Conocerán la Verdad, y la Verdad los libertará”, Juan 8:32 (NT-BAD).
La verdad trae libertad si es que la creemos; de lo contrario nos golpea, perturba y desorienta. Cuando la verdad no nos conviene la rechazamos. Jesús dijo: “Nací… para traer la verdad a este mundo… Yo soy… la Verdad”, Juan 18:37 (NT-BAD) y Juan 14:6 (CJ). Sin embargo, los principales líderes religiosos se deshicieron de la Verdad. ¿Por qué? Porque la Verdad les molestaba: “Procuran matarme porque les dije la verdad…”, Juan 8:40 (NTV). La misma suerte corre hoy en día quien predica la Verdad. ¿Has notado la agresividad creciente contra la Iglesia del Señor? Sus detractores no se conforman con ignorar el mensaje que predica sino que además quieren deshacerse de ella. Cuando la Verdad molesta es atacada. Y nada ni nadie puede hacer cambiar a alguien que está decidido a no creer la Verdad. Ni siquiera un milagro.
Solemos creer que una clara manifestación divina puede hacer que una persona se vuelva a Dios. Pero la experiencia y la evidencia bíblica dicen lo contrario. Jesús dijo: “Juan el Bautista vino y les mostró… la manera correcta de vivir, pero ustedes no le creyeron… Y, aun viendo lo que ocurría… se negaron a creerle y a arrepentirse de sus pecados”, Mateo 21:32 (NTV). Quienes se oponían a Jesús le pedían una señal para creer: “Si quieres que creamos en ti… muéstranos una señal milagrosa. ¿Qué puedes hacer?”, Juan 6:30 (NTV). Y a pesar de que Jesús hizo cientos de milagros no le creyeron. Entonces volvieron a pedir otro milagro: “… ¡Que baje de la cruz y creeremos en él!”, Marcos 15:32 (TLA). Y Jesús bajó de la cruz resucitando de entre los muertos. ¿Creyeron al final? Claro que no. “A pesar de que Jesús había hecho tan grandes señales milagrosas… no creían en él”, Juan 12:37 (DHH). ¿Creyó el rey Acab después de ver el despliegue poderoso en el monte Carmelo? ¡No! ¿Creyeron los israelitas después de ver la separación del mar y escuchar audiblemente la voz de Dios en medio de una montaña que ardía en fuego? ¡No! La conclusión a la que arribamos es más que obvia: ¡no querían creer! Y no querían creer porque la Verdad amenazaba sus intereses personales. Lo mismo sucede hoy en día. Para creer y reconocer la Verdad no necesitamos más pruebas o evidencias sobrenaturales. Necesitamos fe.
Las personas creen lo que quieren creer. Siempre existe una versión de la verdad que preferimos aceptar. Jesús dijo que los religiosos de su época eran hijos del diablo (Juan 8:44) pero ellos dijeron: “Dios… es nuestro verdadero Padre”, Juan 8:41 (NTV). Jesús dijo que eran esclavos del pecado (Juan 8:34) pero ellos dijeron: “nunca fuimos esclavos de nadie”, Juan 8:33 (NTV). La verdad que ellos preferían aceptar no era la verdadera Verdad. Existe una verdad absoluta y casi todos la reconocemos, pero no la aceptamos si es que amenaza algún interés personal. Entonces torcemos la Verdad haciéndole decir a la Biblia lo que queremos que diga. Por ejemplo, si la persona con la que nos hemos comprometido en un pacto de fidelidad permanente no nos hace felices la cambiamos por otra. Justificamos el comportamiento aceptando la ‘verdad’ de que Dios es bueno y quiere lo mejor para nosotros. Esa es nuestra verdad aunque la verdadera Verdad dice que tal comportamiento ofende a Dios y afecta nuestro bienestar espiritual. Entonces, tenemos personas que dicen ser cristianas viviendo en pecado convencidas de que su relación con Dios es de las mejores. Permanecen en sus ministerios impartiendo maldición mientras viven ‘su propia verdad’. Cuando una persona conoce la Verdad y aun así justifica su desobediencia está engañada: “… Cayeron en una trampa del diablo… el diablo los tiene prisioneros y hace con ellos lo que quiere”, 2ª Timoteo 2:26 (TLA).
Veamos otro ejemplo bíblico. Cuando retenemos perdón también caemos en la trampa del diablo: “Perdonen… para que Satanás no se aproveche… pues no ignoramos sus artimañas”, 2ª Corintios 2:10-11 (NVI). La gente, y aun los cristianos, tienen sus razones para no perdonar: “lo que hizo es muy grave y no merece que lo perdone”; “si lo perdono le estaré dando permiso para que me vuelva a lastimar”, “tiene que pagar por lo que hizo porque de lo contrario lo seguirá haciendo”. Esa es ‘la verdad’ que preferimos creer. Aceptamos las mentiras del diablo quien nos empuja a la dureza, la frialdad y la venganza. Queremos justicia. Pero la verdadera Verdad es que la ofensa retenida rompe nuestra relación con Dios: “Si perdonas… tu Padre… te perdonará… Pero, si te niegas a perdonar… tu Padre no perdonará tus pecados”, Mateo 6:14-15 (NTV). Nuestro deber es dejar el asunto en manos de Dios: “Yo tomaré venganza. Yo les pagaré lo que se merecen…”, Hebreos 10:30 (NTV). El que no quiere perdonar tiene su relación con Dios bien deteriorada. Quizás siga siendo hijo de Dios, pero la comunión con el Padre está arruinada.
Entonces tenemos “tu verdad” y “mi verdad” y “… cada uno hace lo que quiere”, Deuteronomio 12:8. Cada uno hace lo que le parece correcto según su propio criterio, Jueces 17:6. Y, ¿cuál es el resultado de vivir la propia verdad? Caos moral y alejamiento de Dios. Cuando cada quien vive su propia verdad existe injusticia por todas partes. Supongamos que una persona vive su propia verdad que es muy diferente a la establecida por Dios. Y supongamos que vive rodeada de personas que comparten ‘su verdad’ y que viven afirmándola en lo que hace. Y supongamos que ‘vive feliz viviendo su verdad’. ¿Qué pasará cuando muera y se encuentre con la verdadera Verdad? Dios querrá saber por qué cambiaron la eternidad por una verdad imaginaria. Cuidado porque nuestra verdad puede hacernos sentir bien, pero el fin podría ser de muerte: “Hay cosas que hacemos que nos parecen correctas, pero que al fin de cuentas nos llevan a la tumba”, Proverbios 14:12 (TLA).
Entonces, para no correr el riesgo de aceptar una verdad que no es la verdadera Verdad debemos reconocer a Dios en primer lugar y luego aceptar lisa y llanamente sus enseñanzas aunque estas mortifiquen nuestra carne y aplasten nuestro ego. Es hora de volver a la Verdad y defenderla. Es hora de reconsiderar el valor de la Palabra de Dios y dejar de lado el relativismo moral y la ética circunstancial. Es hora de predicar la sana doctrina: “Llegará el momento en que la gente no querrá escuchar la verdad, sino que correrán en pos de maestros que les digan lo que desean oír. En vez de escuchar lo que la Biblia dice, correrán ciegamente tras sus errados conceptos. Por eso, mantente despierto, vigilante…”, 2ª Timoteo 4:3-5 (NT-BAD). Todos los siervos de Dios sufrieron por predicar la verdad. Recordemos al profeta Amós. A pesar de que predicaba la Verdad no quisieron escucharlo. ¿Por qué? Porque la verdad amenazaba sus ganancias económicas. Lo increparon diciendo: “La gente no aguanta más su mensaje… Fuera de aquí… Nunca vuelvas a profetizar…”, Amós 7:10-13 (PDT). Esteban vivió algo peor. No solo no aceptaron el mensaje que predicaba sino que: “… se lanzaron sobre él, lo arrastraron fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo”, Hechos 7:57-58 (NTV). La gente de hoy en día sigue siendo igual. Quieren un evangelio que no los moleste y que no los confronte con sus errores y pecados. Más bien desean un evangelio que los haga sentir cómodos, que los halague y les acicale el ego.
Aclaremos el asunto. Tu verdad y mi verdad son relativas. Pero la verdadera Verdad no lo es. La Verdad absoluta existe y vale la pena encontrarla. Lo que Dios ha dicho es verdad. Si Dios ha dicho que algo es verdad, es verdad. Dios no cambia de parecer, Números 23:19. Dios es bueno, entonces cada mandamiento que nos ha dejado también es bueno aunque no nos haga sentir bien. Sin embargo, aunque sabemos lo que Dios dijo hacemos como si no lo hubiera dicho. Por ejemplo Dios dijo que matar está prohibido, por lo tanto el aborto no es algo que Dios apruebe. Esa es la verdadera Verdad. Pero la verdad que hoy muchos prefieren creer es otra: la mujer es libre para decidir matar o no al niño que lleva en su vientre. Observa la incoherencia. Protegemos tenazmente la inocencia de los niños (y está bien) en lo que respeta a su capacidad para consentir una relación sexual, pero los consideramos suficientemente maduros física y emocionalmente como para decidir una intervención quirúrgica para cambiarse de sexo o tomar hormonas para cambiar su género. Para salir de esta confusión en la que estamos debemos reconocer a Dios y aceptar sus mandamientos. Aceptemos la Verdad sin reparos. Seremos bendecidos si es que lo hacemos, pero ignorar Su Verdad nos dejará sin Dios y sin su bendición. Jesús dijo: “Todo aquel que es de la verdad oye mi voz”, Juan 18:37. Jesús resistió la ‘verdad’ que el diablo le ofrecía citando las Escrituras. Esa es la única manera que tenemos de no ceder a las mentiras y caer en la trampa del diablo. La Palabra de Dios es la herramienta más eficaz para resistir los diabólicos engaños. Es hora de revalorizar la Biblia. Es hora de volver a leerla, creerla y aceptarla como lo que es: la verdadera Verdad; ¡la verdad absoluta!