La peor prisión es un corazón envidioso 7/11/2021 #1169
Episode 180, Nov 07, 2021, 08:29 PM
Pastor José Luis Cinalli
7/11/2021
La peor prisión es un corazón envidioso
“Cuando Isaac sembró… cosechó cien veces… porque el SEÑOR lo bendijo. Se hizo muy rico… que… comenzaron a tenerle envidia. Así que los filisteos taparon con tierra todos los pozos de Isaac…”, Génesis 26:12-14 (NTV).
La envidia es una fuerza divisiva que tiene el poder de fragmentar naciones poderosas y destruir la amistad más fuerte. ¿Y sabes por qué? Porque la envidia no es solo un sentimiento, es un espíritu: “… La envidia… no… proviene de Dios… viene del demonio…”, Santiago 3:15 (NTV, PDT). Veamos un caso bíblico. Abimelec e Isaac tenían una excelente relación. El rey le había permitido a Isaac establecerse en sus tierras sin exigirle tributo alguno. Es más, el rey ordenó ejecutar a todo aquel que molestara a Isaac, Génesis 26:11. Pero un día la relación se arruinó y la amistad murió. ¿Cuándo sucedió eso? Cuando Isaac prosperó. Un ‘visitante’ inesperado ingresó al cuarto de los pensamientos del rey y le habló mal de Isaac: “No es justo que un extranjero prospere más que un soberano y su pueblo. En poco tiempo este hombre produjo la misma cantidad de granos que toda su nación. Se ha convertido en un hombre poderoso. ¿Se ha puesto a pensar que podría contratar un ejército entero para quedarse con el reino? Es mucha humillación. El gran rey Abimelec precisa tomar medidas”. El rey sabía que tal proeza; es decir que Isaac cosechara cien veces más, no era obra de la casualidad ni de la calidad de los granos o la fertilidad de la tierra porque sembraron en el mismo lugar y con las mismas semillas. Muy dentro de él sabía que el Dios de Abraham también estaba con su hijo Isaac y eso debió haber despertado temor y respeto, por lo menos por la alianza que tenían de no hacerse daño mutuamente. Pero la voz del enemigo fue convincente, ¡ningún hombre puede ser más poderoso que un rey! Entonces mandó tapar todos los pozos con los que contaba y lo expulsó de sus tierras: “... Vete a algún otro lugar”, le dijo el rey, “porque te has hecho demasiado poderoso para nosotros”, Génesis 26:16 (NTV). ¿Cuál fue la razón por la que dos pueblos se dividieron? La envidia. La envidia es mirar con malos ojos. El envidioso sufre al ver a los demás gozar de felicidad y prosperidad. La envidia, además de ser un sentimiento, es un espíritu cuya intención es dividir y separar todo lo que encuentre a su paso: “Donde hay… envidia y espíritu de discordia, allí reina el desorden… el desenfreno y la maldad sin límites”, Santiago 3:15 (ORO y BLPH).
Envidia y celo no son sinónimos. Celo es querer lo mismo que otra persona tiene. Envidiar es mucho peor. Es tener lo mismo que la otra persona tiene, pero al mismo tiempo es desear que esa persona no lo tenga. Tú puedes desear tener el mismo auto que tiene tu vecino, eso es celo. Ahora, si tú puedes tener el mismo auto pero no quieres que él lo tenga, eso es envidia. El envidioso desea el mal para la otra persona. Por envidia Abel fue asesinado, José fue vendido, David fue perseguido y Jesús fue crucificado. Tenemos la tendencia a envidiar a aquellos con quienes tenemos un trato cercano y envidiamos a otros precisamente en las áreas que más valoramos. Un vendedor de seguros no envidia a un atleta profesional que gana un salario multimillonario. Pero sí a un vendedor que hace más ventas que él. Un pastor de una pequeña iglesia no envidiaría al pastor de una mega iglesia. Pero quizás sí caería en la tentación de envidiar al pastor de la iglesia que está al otro lado de su calle y que está creciendo más que la suya. La prosperidad económica de Isaac era motivo de envidia para Abimelec. Y la envidia da lugar al asesinato: “Ustedes codician… por eso cometen homicidio. Son envidiosos y… matan”, Santiago 4:2 (NBLH y NVI). El envidioso tiene que deshacerse de la persona que envidia. ¿De qué manera? Físicamente como hicieron con Jesús (Marcos 15:10) o destruyendo su reputación mediante calumnias e injurias como lo hicieron con Pablo: “Cuando algunos judíos vieron las multitudes tuvieron envidia; entonces calumniaban a Pablo…”, Hechos 13:45 (NTV). Jamás te dejes influenciar por el ‘espíritu de envidia’ porque terminarás enfermo: “… La envidia causa enfermedades”, Proverbios 14:30 (PDT). Además atraerás el castigo de Dios: “Nuestros antepasados… tuvieron envidia… Dios los castigó por tener envidia…”, Salmo 106:14-17 (PDT). Y finalmente te condenará al infierno: “… No heredará el reino de Dios”, Gálatas 5:21 (NTV). Para vencer al pecado de la envidia hay que pedir ayuda al cielo. No desafíes a la envidia a un duelo con tus propias fuerzas; no tienes fuerzas ni inteligencia para ganar. Si eres lo bastante humilde para pedir su gracia, el Señor te sacará de las garras del ‘espíritu’ de la envidia.
La envidia es obra de la carne (Gálatas 5:19-21) pero también de espíritus demoníacos, Santiago 3:15. La Biblia dice que a Jesús lo vendieron por envidia. ¿Quiénes? Fariseos, saduceos y herodianos. Ellos eran líderes religiosos, pero también hijos del diablo: “El padre de ustedes es el diablo, y ustedes tratan de hacer lo que él quiere. El diablo siempre ha sido un asesino y un gran mentiroso. Todo lo que dice son solo mentiras, y hace que las personas mientan”, Juan 8:44 (TLA). ¿Quién hace que la gente mienta? El diablo. Él es mentiroso y sus hijos lo imitan: “Ustedes imitan a su verdadero padre”, Juan 8:41 (NTV). El diablo miente y mata. Esa es su especialidad: ¡matar mintiendo! Entonces, el que mata con las palabras (1ª Juan 3:15) destruyendo la reputación de una persona hace la voluntad del diablo. Cuando hablamos o permitimos que nos hablen mal de una persona colaboramos con los planes del enemigo. Estamos haciendo su voluntad. ¿De verdad te sientes a gusto haciendo el trabajo del diablo? ¿De verdad quieres colaborar con sus intereses? “Entonces, no hagan ningún mal: no digan mentiras… no sean envidiosos ni se maldigan unos a otros”, 1ª Pedro 2:1 (PDT).
La envidia da paso al asesinato. El hecho de que matar con las palabras no sea condenado con la cárcel no significa que sea menos grave. Al contrario, te condena al infierno. Recordemos a Daniel. El rey lo colocó en una posición de eminencia debido a sus capacidades. Eso despertó la envidia de sus compañeros de trabajo quienes buscaron la manera de eliminarlo, Daniel 6:3-9. Envidiaban su cargo. Lo que se envidia es lo que la gente tiene: riquezas, poder, autoridad. Envidiamos la casa y el puesto de trabajo. Envidiamos la familia y también la belleza de una persona. Raquel envidiaba la capacidad que tenía su hermana de engendrar, Génesis 30:1-2. Los hermanos de José le tenían envidia porque Él era el favorito del padre. El sumo sacerdote y sus funcionarios envidiaban la popularidad de los apóstoles, Hechos 5:17. ¿Has visto a alguien envidiar la vida espiritual de otra persona? Nadie envidia la espiritualidad y la relación que una persona tiene con Dios. Y en eso nos parecemos al diablo. Pon atención a la conversación que Dios tiene con Satanás acerca de Job. Al Señor le llama la atención el carácter de Job. Con orgullo le dice al diablo: “observa lo íntegro, honrado y santo que es mi siervo Job”. Por el contrario, Satanás fija sus ojos en la prosperidad económica: “Mira lo rico que es”, Job 1:10 (NTV). Dios afirma: “mira lo santo que es” y Satanás contesta: “mira lo rico que es”. ¿A quién crees que nos parecemos más en nuestra forma de hablar y de vivir? ¿No es cierto que el progreso económico de una persona nos deslumbra mucho más que sus cualidades morales? ¿Acaso no se despierta el ‘demonio’ de la envidia cuando escuchamos de la prosperidad económica de un familiar, vecino o amigo? Sin embargo, ni la santidad ni la integridad nos inspiran de la misma manera. Job no impresionó a Dios con su capital sino con su santidad, y nosotros podemos lograr lo mismo.
Envidiamos el puesto, el cargo, la posición o el ministerio que alguien cercano posee. Coré envidiaba el sacerdocio de su pariente Aarón. Había que deshacerse de él elegantemente. ¿Cómo? Como hacen los hijos del diablo: hablando mal. Coré fue a la casa de Datán, golpeó la puerta y le inyectó el veneno: “¿Quién se cree que es ese Moisés? ¿Acaso Dios no nos usa también a nosotros?”. Coré y Datán se fueron a la casa de Abiram. Hicieron fuerza común y arrastraron a otros 250 líderes. ¿Cómo terminó la historia? “Y abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, y a sus casas…y descendieron vivos al infierno…”, Números 16:32-33 (RV2000). Coré cayó en la jaula del ‘demonio de la envidia’. Simón también. El que había sido mago envidiaba el poder que tenían los apóstoles para bendecir a la gente. Pedro lo desenmascara diciendo: “… Tu corazón no es recto ante Dios. Arrepiéntete… y ora… porque veo que tienes el corazón lleno de envidia y de pecado’”, Hechos 8:20-23 (NT-BAD). Saúl había sido escogido por Dios para ser rey; sin embargo envidiaba el potencial de liderazgo del joven David: “Miraba Saúl a David con ojos de envidia”, 1º Samuel 18:9 (CJ). Fue la envidia de Caín la que dio lugar al asesinato de Abel. Y no te olvides que Caín “era de Satanás y mató a su hermano”, 1ª Juan 3:12 (NT-BAD). Es sorprendente la relación que existe entre la envidia, la mentira y lo demoníaco. ¿Te acuerdas de Barjesús? Era un brujo. “… Pablo, lleno del Espíritu Santo lo miró… y le dijo: “¡Hijo del diablo!... estás lleno de mentiras y trucos del diablo y siempre tratas de tergiversar la verdad del Señor”, Hechos 13:9-10 (PDT). ¡Si no quieres recibir al diablo con todos sus sicarios, resiste al pecado de la envidia! Cuando envidiamos cuestionamos el derecho del Señor a administrar sus dones según su voluntad. ¿Nos molesta que Dios quiera bendecir a otro más que a nosotros? La envidia es destructiva.