Por qué sufrimos 30/1/2022 #1181

Episode 192,   Jan 31, 2022, 12:53 PM

Pastor José Luis Cinalli
30/1/2022
Por qué sufrimos

“Tú, Judá, serás alabado por tu hermanos… ellos se inclinarán ante ti…”, Génesis 49:8 (NVI).

Judá no merece ser alabado. Fue él quien convenció a sus hermanos de vender a José como esclavo. Fue él quien participó del engaño a su padre cuando le hicieron creer que su hijo había sido devorado por un animal salvaje. Fue él quien sin mostrar signos de arrepentimiento huyó del campamento y se casó con una mujer idólatra y cananea. Fue él quien le mintió a Tamar, se acostó con prostitutas y cometió incesto. Está claro que Judá había decidido no obedecer a Dios. Y no lo obedecía porque no lo conocía. Judá había sido instruido en la fe desde pequeño. Su padre, el nieto de Abraham, fue su propio mentor espiritual. Pero todas esas ventajas espirituales no le sirvieron para convertirse en un hombre de bien. Judá no podía vivir de la fe de sus padres y nadie puede hacerlo. Sin importar la estirpe espiritual de la que provengan, los hijos necesitan su propio encuentro con Dios o serán simplemente creyentes nominales.    

Judá conocía acerca de Dios, pero no a Dios. Y lo sabemos porque no era obediente. Si una persona confiesa a Cristo como Salvador, pero no le obedece no es salva ni cristiana: “Si decidimos seguir pecando después de conocer la verdad… solo nos queda esperar el juicio terrible…, Hebreos 10:26-27 (PDT). Si la fe por sí sola salvara no habría necesidad de obedecer pero “Jesús… es fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen, Hebreos 5:9 (BLA). Jesús dijo: “… Solo entrarán (al cielo) aquellos que… hacen la voluntad de mi Padre…”, Mateo 7:21 (NTV). “Dios no considera justos a los que oyen la ley sino a los que la cumplen, Romanos 2:13 (NVI). ¿Lo ves? ¡El hombre tiene que obedecer a Dios para ser salvo! Y ¿si no obedece? No es salvo: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida… la ira de Dios permanece sobre él”, Juan 3:36 (NBLH).

Judá hizo muy mal en pecar, pero hizo peor en no arrepentirse. Y mientras no lo hacía todo le salía mal. La desgracia se instaló en su casa. Su esposa murió prematuramente y sus hijos fueron un dolor de cabeza. Er, el primogénito, “era malo” (Génesis 38:7) y Onán hizo algo malo, Génesis 38:9. ¿Cuál es la diferencia? Ninguna. Uno es lo que hace y hace lo que es. Eran malos y hacían cosas malas, al punto que Dios se cansó de ellos y les quitó la vida. A Judá todo le salía mal. ¿Casualidad? Claro que no. Su pasado sin arreglar había abierto una puerta de maldición en su familia. Los pecados del ‘ayer’ que no fueron juzgados en la cruz de Cristo suelen ser la causa de la desgracia actual. ¿No lo crees? Observa lo que le pasó a la nación de Israel en la época de David. Sufría una profunda crisis económica y Dios dijo que “la culpa es de Saúl…”, 2º Samuel 21:1 (TLA). Pero Saúl estaba muerto. Sí, pero la puerta por donde la desgracia entró a la nación estaba abierta. David tuvo que cerrar esa puerta de maldición pidiendo perdón a los gabaonitas y haciendo restitución. Y cuando lo hizo, el hambre se terminó y Dios “bendijo al país”, 2º Samuel 21:14 (TLA). ¡Cierra las puertas abiertas por el pecado y la maldición se irá de tu casa! Y, ¿cómo se hace? ¡Con arrepentimiento y confesión de los pecados!

Entonces ya estamos en condiciones de extraer algunas conclusiones. Sufrimos porque:

1)     Vivimos en un mundo maldecido. “En el mundo encontrarán dificultades y tendrán que sufrir, Juan 16:33 (BDA 2010); Hechos 14:22. Pruebas, dificultades, sufrimientos y angustias son la herencia común de todos los hijos de Adán. De este lado de la eternidad todos sufrimos, pero del otro lado solo los que quieren. La muerte física es una experiencia para todo ser humano, pero la muerte eterna es solo para aquellos que rechazan a Cristo en esta tierra: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna. En cambio el que lo rechaza, nunca tendrá esa vida, y Dios estará enojado con él para siempre, Juan 3:36 (PDT). Si no quieres sufrir por toda la eternidad reconoce entonces a Cristo como Señor y Salvador de tu vida. Y hazlo ahora. Después de la muerte no hay posibilidad de elegir ir al cielo. 

2)     Desobedecemos. El pecado enferma y mata. ¿Quién lo dijo? El apóstol Pablo: “Si alguno come el pan y bebe de la copa sin honrar el cuerpo de Cristo, come y bebe el juicio de Dios… Esa es la razón por la que muchos de ustedes… están enfermos y algunos incluso han muerto, 1ª Corintios 11:29-30 (NTV). Saúl estaba deprimido por su rebeldía, 1º Samuel 28. Nabucodonosor estaba loco por su orgullo, Daniel 4:28-32. Uzías era leproso por su vanidad, 2º Reyes 15:5. Herodes fue devorado por gusanos por soberbio, Hechos 12:23. Moisés arruinó su ministerio por desobediente, Números 20:12. Ocozías murió por su pecado (2º Reyes 1:4) al igual que el rey Joram, 2ª Crónicas 21:18-19. ¿Y qué decir de David? Él dijo: Mi salud está arruinada a causa de mis pecados...”, Salmo 38:3 (NTV). “Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió… me debilitaba cada día más, Salmo 32:3 (NTV, PDT). Pablo dijo: Habrá dolor y sufrimiento para… los… que continúen en sus pecados…”, Romanos 2:9 (NT-BAD); Levítico 26:14-16 (NTV); Deuteronomio 28:15-21. Entiéndase bien, no todas las enfermedades son el resultado del pecado, pero sí es cierto que muchos no sanarán ni tendrán paz hasta que ordenen sus vidas delante de Dios. Sufrir por desobediente es una tontería.

3)     Otros desobedecen. Personas inocentes son perjudicadas por el pecado de otras. Urías perdió la vida por causa del pecado de David. La irresponsabilidad sexual de Abimelec trajo esterilidad a las mujeres de su palacio, Génesis 20:18. El pecado de Acán acarreó maldición a toda la nación, Josué 7. Por haber pecado, Elías le dijo al rey Joram: El Señor herirá con una plaga terrible a tu pueblo, a tus hijos… Y a ti te enviará una enfermedad…”, 2ª Crónicas 21:14-15 (BAD). Como respuesta al pecado de David “el SEÑOR mandó una plaga sobre Israel…”, 2º Samuel 24:15 (NTV). El pecado de María alejó la presencia de Dios de toda la nación, Números 12:15. El pecado de Saúl atrajo hambre a su país, 2º Samuel 21:1. Al perverso rey Acab Dios le dijo: “...Voy a destruir a tu familia... ¡porque me hiciste enojar mucho…!”, 1º Reyes 21:22 (NTV). Con su pecado Elí maldijo a toda su descendencia: “Pondré fin a tu familia para que ya no me sirva… Todos los miembros de tu familia morirán antes de tiempo; ninguno llegará a viejo, 1ª Samuel 2:31 (NTV). ¿Y qué decir de David? A causa de su pecado Dios le dijo: “¡Tu familia jamás tendrá paz!... La espada jamás se apartará de tu familia”, 2º Samuel 12:10 (PDT y NVI).

4)     Somos probados por Dios. “Dios… te puso a prueba, para que… te fuera bien, Deuteronomio 8:16 (NVI). “El Señor corrige al que ama y castiga al que recibe como hijo. Ustedes sufren, pero es para su bien… ¿a qué hijo no lo corrige su padre?”, Hebreos 12:6-7 (BLA). Las pruebas tienen por finalidad corregirnos y no castigarnos. Se sufre, pero el cielo nunca está cerrado y la comunión con Dios no se interrumpe. Al desierto se entra de la mano del Señor y se sale de su mano. El desierto es disciplina, es transformación; es preparación para un nuevo ministerio. En el desierto Dios trabaja en nosotros, cuando salimos del desierto Dios trabaja con nosotros. En la cárcel “El SEÑOR puso a prueba el carácter de José”, Salmo 105:19 (NTV) pero cuando salió Dios lo puso a gobernar la nación más poderosa de la tierra, Génesis 41:41. Ni se te ocurra huir del desierto. Rinde con honores tus pruebas y Dios te promocionará.   

5)     Obedecemos a Dios. El sufrimiento que proviene de la obediencia a Dios es bendición: “… Es posible que sufran por hacer el bien. Si eso sucede… ¡están bendecidos!... son afortunados… Dios los bendecirá”, 1ª Pedro 3:14 (PDT, DA, TLA). Dios bendice a los que están dispuestos a sufrir y soportar dolor injustamente con tal de cumplir la voluntad de Dios…”, 1ª Pedro 2:19 (PDT). En cambio, el sufrimiento que proviene del pecado es aterrador. ¿Por qué? Porque la comunión con Dios se interrumpe y la revelación se bloquea. El cielo está cerrado y la tierra también: “Arriba, los cielos se pondrán rígidos como el bronce, y abajo, la tierra se volverá dura como el hierro”, Deuteronomio 28:23 (NTV). El cielo es de bronce y la tierra de hierro, lo que significa que el cielo no responde y en la tierra no hay bendición. Eso le pasaba a Judá. Ya no contaba con la presencia de Dios ni tampoco con su bendición. Andaba a los tumbos. Qué diferente a su hermano José, quien la Biblia dice que era próspero. Es decir gozaba de esa clase de riquezas que su hermano no tenía: paz, bienestar, protección espiritual, comunión con Dios, revelación, estabilidad emocional, gozo y felicidad. ¿Quieres ser rico como José? Obedécelo como él. ¡La comunión y la obediencia a Dios te hacen rico!  

Es hora de revisar nuestra vida. ¿Estás sufriendo? ¿Con razón o sin razón? ¿Por obedecer a Dios o por desobediente? ¿Sufres porque quieres? ¿Podrías evitar el sufrimiento? A nadie le gusta sufrir, pero peor es sufrir por algo que se puede evitar. ¡Abandona el pecado y deja de sufrir!