Mentiras que el diablo te hace creer 27/2/2022 #1185
Episode 196, Mar 01, 2022, 09:38 AM
Pastor José Luis Cinalli
27/2/2022
Mentiras que el diablo te hace creer
“Dios… al hombre… lo puso en el… Edén… Luego… le ordenó… “Puedes comer… de cualquier árbol… pero no… del árbol del conocimiento del bien y del mal porque el día que lo hagas… morirás”, Génesis 2:15-17 (PDT).
En el principio de todo, Adán y Eva disfrutaban de una perfecta comunión con Dios, en un lugar perfecto llamado Edén. Nada les hacía mal porque todo era “bueno para comer…”, Génesis 2:9. Quiere decir entonces que las plantas venenosas no fueron creadas por Dios, ya que todo lo que Dios había hecho “era bueno en gran manera”, Génesis 1:31. Algunas plantas se convirtieron en nocivas para la salud del hombre como consecuencia del pecado de Adán. Dios dijo: “La tierra estará maldita por tu culpa... Te producirá espinos y cardos…”, Génesis 3:17-18 (PDT y NTV). Imagínate las descomposturas y las disparadas hacia el “fondo” con los “papelitos flameando al viento” debido a la ingesta de alguna mala hierba. El pecado alteró incluso la dieta del hombre, quien al principio era vegetariano: “Les he dado todas las plantas… y los árboles que dan frutos… Ellos serán su comida”, Génesis 1:29 (PDT). Luego del diluvio Dios dijo: “Pueden comer cualquier animal… ahora les permito que coman de todo”, Génesis 9:3 (PDT). Algo más. En el Edén el hombre interactuaba con los animales sin peligro alguno. Los animales no eran depredadores sino vegetarianos: “La hierba verde será para todos los animales”, Génesis 1:30 (TLA). Observa hasta qué punto los animales se llevaban bien con el ser humano que Eva no se sorprendió de que una serpiente le hablara, y encima, en su propio idioma. Pero desde el día en que ellos decidieron experimentar el mal la armonía que reinaba en el mundo creado se terminó. Y los primeros en pagar por su desobediencia fueron los animales que Dios tuvo que matar para cubrir la desnudez de Adán y Eva. El pecado transformó la naturaleza de los animales y, muchos de ellos se convirtieron en una verdadera pesadilla. El impacto del pecado en la creación fue devastador. La caída del hombre genera algunas preguntas:
1) ¿Por qué somos tan fácilmente atraídos a lo prohibido? Adán y Eva comieron del único fruto que Dios les dijo que no comieran. Basta con que nos digan que hay algo que no debemos hacer para sentir el deseo de hacerlo. Pablo dijo: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago”, Romanos 7:19. Una manera práctica de aplastar la vieja naturaleza y acabar con el gobierno del “yo” en nuestras vidas es pasando más tiempo con Dios en las horas del crepúsculo. Recuerda que David atacó a los amalecitas (símbolo de la carne) “al amanecer y los combatió…”, 1º Samuel 30:17 (NVI). El crepúsculo es un tiempo especial para vencer las obras del mal, Salmo 101:8.
2) ¿Por qué descuidamos tan fácilmente nuestra vida espiritual? No somos conscientes de que nuestro mayor tesoro en la vida es nuestra relación con Dios. Cuando la descuidamos todo se viene abajo. Piensa en Adán y Eva. Tenían un matrimonio sin fisura y su familia era un ejemplo, hasta el día en que descuidaron lo más importante: su amistad con Dios. Eva entabló una cercanía peligrosa con la serpiente demostrando que su vida espiritual se había debilitado. Adán y Eva perdieron el Edén, pero antes habían ‘perdido’ a Dios en el lugar secreto. Mientras la relación de amistad con Dios se fortalecía toda la familia vivía en un ambiente protegido; en cuanto la descuidaron perdieron su lugar de privilegio. El éxito en la vida y, por supuesto en la familia, deriva del éxito en el lugar secreto. Por su parte, el fracaso es el resultado del descuido de la vida de oración.
3) ¿Por qué somos tan fuertemente seducidos a creer las mentiras de la serpiente en lugar de creer las promesas de Dios? La Biblia dice que cuando Eva escuchó lo que Satanás le dijo “quedó convencida” (Génesis 3:6, NTV). Convencida de una mentira. La historia se repitió con Israel en el desierto: “Aun después de todo lo que él hizo, ustedes se negaron a confiar en el SEÑOR…”, Deuteronomio 1:32 (NTV). “No le creyeron a Dios ni confiaron en su cuidado”, Salmo 78:22 (NTV). Cualquier cosa que el diablo nos diga la creemos pero, ¡cuánto nos cuesta creer en las promesas que Dios nos ha dado! ¿No te sorprende? El diablo que nunca hizo algo bueno por nosotros tiene toda nuestra lealtad; en cambio, Dios, quién siempre ha sido bueno con nosotros tiene nuestra total desconfianza. Leales a quien nos hace daño y desleales e infieles a quién nos adoptó como hijos comprándonos a precio de sangre. Qué extraña manera de comportarnos la nuestra, ¿verdad?
4) ¿Por qué creemos que evadiremos las consecuencias negativas de nuestra desobediencia? ¿Qué le dijo Eva a su esposo después de comer el fruto prohibido? Probablemente algo así: “comí y nadie murió; no sucedió nada de lo que Dios dijo que iba a suceder si comíamos del árbol”. Y fue así que Adán también comió. Es cierto que las consecuencias de la desobediencia no sucedieron inmediatamente, pero ni Adán ni Eva pudieron escapar a ellas por mucho tiempo. La gente peca y la vida parece continuar como si nada. Lo que ellos no saben es que la maldición se activó y viene hacia ellos como un tsunami escondido debajo del agua aunque todavía no se dan cuenta. Recuerda que se cosecha en una época diferente a la que se siembra, pero siempre se cosecha lo que se siembra. “No se engañen… nadie puede desobedecer a Dios y quedar impune. El hombre siempre recogerá lo que siembre”, Gálatas 6:7 (NT-BAD).
5) ¿Por qué nadie se hace cargo de sus errores? Somos especialistas para encontrar culpables por las cosas malas que nos pasan. Y esa tendencia viene de Adán y Eva. Adán no tenía razón para culpar a su esposa de haber comido la fruta prohibida porque ella fue engañada pero él no, 1ª Timoteo 2:14. Adán culpó a Eva y Eva a la serpiente. Y probablemente sus hijos hayan culpado a sus padres por la desdichada y miserable vida que llevaban fuera del Edén. Trabajaban de sol a sol en un mundo maldecido y todo por culpa de sus padres. Adán y Eva desgraciaron la vida de sus hijos. Caín y Abel sufrían por la desobediencia de sus padres. Y eso sucede hoy en día con aquellos padres que deciden hacer uso de su libre albedrío para alejarse de Dios y desobedecer sus mandamientos. El mejor bien que un padre puede hacer por sus hijos es permanecer cerca de Dios.
6) ¿Por qué es tan fácil llevarse mal en las familias? Adán y Eva tenían un matrimonio perfecto; sí, pero antes de que pecaran. En cuanto se alejaron de Dios se terminó la paz y la unidad. Imagínate el resentimiento en el corazón de Eva ahora que su esposo le ha echado la culpa de todo el sufrimiento fuera del Edén. El pecado rompe la unidad en los matrimonios y en las familias. ¿Cómo lo sabemos? Porque cuando Caín fue expulsado para vivir errante por la tierra maldecida terminó casándose y tuvo hijos, probablemente con alguna de sus hermanas. Pero, ¿y qué hacen sus hermanas lejos del campamento de sus padres? Todo indica que la familia se había distanciado. Y, ¿cuál era la razón? La Biblia no lo dice pero podríamos especular con la posibilidad de que papá Adán nos las quería tanto como a sus hijos varones. Y no es una idea descabellada si tenemos en cuenta el doloroso recuerdo de lo que había hecho su esposa en el Edén. No es extraño que Adán les haya negado atención, afecto y cariño. Aunque solo es una especulación, lo cierto es que la familia estaba distanciada y la única causa era el pecado.
7) ¿Por qué nos cuesta tanto humillarnos y volver a Dios después de haber pecado? Adán y Eva caminaban con Dios en el crepúsculo de la tarde hasta que pecaron. ¿Y después? Ya no más. No porque Dios no lo quisiera sino porque Adán no se arrepentía. El orgullo se lo prohibía. Prefería sufrir antes que reconocer su pecado. Imagina el cuadro. Padre e hijos distanciados. Sin comunión, sin revelación y sin protección. En definitiva, ¡sin nada bueno! El pecado rompe la relación con Dios y trae sufrimiento. Observa a tu alrededor. ¿No sucede lo mismo hoy en día? El orgullo, la culpa o la vergüenza impide que los hijos vuelvan a la casa del Padre y a la comunión de la familia de la fe. Y encima se enojan con Dios. Eso mismo sucedió con Adán y Eva. Es muy común observar este comportamiento. Si algo sale mal en la vida la culpa es de Dios, nunca del diablo y mucho menos de nosotros mismos. ¿Y cuál es el resultado? Llevamos vidas miserables, muy por debajo de lo que Dios espera para nosotros. En definitiva, la escena del hombre y su esposa comiendo en el Edén nos deja una gran enseñanza: el pecado tiene el poder de expulsarnos de la presencia de Dios y hacer de nuestra vida una miseria total.