Son salvos pero no comparten 20/3/2022 #1188

Episode 199,   Mar 21, 2022, 11:28 AM

Pastor José Luis Cinalli
 20/3/2022
Son salvos pero no comparten

“Del Edén salía un río para regar el huerto…”, Génesis 2:10 (LBLA).

En el Edén corría un río cuyas aguas suministraban vida, alegría y paz a quienes vivían allí: “Les permites beber del río de tus delicias”, Salmo 36:8 (NTV). “Un río alegra… recrea… a los que viven en la ciudad de Dios…”, Salmo 46:4 (JER, TLA). Adán y Eva disfrutaron de las aguas benéficas del río de la creación hasta el día en que pecaron. La desobediencia los dejó sin río, sin paraíso y ¡SIN DIOS! Como verás, ¡el pecado es el peor negocio de la vida! En su infinita bondad Dios puso en marcha un nuevo plan para que sus hijos volvieran a disfrutar los beneficios de aquel río sagrado: “Hizo que de la roca brotaran corrientes de agua, ¡y que el agua fluyera como un río!, Salmo 78:16 (NTV). Ese era el río de la redención. Un río que brotaba de la roca manantial que era Cristo: “… Todos… bebieron… el agua que brotaba de una roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo, 1ª Corintios 10:3-4 (BLA). La gran noticia es que de esa Roca sigue fluyendo agua de vida eterna: “¿Alguien tiene sed? Venga y beba… Vengan, tomen… ¡es todo gratis!, Isaías 55:1 (NTV). Al igual que los israelitas en el desierto nosotros también podemos beber de esa agua que provee vida en abundancia: “Ustedes podrán ir a beber con alegría en esa fuente de salvación”, Isaías 12:3  (DHH). ¡Hasta que Jesús no entre en nuestra alma ésta seguirá tan insaciable como el sepulcro; pero después es una copa que rebosa! Como dice la canción: “Nuestros corazones insaciables son hasta que conocen su Salvador… Eres el agua que al beber nunca más tendremos sed”. Hunde tu balde en el pozo si tienes sed y, si tu sed se vuelve insaciable, pon el pozo mismo en tu boca y sigue bebiendo: “Todos los que beban del agua que yo doy no tendrán sed jamás. Esa agua se convierte en un manantial que… les da vida eterna, Juan 4:14 (NTV). Vayamos a Cristo y saciemos nuestra sed. Él nunca se ofenderá si tomamos demasiado.  

Nuestro estudio del río de Dios sigue en el Nuevo Testamento. “… Jesús se puso en pie y dijo…: “El que tenga sed, venga a mí. Ríos de agua viva brotarán del corazón de los que creen en mí…”, Juan 7:37-38 (TLA). Aquí encontramos el río de la bendición: “En tu río de bendiciones apagas nuestra sed”, Salmo 36:8 (TLA). Este río ya no brota de una peña sino del mismísimo Jesucristo y el lecho por el que pasa es el corazón del creyente. En el Edén el río bendecía a Adán y Eva. En el desierto la roca herida era deudora al pueblo de Israel, pero ahora Jesús se constituye deudor a todo aquel que quiera saciar su sed. Y, ¿cómo lo hace? A través de los creyentes. Somos el canal por donde las aguas refrescantes y salvíficas del Evangelio fluyen en beneficio de la humanidad. Ríos de agua viva corren a través de los creyentes cuando estos comparten el evangelio. No dejes que el canal por donde Dios manifiesta su amor a este mundo perdido se estreche y que el río de su gracia se convierta en un hilito que ya no sirva para ti ni para los demás. El secreto es ocuparse de Cristo. Mientras más lo hagas más tendrás para dar. Y mientras más das de Cristo más de Cristo tendrás: “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza”, Proverbios 11:24.

Fuimos elegidos para ser el canal por donde Dios trae salvación a la humanidad. Por tal motivo no podemos callarnos. Una vida vale mucho. La Biblia dice que Dios hace fiesta, ¡pero a lo grande!, por cada persona que se vuelve a Él. Imagínate a los ángeles volando de un lugar a otro organizando la recepción. Globos, guirnaldas y carteles; helados, tortas y masas finas. Ni las matracas faltan. La conversión de una persona no pasa desapercibida en el cielo. La llegada de un nuevo hijo es motivo de alegría para todos. ¿Recuerdas las parábolas de la moneda, la oveja y el hijo perdido? Jesús hacía referencia a los pecadores que se encontraban en su audiencia, Lucas 15. Todos ellos estaban perdidos y necesitaban ser encontrados. Pero, ¿de quién era la responsabilidad de buscarlos? De los líderes religiosos que también estaban allí escuchando a Jesús. Ellos debían “barrer la casa” y buscar a los perdidos. Pero no lo hacían porque despreciaban a los parias y pecadores. ¿No es esa también nuestra actitud? Para Jesús un alma vale más que cualquier riqueza terrenal: “¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma? ¿Hay algo que valga más que tu alma?, Marcos 8:36-37 (NTV). Coloca en una balanza el oro, los diamantes y las piedras preciosas de todo el mundo; súmale el valor de todas las riquezas terrenales, las criptomonedas y las acciones de la bolsa y todo eso no vale tanto como un alma, por más que sea la de una persona pobre y olvidada por todos. Las personas son altamente valiosas, pero están perdidas. ¿Nos preocupa eso? ¿Nos alarma saber que caminan derechito al infierno? ¿Nos quita el sueño saber cómo alcanzarlas? ¿Agonizamos en oración por ellas? “En la versión light del cristianismo la gente ve a Jesús como su asesor y no como su rey. Ellos lo ven como su mayordomo, secretario o cocinero corriendo de un lado a otro esperando la siguiente orden. Cuando solamente valoramos a Jesús por lo que puede hacer para hacernos felices y exitosos, vivimos solo para crecer en nuestra carrera y reputación. No nos importa mucho el destino eterno de los demás. Pero cuando estamos llenos de su gracia lo único que nos importa es su honor y su alegría. Para el cristiano verdadero lo que quebranta el corazón de Jesús quebranta también el suyo”, Glen Berteau.

Jesús dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen la Buena Noticia a todos”, Marcos 16:15 (NTV). También dijo: “Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes”, Juan 20:21 (NTV). Nos envió a las tinieblas para que fuéramos luz pero, ¿realmente lo somos? Muy poco. No predicamos a los perdidos y no queremos hacerlo. No tenemos la más mínima intención de hablarles de Jesús a las personas con las que nos relacionamos. Hablamos sí, pero de cosas superficiales y terrenales. Probablemente porque ni nosotros estamos convencidos de que el evangelio es buena noticia y de que Jesús es nuestro único Salvador. Tenemos un mensaje de gracia que salva vidas. Nada débil, nada superficial, nada falso. La gente no está medio extraviada, está condenada al infierno. No son buenas personas que necesitan una ayudita de Dios. Son pecadores perdidos camino a la perdición que necesitan la salvación. Y nosotros tenemos la cura. ¡Tenemos a Jesús! Pero no lo compartimos. Imagínate si hubieran hecho lo mismo con nosotros. ¡Estaríamos condenados! Y si no lo estamos es porque alguien fue canal de la salvación de Dios. Tengamos la misma pasión, urgencia y dedicación que otros tuvieron con nosotros para acercarnos la salvación. Los que concurrimos a la iglesia, pero que no estamos suficientemente emocionados para contarles a otros acerca de Jesús deberíamos hacer una autoevaluación. Quizás y con total sinceridad deberíamos preguntarnos: ¿somos cristianos? Y si lo somos, ¿qué mala hierba está ahogando la vida de Cristo al punto de avergonzarnos de Él? Es hora de salir del ostracismo espiritual.

Cuidado con ese cristianismo que está centrado solo en nosotros. Cuidado con enfocarnos solo en nuestros propios deseos, esperanzas, sueños y necesidades. Tengamos en cuenta que existe una violenta guerra por las almas de las personas a nuestro alrededor. La gente está adormilada, ha sido convencida de que no necesita a Dios y de que su gracia es innecesaria. No caigamos nosotros en esa misma trampa. No nos durmamos. La gente se va al infierno y es nuestro deber advertirles que la única esperanza está en Cristo. El tiempo se acaba. El evangelio es eterno, pero no tenemos una eternidad para anunciarlo. “La vida es demasiado corta, y el infierno está demasiado caliente como para jugar a la iglesia”, Larry Osborne. ¡Entusiasmémonos con Jesús tanto que no podamos dejar de hablar de Él!

El estudio del río de Dios termina en el cielo. Es el río en su tramo final. Juan vio: “un río limpio, de agua de vida, transparente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero y corría en medio de la calle principal. En ambas riberas crecía el árbol de la vida, que produce frutos… y con sus hojas se curan las naciones”, Apocalipsis 22:1-2 (NT-BAD). El río comenzó en el Génesis, siguió en el desierto bendiciendo solo a los israelitas; pero hoy en día ese río de gracia satisface la sed espiritual de todos aquellos que quieran beber de él. Y ese río termina en el cielo donde los redimidos pasarán junto a Dios toda la eternidad. ¡Que hermoso cuadro! El agua que sale del trono de Dios y satisface todas nuestras necesidades está al alcance de todos. Es vida, salud y salvación. Solo debemos ir y beber. La invitación está hecha: “El que tenga sed, venga y beba gratuitamente del agua de la vida”, Apocalipsis 22:17 (NT-BAD).