La recompensa de la fe 3/4/2022 #1190

Episode 201,   Apr 03, 2022, 08:44 PM

Pastor José Luis Cinalli
3/4/2022
La recompensa de la fe


“Jacob comenzó a notar un cambio en la actitud de Labán hacia él. Entonces el SEÑOR le dijo a Jacob: “Regresa a la tierra de tu padre y de tu abuelo, y… yo estaré contigo, Génesis 31:2-3 (NTV).

Jacob decidió regresar a su tierra después de pagar la deuda por la dote de Raquel. Pero Labán, su suegro, no quería que se fuera. Y, ¿por qué no? ¡Porque Jacob trabajaba gratis! Para retenerlo le ofreció un sueldo. Recordemos que Jacob no tenía nada que le perteneciera. Trabajó sin salario durante 14 años, por lo que Jacob aceptó la oferta, pero con una condición: que el pago se realizara en especie. No quería dinero sino una participación en los beneficios de la empresa ganadera. Jacob propuso quedarse con todas las ovejas y cabras manchadas, rayadas y negras; su suegro, en cambio, se quedaría con las de un solo color. La oferta parecía ser un negocio redondo para Labán, ya que su corral estaba repleto de animales de un solo color que daban crías de un solo color. Pronto sellaron el acuerdo, Génesis 30:31-33.

Ese mismo día Labán tomó de su rebaño todas las ovejas y cabras rayadas, manchadas y negras y las llevó lejos (Génesis 30:35-36), de modo que cuando Jacob fue al corral para separar su ‘salario’ se encontró solamente con las ovejas de su suegro; es decir, las de un solo color. Jacob nuevamente había sido engañado. Se quedó sin salario y sin ovejas. Labán le había quitado todo. El suegro sabía que sin rebaño Jacob caería a sus pies implorando trabajo por la comida del día. En esas condiciones no se iría nunca. Ahora bien, ¿qué hizo Jacob? Miró al cielo y, de repente, tuvo una inspiración divina. Mediante un sueño Dios le reveló la forma de conseguir que las crías de los corderos de un solo color nacieran manchadas y rayadas. Jacob buscó ramas de álamos, almendros y plátanos. Las peló quitándoles tiras de corteza, de modo que quedaron varas salpicadas, Génesis 30:37. Después las colocó en los bebederos donde los rebaños se apareaban. El secreto estaba en el momento de la cópula. Si los animales veían ramas veteadas, sus crías nacerían rayadas, manchadas y moteadas. La visión celestial le devolvió la esperanza. Dios le estaba revelando a Jacob un diseño que lo sacaría de la quiebra económica y lo volvería próspero. Esas son bendiciones que llegan de repente. Un nuevo diseño, un plan creativo, un negocio lucrativo o simplemente una idea divina llega de un momento para otro y nuestra vida cambia por completo. ¿Por qué no? El Dios de Jacob también es nuestro Dios. Por otro lado, la historia de Jacob nos desafía a no darnos por vencidos. Debemos aprender a no mirar la crisis por un solo lado. La forma en la que miramos un problema determina el futuro que tendremos. Si lo miramos con incredulidad, entonces el futuro es sombrío. Pero si lo miramos con los ojos de la fe; entonces, al igual que Jacob veremos una oportunidad a punto de ser liberada. Mira bien el problema que estás enfrentando. Seguramente encierra una gran bendición que no has visto. Busca a Dios y ejercítate en la fe. Espera el diseño divino. Luego empieza por ‘salpicar las varas’. La solución está en camino. El milagro está a las puertas. 

El plan que Jacob puso en práctica ¿era un fraude o encubría el milagro con el que Dios quería recompensar sus servicios y castigar la avaricia de Labán? La Biblia nos da la respuesta: “Una vez tuve un sueño. En ese sueño las ovejas estaban en celo, y pude ver que los carneros eran de piel rayada y manchada. También oí que Dios me dijo: “Ya he visto lo mal que te trata tu suegro. Por eso, si te fijas, verás que todos los carneros que se aparean con las ovejas son rayados y manchados, Génesis 31:10-12 (TLA). Dios le dijo a Jacob: “Si te fijas”. El milagro no estaba hecho todavía. Las crías manchadas no estaban en el corral. Jacob debía ver con los ojos de la fe. Y lo hizo. Creyó a Dios y tuvo su milagro. La idea creativa que Dios le dio incrementó su rebaño y “fue así como Jacob llegó a ser muy rico, pues tenía grandes rebaños, y también esclavos y esclavas, camellos y burros”, Génesis 30:43 (TLA).

En la historia encontramos una gran injusticia: la que comete Labán. Una idea divina: las varas salpicadas frente a los bebederos de agua; y finalmente, la recompensa de la fe. Jacob prosperó económicamente de manera sobrenatural. Se hizo rico en menos de seis años. Pero no olvides que Jacob necesitaba fe para poner en práctica el sueño que Dios le mostraba. Él no tenía trabajo ni ahorros. Sin fe hubiera recurrido inmediatamente a su suegro. Sin fe tocamos las puertas del hombre. Sin fe recurrimos a los prestamistas. Sin fe confiamos en la tarjeta. Sin fe ‘bajamos a Egipto en busca de la ayuda del faraón’. Imaginemos la reacción de las esposas de Jacob cuando supieron del engaño de Labán. Raquel, una mujer interesada por las cosas terrenales, probablemente no haya entendido eso de ‘confiar en Dios’. Lea, en cambio, quizás lo haya apoyado motivándolo a hacer lo que Dios le había mostrado. El panorama no era sencillo. Sin embargo Jacob confió en Dios y Dios honró su fe.  

Jacob festeja su prosperidad y Labán mastica su amargura. Además, se convence a sí mismo de que lo que Jacob tiene se lo robó a él. Es que la prosperidad incomoda y mucho más cuando se da lugar al ‘espíritu de envidia’: “Jacob comenzó a notar un cambio en la actitud de Labán hacia él. Entonces el SEÑOR le dijo a Jacob: “Regresa a la tierra de tu padre… y… yo estaré contigo”, Génesis 31:2-3 (NTV). Raquel y Lea estuvieron de acuerdo con la decisión: “… ¡Por nuestra parte está bien… adelante, haz todo lo que Dios te ha dicho, Génesis 31:14-16 (NTV). La salida de Jacob con su familia fue rápida. Sin embargo, Raquel tuvo tiempo para robarle a su padre los ídolos familiares, Génesis 31:19. Los ídolos, además de ser imágenes que representaban a dioses, conferían el título de propiedad a quien los poseyera. Probaba que un individuo era propietario legítimo de una tierra. Raquel creyó que su futuro económico estaba garantizado. Pensó que podría reclamar las tierras de su padre al conservar el ‘título de propiedad’.

Labán creyó que Jacob le había robado sus dioses. Se armó de gente y salió furioso con la intención de deshacerse de su yerno. Cuando lo encontró le dijo: “Yo sé que te fuiste porque quieres regresar a la casa de tu papá. Pero, ¿por qué te robaste los dioses de mi familia?”, Génesis 31:30 (PDT). A pesar de estar decidido a ocasionarle un mal, no pudo hacerle daño alguno porque la noche anterior tuvo una visitación especial: “Yo podría destruirte, pero el Dios de tu padre se me apareció anoche y me advirtió: “¡Deja en paz a Jacob!”, Génesis 31:29 (NTV). Jacob estuvo dispuesto a que su suegro registrara todo el campamento y prometió la muerte de aquella persona que tuviera sus ídolos. Jacob no sabía que Raquel se los había robado. Labán registró todo, por último fue a la carpa de Raquel. Ella estaba sentada encima de una montura de camello donde había escondido los ídolos que su padre estaba buscando. Raquel le mintió diciendo que estaba menstruando y por eso no podía levantarse, Génesis 31:34-35.

Repasemos la historia. Raquel robó y guardó el ‘título de propiedad’ que le daba derecho de reclamar la herencia de su padre. Mientras tanto Labán, su padre, concertó con Jacob una alianza para no perjudicarse mutuamente. Levantaron un montículo de tierra y Labán dijo: “Este montículo de piedras quedará como testimonio para recordarnos el pacto que hemos hecho hoy… Que el SEÑOR nos vigile a los dos para cerciorarse de que guardemos este pacto… Si tú maltratas a mis hijas o te casas con otras mujeres, Dios lo verá aunque nadie más lo vea… Yo nunca cruzaré este montículo de piedras para hacerte daño, y tú nunca debes cruzar estas piedras… para hacerme daño… Entonces Jacob juró, delante del temible Dios de su padre Isaac, respetar la línea fronteriza, Génesis 31:48-53 (NTV). Jacob y Labán sellaron un acuerdo en el que ninguno podría hacerle daño al otro. Jacob juró no regresar a las tierras de su suegro ni reclamarle cosa alguna. Eso significaba que Rebeca ya no podía hacer nada con el título de propiedad que había guardado. No podía ejercer el derecho de reclamar la herencia. La engañadora fue engañada. Rebeca ya no tenía herencia para reclamar. Sus dioses no la pudieron ayudar. Y así sucede con aquellas personas que confían en ‘ídolos terrenales’ más que en Dios.

Y tú, ¿en quién estás confiando? ¿Existe algún ídolo al que estás aferrado? ¿En quién has depositado tu confianza? Podría ser una estatuilla, un fetiche, una cinta roja colgada en el espejo retrovisor de tu auto o simplemente una persona, una herencia o una propiedad. Todo eso es arena movediza. En cualquier momento te hundes en el pantano de la desesperación y lo que parecía ser tu seguridad se convierte en tu ruina. Lo único seguro en esta vida es Dios: “Es mejor refugiarse en el SEÑOR que confiar en la gente”, Salmo 118:8 (NTV). “Malditos son los que ponen su confianza en simples seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del SEÑOR”, Jeremías 17:5 (NTV). Que tu decisión de hacer a Dios el Señor de tu vida sea firme y persistente. Con Dios siempre se gana, con Dios nunca se pierde. ¡Experiméntalo!