Cómo encontrar la verdadera paz 5/6/2022 #1199
Episode 210, Jun 05, 2022, 08:38 PM
Pastor José Luis Cinalli
5/6/2022
Cómo encontrar la verdadera paz
“Y calzados los pies, prontos para proclamar el Evangelio de la paz”, Efesios 6:15 (EUNSA).
La vida cristiana es un campo de batalla, no un parque de diversiones. Estamos en guerra. Enfrentamos fuerzas malignas de dimensiones cósmicas. El devorador de almas es nuestro enemigo. El asesino de la humanidad nos ataca continuamente. Según el apóstol Pablo una estrategia de defensa es la proclamación del evangelio de la paz. ¡El creyente protegido es aquel que testifica! Así como “Cristo vino y anunció las buenas noticias de paz a todos…” (Efesios 2:17, TLA) ahora nos encomienda a nosotros hacer lo mismo: “Les haré proclamar… ¡paz a los que están lejos, y paz a los que están cerca!...”, Isaías 57:19 (BAD). Dios espera que ofrezcamos la paz a todos: ricos y pobres, pecadores empedernidos, joven o viejo. Todos deben ser invitados porque hay lugar para todos los que se arrepientan y crean: “¿Qué Dios hay como tú, que perdona el pecado…? que se complace en la misericordia”, Miqueas 7:18 (SA). Qué bienvenido resulta para muchos el evangelio de la paz: “Qué hermosos son… los pies del mensajero que trae buenas noticias… de paz…”, Isaías 52:7 (NTV); Nahúm 1:15. Y, ¿cuál es el mensaje del evangelio que debemos proclamar? “… Que hay paz con Dios por medio de Jesucristo…”, Hechos 10:36 (NTV). La Biblia dice: “Muy breve es la vida…”, (Salmo 39:5, NVI) y luego entramos en la eternidad, ya sea en el gozo eterno con Dios en el cielo o en el tormento eterno en el infierno. Y ese destino depende de lo que la gente haga con el evangelio de la paz. Por eso Dios nos exhorta: “... Anuncia esta buena noticia… No tengas miedo; grita con todas tus fuerzas…”, Isaías 40:9 (TLA). No hay tiempo que perder. El evangelio de la paz debe ser proclamado urgentemente.
Advierte este detalle. Se promete paz en un contexto de guerra. Y la paz que se promete no se consigue haciendo concesiones o compromisos con el diablo. El evangelio produce paz con Dios, no con el diablo ni con sus siervos. Ahora bien, si el evangelio es el único medio para encontrar paz, ¿por qué todo el mundo lo rechaza? Cuando se anunció el nacimiento del Salvador, todo Israel debería haber gritado de gozo. Pero ocurrió lo contrario. Su llegada alarmó a todos, como si un enemigo peligroso llegara. Podríamos especular con la idea de que quizás no entendieron su nacimiento humilde, entonces de seguro lo adorarían cuando manifestara su naturaleza divina por medio de sus portentosas obras. Pero no sucedió. Continuaron rechazándolo. ¿Ha cambiado el mundo desde entonces? La invitación a tener paz sigue en pie: “Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso”, Mateo 11:28 (NTV). Sin embargo, son muy pocos los que acuden a Él. ¿Por qué? ¿Qué hay de malo en Cristo? Lo peor que hace por aquellos que lo buscan es darles paz y vida eterna. Aun así la gente espera escuchar mejores noticias. Cuidado, porque si perseveramos en rechazarlo la tragedia no puede demorarse. Dios viene a los hombres pero, ¿por qué debería quedarse en un lugar donde no se sienta bienvenido? La advertencia está hecha: “Cambien de conducta… de lo contrario, los abandonaré y… los convertiré en un montón de escombros”, Jeremías 6:8 (TLA y NTV). “… Si una persona no se arrepiente, Dios afilará su espada, tensará su arco y le pondrá la cuerda. Preparará sus armas mortales y disparará sus flechas encendidas”, Salmo 7:12-13 (NTV). “Afilaré la punta de mi espada, y mi mano empuñará el Juicio; me vengaré de mis adversarios, y daré el pago a quienes me aborrecen”, Deuteronomio 32:41 (BLA). Sin embargo, el duro castigo recibido por quienes no se arrepienten es nada en comparación con el que recibirán del otro lado de la eternidad: “Serán castigados con destrucción eterna… sufrirán la pena del infierno… alejados para siempre de la presencia del Señor…”, 2ª Tesalonicenses 1:9 (NTV, NT-BAD).
Dios espera pacientemente nuestro arrepentimiento, Romanos 2:4. Pero su paciencia no implica tolerancia al pecado: “Estas cosas has hecho, y yo he guardado silencio; pensaste que yo era tal como tú; pero te reprenderé, y delante de tus ojos expondré tus delitos”, Salmo 50:21 (NBLH). “Pensaste que yo era… como tú”. Esto es “creíste que yo tolero el pecado igual que tú”. Dios está dispuesto a perdonar y nosotros podemos abrazarnos a su perdón, pero bajo sus condiciones: que nos arrepintamos y apartemos de nuestros malos caminos: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia… y… será amplio en perdonar”, Isaías 55:7. Cuidado con presumir de la misericordia absoluta de Dios. Esto sería tomar la espada por el filo y no por el mango. Podrías encontrar muerte y condenación en la misma misericordia que podría haberte salvado, de haberla aceptado en la forma en la que Dios la dio. Existe paz si abandonamos el pecado. La Biblia es clara. No deja escondrijos para el mal. No nos engañemos creyendo que podemos abandonar la concupiscencia y volverla a llamar después de un tiempo. Dios no puede ser burlado. Tiene que haber una decisión deliberada de no volver a admitir el pecado. Es dejarlo, sin reservas y para siempre. “… Quiten sus pecados de mi vista. Abandonen sus caminos malvados”, Isaías 1:16 (BLA). Y luego dice: “Venid… y estemos a cuenta…”, Isaías 1:18. El pecado es deicida. Dios no nos dirigirá la palabra mientras empuñemos la espada. Mientras el pecado nos gobierne Dios, se negará a considerar la paz. Pero si lo confesamos y nos apartamos Dios nos perdonará. La única manera de vencer a Dios es de rodillas, mientras postrados confesamos: “Señor aquí estoy, mi vida es tuya, prefiero morir al pecado antes que luchar contra tu misericordia”.
Ahora bien, una cosa es cierta: ¡cuando aceptamos el evangelio alegramos a Dios! Qué gozo experimentó Jesús cuando sus discípulos regresaron con la noticia de que el evangelio había sido aceptado: “… Lleno de alegría… dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra”, Lucas 10:21 (NVI). No hay nada que honre más a Dios y lo haga tan feliz como hacer que la gente se reconcilie con Dios: “¡Hay… alegría en el cielo por un pecador… que se arrepiente…!”, Lucas 15:7 (NTV). Ahora bien, la alegría de Dios es también la nuestra. No solo Jesús sino también sus discípulos se alegraron: “… Regresaron muy contentos…”, Lucas 10:17 (TLA). ¿Lo ves? La evangelización hace feliz a Dios, a quien lo predica y a quien lo acepta. Pero también es un método de protección espiritual. En el mismo momento en que los discípulos predicaban Jesús veía caer a Satanás y, los demonios se postraban a los pies de los apóstoles, Lucas 10:17-18. ¡La evangelización es la mejor manera de vencer las fuerzas demoníacas!
Ahora bien, así como la aceptación del evangelio en nuestros corazones lo alegra, el rechazo lo enfada. El desprecio del evangelio no es una buena noticia para el Señor. Muy por el contrario, lo enoja. Esta verdad está ilustrada en la parábola del gran banquete. Cuando los siervos enviados a invitar a la gente (esto es a predicar el evangelio) volvieron trayendo solo excusas Jesús se enojó tanto que pronunció un juicio terrible sobre cada uno de los que habían rechazado la invitación: “Entonces enojado el padre de familia dijo… Ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena”, Lucas 14:21-24. Ellos cerraron las puertas de su corazón a Cristo y Cristo echará cerrojo de justicia para que sean torturados en el infierno. Lo que Dios menos tolera es el desprecio de su gracia. Si no aceptas a Cristo ahora, no podrás después. ¿Por qué correr hacia la condenación cuando todavía hay un salvoconducto? ¡Nadie se hunde tanto en el infierno como aquel que tropieza con el Hijo de Dios!
¿Qué milagro es mayor?: que Dios nos ofrezca su paz o que nosotros la rechacemos. No es anormal ver a una persona condenada a muerte rogar de rodillas por el indulto, pero ver al rey a las puertas de la cárcel rogándole al traidor que acepte ser perdonado, eso sí que es un misterio. Y Dios hace eso porque nos ama: “No quiere que nadie se pierda…”, 2ª Pedro 3:9 (BDA 2010). Pero cuidado, el rechazo de su gracia no es gratis. Si seguimos en esa postura beligerante con Dios pagaremos las consecuencias. Hacerle la guerra al Creador del universo es consentir a nuestra propia condenación y a ser lanzados vivos al infierno. Esta semana nos llamó una maestra que vive y trabaja en la ciudad de Jujuy. Está muy comprometida con la campaña de Todos contra el abuso infantil. Mientras proyectaba uno de los cuentos en su clase, a coro los alumnos decían tener el libro Cuentos que no son Cuentos. “Pasaron por mi casa y me lo regalaron”, decían todos. Pero hubo uno que dijo no haberlo recibido; sin embargo, encontró uno tirado en la plaza. Lo tomó, lo limpió y se lo llevó para leerlo a solas en su habitación. Y allí fue consolado por Dios cuando leyó que su sexualidad era un regalo de Dios que debía agradecer. Desde entonces está en paz y vive para agradar a Dios. ¿Lo ves? Para algunos el evangelio es basura, en cambio, para otros, un tesoro. Un tesoro que les otorga paz y los lleva al cielo. ¿Qué harás tú con ese evangelio que Dios te ofrece? Piénsalo bien. Si lo rechazas no podrás evitar ser condenado. Y en el infierno el amor que Dios te ofrece hoy, no te servirá para nada. “… Este es el momento preciso. Hoy es el día de salvación”, 2ª Corintios 6:2 (PDT). “Si hoy oyen la voz de Dios, no endurezcan su corazón”, Hebreos 4:7 (NT-BAD).