¿Puede Dios…? 23/10/2022 #1219
Episode 235, Oct 23, 2022, 08:43 PM
Pastor José Luis Cinalli
23/10/2022
¿Puede Dios…?
23/10/2022
¿Puede Dios…?
“… ¿Puede Dios… prepararnos una mesa en el desierto?”, Salmo 78:19 (DHHe, BAD).
Existen creyentes interesados en saber cuál es la armadura adecuada para pelear las batallas de la fe; mientras que otros, cobardes, tiran la armadura y huyen de la vida cristiana. Los efraimitas fueron culpables de este pecado: “Los guerreros de Efraín, aunque estaban armados… dieron la espalda y huyeron el día de la batalla… retrocedieron el día del combate”, Salmo 78:9 (NTV, CJ). Estos soldados “no obedecieron a Dios” (Salmo 78:8, PDT) y desertaron cobardemente de la guerra. Al dudar de la protección divina fueron responsables de romper el pacto: “No respetaron su alianza con Dios…no cumplieron su pacto”, Salmo 78:10 (DHH, NTV). Por no pelear las batallas del Señor estos israelitas fueron reemplazados en el servicio. Dios “rechazó… a la tribu de Efraín… y eligió a la tribu de Judá…”, Salmo 78:67-68 (NTV). ¡Rehusar participar de las batallas del Señor es romper el pacto con Dios y rechazar sus mandamientos! Pero hay algo aún más triste para estos desertores. Perdieron el privilegio de tener el arca. Tras la conquista de la tierra prometida, el tabernáculo fue levantado en Silo. Después de este incidente, Dios decidió trasladarla a Jerusalén: “Elegí a Jerusalén para habitar en ella…”, 2º Crónicas 6:6 (BAD). Aprendamos de los viejos errores. Que la historia no vuelva a repetirse. Dios nos ha invitado a participar en su grandiosa obra mundial, pero para eso debemos ser constantes en nuestra devoción y servicio. Si dudamos y nos tambaleamos en la fe, Dios elijará a otros. ¡Los inconsecuentes y cobardes no son tenidos en cuenta por Dios!
La inestabilidad en la fe es uno de nuestros mayores pecados. La Biblia dice: “No somos de los que se retiran cobardes para perdición, sino de los que conservan la fe para ganancia del alma”, Hebreos 10:39 (CEBIHA). El remedio para no fluctuar en la vida cristiana es recordar lo que Dios hizo por nosotros y ser agradecidos. Precisamente de esto trata el Salmo 78. Asaf, el escritor, le recuerda a Israel lo bueno que había sido Dios, aunque ellos “se olvidaron de las maravillas que… había hecho…”, Salmo 78:11 (PDT). Cuidado porque el que olvida las obras de Dios, con seguridad fracasará en las suyas. El Señor dijo: “No hay novia que se olvide de su vestido ni de sus joyas, ¡pero ustedes, que son mi pueblo, hace mucho que se olvidaron de mí!”, Jeremías 2:32 (TLA). Dios pone a nuestra disposición recursos espirituales para enfrentar conflictos espirituales, Efesios 6:10-18. Sin embargo, la eficacia de esos recursos depende en cierto modo de la decisión de utilizarlos. ¿Por qué muchos pierden las batallas o salen maltrechos de la guerra? Porque no pelean con las armas adecuadas. Existen muchas personas que “vuelven las espaldas en el día de la batalla”, Salmo 78:9. Algunos ni siquiera comienzan la batalla como el caso del joven rico, Mateo 19:22. Otros, huyen tan pronto como la batalla se inicia. Hay quienes retroceden cuando reciben la primera herida, como es el caso Juan Marcos, Hechos 13:13. Finalmente existen personas que aflojan y tiran la toalla cuando la batalla se prolonga en el tiempo.
El gran pecado resaltado por el escritor del Salmo 78 es la incredulidad: “… El SEÑOR... se puso furioso… porque no le creyeron… ni confiaron en su cuidado”, Salmo 78:21-22 (NTV). Pero también les recrimina la ingratitud. Muy pronto se olvidaron de todo lo que Dios había hecho por ellos. “Dios abrió el Mar Rojo y le ayudó a… a cruzarlo… Todos los días… los guiaba con una nube y todas las noches… con la luz del fuego. En el desierto, Dios partió las rocas… y… sacó agua para que ellos bebieran… Sin embargo, ellos seguían pecando… Se quejaron… y no confiaron en Dios, porque no creyeron que él podía salvarlos. Entonces… Dios comenzó a matarlos, finalmente lo buscaron. Se arrepintieron… pero todo fue de dientes para afuera… no fueron sinceros con Dios, le mintieron cuando le dijeron que lo amaban…”, Salmo 78:13-36 (PDT, NTV). Dios había demostrado su fidelidad. ¿Y cómo le pagaron? Con rebeldía e ingratitud. No creyeron que Dios podía sustentarlos en el desierto: “Murmuraron contra Dios, y… dijeron: “… ¿Puede Dios… prepararnos una mesa en el desierto?... ¿Podrá… darnos de comer?...”, Salmo 78:19 (DHHe, BAD). Detente un instante y mira hacia atrás. ¿No ha sido Dios fiel, generoso y misericordioso contigo? Si buscas bien, seguramente reconocerás cientos de argumentos para expandir tu fe y te darás cuenta que las palabras del salmo están invertidas. Nunca más vuelvas a decir: “¿puede Dios?” sino, “¡Dios puede!”.
Los pecados que indignaron a Dios fueron la ingratitud y la incredulidad. Los israelitas dudaron del poder de Dios y de su tierno cuidado. Creyeron que Él no era capaz de proveer para sus necesidades o protegerlos de sus enemigos. La ingratitud y la desconfianza hacia Dios no son pecados pequeños. Solemos pensar que Dios pasa por alto estas cosas. Sin embargo, el Señor no fue indiferente a lo que dijeron y los castigó severamente. Miles empezaron a morir, entonces los demás se ‘julepearon’ y empezaron a volverse a Dios. Pero la decisión duró un suspiro. En cuanto el cinto dejó de apretar volvieron a la fiesta: “A pesar de todo, siguieron pecando... a pesar de sus maravillas, se negaron a confiar en él”, Salmo 78:32 (BAD y NTV). Qué duro es el corazón. A pesar de todas las bendiciones y las correcciones más fuertes, siguieron pecando. No aprendieron ni de la bondad ni de la ira de Dios.
“Ellos solo buscaban a Dios cuando él los castigaba… Pero todo fue de dientes para afuera… con su boca y su lengua le decían hermosas mentiras pues nunca le fueron sinceros ni fieles…”, Salmo 78:34-37 (TLA, NTV, DHH). Duros son los corazones a los cuales solo puede mover la muerte. Israel se acordaba de Dios cuando ardía en el horno de las dificultades. Obedecían únicamente cuando sentían el látigo sobre sus lomos. Si Dios los trataba con mano dura se volvían religiosos y dirigían sus pasos a las puertas del tabernáculo como ovejas que corren todas juntas cuando el perro las persigue, pero vuelven a esparcirse y cada cual va por su lado cuando el pastor llama. Somos como el hierro, blandos y maleables mientras estamos en el fuego, pero después volvemos a la dureza anterior. Buscar a Dios solo para escapar del sufrimiento es una decisión poco profunda y no llega muy lejos.
Seamos justos y digamos que muchos de nuestros sufrimientos podrían ser evitados. Es un error echarles la culpa a otros cuando sufrimos por nuestro propio pecado. Saúl estaba deprimido por su rebeldía, 1º Samuel 28. Nabucodonosor estaba loco por su orgullo, Daniel 4:28-32. Uzías era leproso por su vanidad, 2º Reyes 15:5. Y David estaba enfermo por su pecado: “Mi salud está arruinada a causa de mis pecados...”, Salmo 38:3 (NTV). Entiéndase bien, no todos nuestros males son el resultado de nuestros pecados, pero sí es cierto que sufrir por desobediente es una tontería.
El Salmo 78 es una seria advertencia para todos los creyentes. La inconstancia en la fe termina en juicio. No seamos inconsecuentes, inconstantes e inestables en nuestra vida cristiana. No somos una veleta de campanario que cualquier vientito la hace girar. No hagamos promesas que después no cumplamos. Basta de ser ardientes en nuestra santidad un día y fríos a la mañana siguiente. No fluctuemos entre la reverencia y la rebelión. Basta de vacilar entre el agradecimiento y la murmuración. No seamos como aquellos necios israelitas que un día daban su oro para la construcción del tabernáculo y al siguiente se quitaban los pendientes y anillos para hacer un becerro de oro. No hay dudas de que el corazón es un camaleón.
Una reflexión final. El pecado no es simplemente una violación a un mandamiento divino sino un fuerte dolor al corazón del Padre. Por nosotros, el Señor abre los mares; nos guía durante el día; enciende fuegos de vigilancia durante la noche y trae corrientes de bendición desde las rocas mismas. Pero lo echamos todo a perder con nuestra desconfianza. La incredulidad contiene un alto grado de provocación. Solemos reconocer que Dios hizo esto o aquello, pero también dudamos y nos preguntamos si Dios podrá hacer aquello otro. Decimos: “¿puede Dios?”. ¿Cuándo llegará el día en que sinceramente creamos que para Dios todo es posible y que todas las cosas son posibles para el que cree? Para gozar de una fe estable debemos alimentar nuestra alma de constantes y continuos encuentros con Dios, creyendo sus promesas, estudiando lo que nos ha dicho en su Palabra y aprendiendo de lo que ha hecho en la vida de los demás. ¡Debemos creer que Dios puede y que Dios quiere!