El escudo de la fe 10/11/2022 #1221J
Episode 239, Nov 11, 2022, 03:36 PM
Pastor José Luis Cinalli
10/11/2022
10/11/2022
El escudo de la fe
“En la batalla… sobre todo… precisarán… el escudo de la fe, para detener los dardos de fuego que arroja Satanás”, Efesios 6:16 (NT-BAD, RV60).
Al diablo no se lo puede enfrentar con armas humanas. Nuestras habilidades, talentos y capacidades, por más sobresalientes que sean, no alcanzan para desarmar las estratagemas del infierno. Necesitamos armas espirituales. Pablo recomienda usar el escudo de la fe. A diferencia del yelmo o la coraza diseñados para cuidar una parte del cuerpo, el escudo protege enteramente. Por eso la Biblia dice que Dios es “un escudo que nos envuelve”, Salmo 5:12 (PDT). A veces los dardos de la tentación están dirigidos contra nuestra cabeza. El diablo nos hace dudar de la bondad y de las promesas del Señor tan solo porque nuestro entendimiento no alcanza a comprenderlo. Pero la fe aguanta el golpe: “Hubiera yo desmayado, si no creyese…”, Salmo 27:13. Entonces, sin fe somos presa fácil del enemigo, pero con fe estamos a salvos de sus artilugios: “… Todo hijo de Dios vence… y logramos esa victoria por medio de nuestra fe”, 1ª Juan 5:4 (NTV).
¿Qué es la fe? Creer en Dios. Pero cuidado, para desarmar al diablo necesitamos traducir nuestra fe en obediencia porque la sola creencia de que Dios existe no alcanza: “Tú dices tener fe porque crees que hay… Dios… Aun los demonios lo creen… ¡Tonto! ¿Cuándo vas a… aprender que de nada sirve “creer” si uno no hace lo que Dios quiere?...”, Santiago 2:19-20 (NTV, NT-BAD). Por otra parte la fe debe ser permanente. La fe de ayer no alcanza para defendernos hoy. Si nuestra fe se desvanece, el diablo se hace un festín con nosotros. Recordemos a Pedro. Su fe era débil cuando la voz de la muchacha lo llevó a negar a Cristo, pero se fortaleció al resistir y refutar amenazas de todo el concilio, Hechos 4. ¿Y cómo saber si nuestra fe es fuerte o débil? Compárate a ti mismo. Si una tentación normal te atrapa como la telaraña a una mosca, tu fe es muy débil. ¿Eres enlazado por los mismos pecados y con la misma fuerza que unos meses? ¿Puedes pasar por la puerta de una tentación sin mirar adentro? Cuando la tentación te llama, ¿eres capaz de cerrarle la puerta en la cara? Si el poder del pecado muere, puedes estar seguro que tu fe está viva y vigorosa.
Ahora bien, la fe que sirve es mucho más que el asentimiento de las verdades escriturales. Judas creía en el valor y el poder de las Escrituras cuando era un fogoso predicador del evangelio, pero no tenía fe: “Mas algunos de ustedes no me creen. Es que Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo traicionaría”, Juan 6:64 (NT-BAD). La fe tiene poco que ver con el intelecto y mucho que ver con el corazón: “Porque con el corazón se cree…”, Romanos 10:10. El eunuco quería bautizarse y “Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes…”, Hechos 8:37.
La fe es confianza absoluta en Cristo. Cuando caminamos cerca de Él, estamos a salvo de la tentación. Esto implica que debemos conocer a Cristo si pretendemos tener fe en Él. Solo entonces podremos decir: “Porque yo sé a quién he creído…”, 2ª Timoteo 1:12. La mayoría de las personas desconfía de un desconocido. Abraham no sabía a dónde iba, pero sabía quién lo acompañaba. La fe que Abraham poseía surgía de su comunión con Dios. La fe “viene por el oír y el oír la Palabra de Dios”, Romanos 10:17. Necesitamos experiencias de compañerismo con Él si queremos tener fe. La clave de la fe es conocer a Cristo, recibir a Cristo y descansar en Cristo. No todo el que asiente a la verdad de lo que la Biblia dice acerca de Cristo, cree en Él. La fe en Cristo implica una unión con él. Por tanto, se nos manda a aferrarnos a Cristo: “Pero el que busque mi protección, que haga las paces conmigo; sí, que haga las paces conmigo”, Isaías 27:5 (PDT). Se llama a Cristo el “brazo” de Dios. Lo que salva al que se está ahogando no es el ver un brazo extendido sobre las aguas, sino el aferrarse a él. Si te aferras a Cristo serás salvado. Si conoces a Cristo tendrás fe.
Abraham era famoso por su obediencia. Y obedecía por la fe que tenía: “Por la fe Abraham… obedeció…”, Hebreos 11:8. Y tenía fe porque era amigo de Dios, Santiago 2:23. Lo mismo sucedió con David. ¿Cómo pudo enfrentar al paladín filisteo cuando nadie, absolutamente nadie en todo Israel se atrevía a hacerlo? Por la fe que poseía. “¿Quién es este filisteo pagano, al que se le permite desafiar a los ejércitos del Dios viviente?”, 1º Samuel 17:26 (NTV). “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo contra ti en nombre del SEÑOR de los Ejércitos Celestiales… a quien tú has desafiado. Hoy el SEÑOR te conquistará, y yo te mataré y te cortaré la cabeza… ¡y todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel!...”, 1º Samuel 17:45-46 (NTV). David tenía fe porque conocía y disfrutaba de íntima comunión con Dios. El salmista dijo: “Yo he permanecido cerca de Dios y eso es bueno para mí”, Salmo 73:38 (PDT). ¿Entiendes el principio espiritual? La oración es hija de la fe. Sin fe no podemos acercarnos a Dios (Hebreos 11:6) y con fe es imposible no orar.
“Sobre todo… precisarán... el escudo de la fe”, dice el apóstol Pablo. De entre todas las piezas de la armadura, la fe es la más sobresaliente. La fe es la virtud más apreciada por Dios: “A Dios no le gusta que no confiemos en él. Para ser amigos de Dios hay que creer…”, Hebreos 11:6 (TLA). “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”, Lucas 18:8. Dios espera que seamos “ricos en…fe”, Santiago 2:5. ¿Te acuerdas del ciego al que Jesús mandó a lavarse al estanque de Siloé? Después de ser sanado fue arrestado por los fariseos quienes lo excomulgaron por darle la gloria de su sanidad al médico divino. En el juicio, el ex ciego habló muy bien de Jesús. Sin embargo, lo que más apreció el Señor no fue su lealtad, sino su fe: “… Cuando lo encontró, le dijo: ¿Tú crees en el Hijo del hombre? ¿Quién es, señor? —contestó el hombre —. Quiero creer en él”, Juan 9:35-36 (NTV). El celo por predicar y sufrir por Cristo no era nada si el hombre no tenía fe. Lo mismo sucedió con el centurión romano. Jesús exaltó su fe y no su humildad. Es evidente que el hombre respetaba a Jesús porque lo trató con mucho honor: “Señor… no soy digno de que entres en mi casa…”, Mateo 8:8. Sin embargo, Jesús destacó su fe por encima de su humildad. Cristo no dijo: “no he hallado tanta humildad en Israel”, sino “no he visto una fe como ésta en todo Israel”, Mateo 8:10 (NTV). La fe es la puerta por donde entra el gozo y la paz: “Ustedes aman a Jesucristo… y… creyendo en él… se alegran…”, 1ª Pedro 1:8 (DHH). “Que Dios… les dé la paz que trae el confiar en él…”, Romanos 15:13 (TLA).
Finalmente, la fe del creyente será probada: “Las tribulaciones presentes ponen a prueba la firmeza y pureza de su fe”, 1ª Pedro 1:7 (NT-BAD). Eso fue lo que Jesús hizo con la mujer sirofenicia. Jesús no quería negarle el milagro. Solo probaba su fe: “… Mujer, ¡qué fe tan grande tienes! Que se cumplan tus deseos…”, Mateo 15:28 (BNP). Y tu fe, ¿es grande o es pequeña? ¿Es fuerte o débil? He aquí algunas recomendaciones para fortalecer tu fe:
1) Aliméntate de la Palabra de Dios. La fe “viene por el oír y el oír la Palabra de Dios”, Romanos 10:17. Pasa más tiempo escuchando sermones, meditando su Palabra y teniendo encuentros con creyentes que te estimulen a creer. Si tu fe está débil, con toda probabilidad, no te estás alimentando de la Palabra de Dios. Antes soportabas presiones y quitabas el tiempo de otras cosas para mantener comunión con Él. Pero gradualmente has dejado de acudir a la cita divina y hoy te resulta difícil confiar. Además, tienes muy poca autoridad sobre tu incredulidad.
2) Santifícate. Los pecados deliberados o repetidos sin arrepentimiento te alejan de Dios y te dejan sin fe. ¿Caíste en la fosa del pecado? No te quedes allí. Una oveja puede caer en un chiquero, pero solo el cerdo se revuelca en él. Será imposible fomentar la fe si tu manto está sucio y tu rostro embarrado de pecado. El veneno es peligroso, pero mucho más letal es dejarlo en el cuerpo por demasiado tiempo. No puedes crecer en tu fe si no limpias primero tu corazón con el arrepentimiento.
3) Crece en tu fe. Si te conformas con la fe que tienes corres el gravísimo peligro de perderla. Una chispa se apaga antes que una llama, una gota se seca más fácilmente que un río. Mientras más fuerte sea tu fe, más segura estará contra los ataques del enemigo. La ventaja más grande para el diablo es una fe débil.
1) Aliméntate de la Palabra de Dios. La fe “viene por el oír y el oír la Palabra de Dios”, Romanos 10:17. Pasa más tiempo escuchando sermones, meditando su Palabra y teniendo encuentros con creyentes que te estimulen a creer. Si tu fe está débil, con toda probabilidad, no te estás alimentando de la Palabra de Dios. Antes soportabas presiones y quitabas el tiempo de otras cosas para mantener comunión con Él. Pero gradualmente has dejado de acudir a la cita divina y hoy te resulta difícil confiar. Además, tienes muy poca autoridad sobre tu incredulidad.
2) Santifícate. Los pecados deliberados o repetidos sin arrepentimiento te alejan de Dios y te dejan sin fe. ¿Caíste en la fosa del pecado? No te quedes allí. Una oveja puede caer en un chiquero, pero solo el cerdo se revuelca en él. Será imposible fomentar la fe si tu manto está sucio y tu rostro embarrado de pecado. El veneno es peligroso, pero mucho más letal es dejarlo en el cuerpo por demasiado tiempo. No puedes crecer en tu fe si no limpias primero tu corazón con el arrepentimiento.
3) Crece en tu fe. Si te conformas con la fe que tienes corres el gravísimo peligro de perderla. Una chispa se apaga antes que una llama, una gota se seca más fácilmente que un río. Mientras más fuerte sea tu fe, más segura estará contra los ataques del enemigo. La ventaja más grande para el diablo es una fe débil.
Ya que la fe es una virtud tan especial, anímate a conservarla. Guarda la fe y ella te guardará a ti. Si la descuidas, estarás bajo los pies de tus enemigos.