El que casi obedece, desobedece - 12/11/23 #1273

Episode 295,   Nov 12, 2023, 08:51 PM

12/11/2023
El que casi obedece, desobedece

“Samuel le dijo a Saúl: “Dios me envió… a darte este mensaje… Ataca a los amalecitas y destruye todo lo que tienen…”, 1ª Samuel 15:1-2 (TLA).

Parece extraño que Dios ordenara la destrucción entera de una nación, pero había una razón. Los amalequitas eran terroristas y guerrilleros que se aprovecharon de la vulnerabilidad de los israelitas en su peregrinaje por el desierto para atacarlos ferozmente, especialmente a los débiles, enfermos y ancianos; quienes viajaban en la retaguardia de la caravana, Deuteronomio 25:17-19. La destrucción debía ser total como lo había sido Sodoma y Gomorra, solo que el instrumento de destrucción no sería fuego y azufre sino la espada de Saúl. “Saúl atacó todo el territorio de Amalec… solo dejó vivo al rey… y a los mejores animales…”, 1º Samuel 15:7-9 (TLA). Cualquier persona podría pensar que Saúl llevó a cabo la misión encomendada. El pueblo fue destruido y la nación arruinada. Incluso el mismo Saúl estaba convencido de haber obedecido a Dios: “Yo he cumplido la palabra de Jehová”, 1ª Samuel 15:13. Tan persuadido estaba de su lealtad a Dios que cuando el profeta Samuel lo confrontó por haberse quedado con una parte del botín que debía ser destruido, él contestó: “¡Yo sí obedecí al SEÑOR!... ¡Cumplí la misión que él me encargó!”, 1º Samuel 15:20 (NTV). Ahora bien, Saúl no había obedecido. Dios dijo “… Saúl… no ha cumplido mis palabras… Saúl no me hace caso ni me obedece”, 1ª Samuel 15:11 (RV60, TLA). Hasta los animales atestiguaban en su contra, exponiendo su mentira: “Samuel le dijo… ¿qué es ese ruido? ¿Por qué se oyen ovejas y ganado?”, 1ª Samuel 15:14 (PDT). Saúl obedeció parte del mandato divino y le fue contado por desobediencia. La obediencia selectiva es una clase de desobediencia. La clave de la bendición está en obedecer todo lo que Dios nos ordena. Saúl prefirió hacer su voluntad y no la de Dios: “Saúl y el pueblo perdonaron a Agag y a lo mejor del… ganado… no lo quisieron destruir, 1ª Samuel 15:9. Advierte la expresión: “no quisieron”. Aquí yace la raíz del problema. Saúl y el pueblo “no quisieron” hacer la voluntad de Dios. ¡Hicieron su propia voluntad! Y Dios llamó a eso “obstinación y rebelión”, 1º Samuel 15:23.

Saúl obedeció casi todo lo que Dios le pidió; ¡pero su casi obediencia fue considerada desobediencia! Y por ello fue rechazado como rey: “Rechazaste el mandato del Señor y ahora él Señor te rechaza como rey de Israel, 1º Samuel 15:26 (PDT). El que casi obedece, en realidad desobedece. “El que obedece todas las leyes de Dios menos una es tan culpable como el que las desobedece todas”, Santiago 2:10 (NTV). Si obedecemos casi todo lo que Dios nos pide, pero menospreciamos algún mandamiento, no le somos totalmente fieles. No debemos dar preferencia a un mandamiento por encima de otro. Ser fiel a Dios en nueve de cada diez áreas de nuestra vida no alcanza para estar en una correcta relación con Dios. Agradamos a Dios si hacemos Su voluntad. Al igual que los hermanos judíos a quienes Santiago les escribe su carta solemos guardar aquellos mandamientos que más nos convienen e ignoramos aquellos que no nos gustan. Pero todos los mandamientos del Señor son igualmente importantes, por lo que no respetar uno solo de ellos es rechazar a Dios. El criterio de muchos hermanos es: “haré todo, menos una cosa”. Haré todo menos bautizarme. Haré todo menos ofrendar. Haré todo menos reunirme con regularidad. Si decidimos vivir de esta manera dejemos de cantar “Todo a Cristo yo me rindo”. La actitud de Jesús en la cruz fue: “Quiero que se haga tu voluntad, no la mía”, Lucas 22:42 (NTV). En cambio, el comportamiento de Saúl reflejó el de muchas personas hoy en día: “que se haga mi voluntad y no la tuya”. Saúl “no quiso” hacer la voluntad de Dios y no solo fue considerado rebelde sino que perdió el reino y terminó en el infierno. La obediencia parcial no es suficiente para agradar a Dios. Si la obediencia no es total somos culpables de rebeldía. Y “La rebelión es tan pecaminosa como la hechicería…”, 1º Samuel 15:23 (NTV). Saúl se convenció a sí mismo de que Dios aceptaría la ofrenda del rebaño que había decidido perdonar y fue castigado por ello. Dios dijo: “… La obediencia es mejor que el sacrificio…”, 1º Samuel 15:22 (NTV). Es obvio que la obediencia selectiva no agrada a Dios.  

La desobediencia es fatal, ¡tiene el poder de anular una bendición! ¿Recuerdas lo que le sucedió a Elí? Dios le prometió que estaría en el sacerdocio para siempre, junto a su familia. Sin embargo, la promesa quedó sin efecto a causa de su desobediencia: “Por cuanto has hecho esto… has honrado a tus hijos más que a mí (NRV1990)… de ninguna manera permitiré que… me sirvan, aun cuando yo había prometido que… me servirían siempre…”, 1ª Samuel 2:29-30 (NVI). La Biblia dice que cuando el rey Uzías “se fortaleció, se volvió tan arrogante que hizo algo que mostró su infidelidad al Señor: entró al templo del Señor y quemó incienso en el altar… El sacerdote… le dijo… “No es correcto que Su Majestad ofrezca incienso al Señor. Esa función corresponde a los sacerdotes… Salga ahora mismo del santuario porque está cometiendo una infidelidad al Señor, y no va a recibir honra de Dios por hacer esto, 2º Crónicas 26:16-18 (PDT). El rey desobedeció y “quedó leproso hasta el día de su muerte…”, 2º Crónicas 26:21 (PDT). A menudo sucede que la gente que ostenta poder, se cree con el derecho de vivir por encima de la ley. Pero hasta los gobernantes y líderes están sujetos a Dios. No importa qué posición tengamos en la iglesia o en la sociedad: ¡Dios espera que lo obedezcamos! Uzías hizo algo bueno (ofrecer incienso) pero lo hizo violando un mandamiento divino y vivió enfermo el resto de su vida. Un caso parecido fue el de los hijos Aarón: “Nadab y Abihú… quemaron incienso… Pero no lo hicieron como Dios lo había ordenado, así que Dios envió fuego… y les quitó la vida”, Levítico 10:1-2 (TLA). Los hijos de Aarón adoraron a Dios, pero no de la forma en la que Dios quería y pagaron con su vida semejante irreverencia. Solemos pensar que nuestra adoración es aceptada por Dios siempre que sea sincera. Pero nuestra adoración, además de ser sincera, debe ir acompañada de una vida de obediencia: “Este pueblo de labios me honra, pero lejos están de amarme de corazón. La adoración que me brindan no les sirve de nada porque enseñan tradiciones humanas como si fueran mandamientos de Dios”, Mateo 15:8-9 (NT-BAD). Reflexionemos en las tristes consecuencias de la desobediencia: Uzías quedó leproso y vivió aislado para siempre; Saúl terminó en el infierno y los hijos de Aarón fueron fulminados al instante por el fuego divino. Cuidado con subestimar los mandamientos de Dios. Cuidado con violentar, cambiar o modificar Su Palabra. Cuidado con las licencias espirituales. La obediencia es crucial para ser bendecidos y es para todos, todo el tiempo. Moisés supo obedecer a Dios pero lo arruinó todo en la postrimería de su vida. Vivió menos de lo que Dios tenía pensado para él y murió sin haber cumplido su propósito. ¿La causa? Su desobediencia: Ya que no me glorificaron… y por no haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no harán entrar a esta comunidad en la tierra que les voy a dar”, Números 20:12 (BLA y BNP). Moisés disminuyó la gloria Dios arruinando su reputación; ¡y pagó con su vida! Moisés no murió enfermo o de viejo, ¡murió por desobediente! Arrojar el nombre de Dios por la cloaca se paga caro. La desobediencia acarrea consecuencias graves. Nadie, sin importar que sea el rey de una nación, el hijo del principal pastor o el libertador de una nación salen inmunes.

Sin obediencia no hay bendición. Naamán se sanó porque obedeció la orden de zambullirse siete veces en el Jordán, 2º Reyes 5. Los muros de Jericó cayeron porque los israelitas dieron las trece vueltas que Dios les había ordenado dar, Josué 6:3-20. El ciego se sanó porque lavó sus ojos en el estanque de Siloé tal como Jesús le había ordenado, Juan 9:7. Se debe obedecer sin importar si entendemos o no lo que Dios nos pide. Abraham no comprendió lo que Dios le pedía cuando le dijo que saliera de su tierra y abandonara su parentela, pero obedeció y fue bendecido, Génesis 12. Y mucho menos debe haber entendido la orden de sacrificar a su único hijo, Génesis 22:2. No entendió pero obedeció, ¡y fue bendecido! Dios le pidió a Noé que construyera un barco porque vendría un diluvio. ¿Entendió lo que Dios le pedía? Probablemente no. Pero obedeció y él y toda su familia fueron salvados. “Noe hizo conforme a todo lo que Dios le mandó”, Génesis 6:22. El que seguramente no debe haber entendido nada de lo que Jesús le pidió era Pedro; sin embargo obedeció y fue bendecido: “Jesús… le dijo a Simón: —ve a las aguas más profundas y echa tus redes para pescar. —Maestro —respondió Simón—, hemos trabajado mucho durante toda la noche y no hemos pescado nada. Pero, si tú lo dices, echaré las redes nuevamente, Lucas 5:4-5 (NTV). Pedro hizo lo que Jesús le dijo y, de repente salió de la quiebra económica. Después de estudiar todos estos casos la conclusión es obvia. La obediencia es crucial para la bendición, Romanos 2:13, 16:26; 1º Samuel 15:22; Mateo 7:21-24, 12:50; 21:31; Lucas 6:46, 11:28; Hebreos 5:9; Santiago 1:22; Lucas 8:15; Juan 13:17, 14:21. ¡La bendición está reservada solo para los obedientes! ¡Los que casi obedecen, desobedecen!