Generosidad silenciosa: dar sin esperar recompensa - 9/6/2024 - #1304
Episode 329, Jun 16, 08:17 PM
Pastor José Luis Cinalli
9/6/2024
Generosidad silenciosa: dar sin esperar recompensa
9/6/2024
Generosidad silenciosa: dar sin esperar recompensa
“Cuando… des un banquete… no invites a tus amigos, hermanos, parientes y vecinos… Pues ellos también te invitarán a ti, y ésa será tu única recompensa… Al contrario, cuando tú des un banquete, invita a los pobres… inválidos… cojos y… ciegos; y serás feliz. Pues ellos no te pueden pagar, pero tú tendrás tu recompensa el día en que los justos resuciten”, Lucas 14:12-14 (NTV, DHH).
Jesús no prohíbe la comida social entre amigos, parientes y hermanos, sino que enfatiza la generosidad desinteresada. Jesús dice “cuando des”. Podemos dar cumpliendo un deber; por ejemplo, cuando pagamos los impuestos. Podemos dar demostrando orgullo y superioridad o podemos dar por interés, como si fuera una inversión, esperando que la otra persona ‘nos devuelva’ el favor que le hicimos. Esta forma de dar es muy común. Nos asociamos con quienes podemos obtener algún beneficio. O hacemos algo por alguien esperando que cuando surja la oportunidad también lo haga por nosotros. Tenemos grabado a fuego eso de “si yo hago algo por ti, tú deberías hacerlo por mí”. Cuántas decepciones, incluso en las familias y en las parejas cuando no se recibe en la misma proporción en la que se da: “fíjate cuánto doy yo y tú no das lo mismo”. Esta forma de dar no tiene recompensa. En primer lugar, cuando la persona no nos ‘paga la deuda’, es decir no nos devuelve el favor que le hicimos, nos sentimos defraudados y; en segundo lugar, perdemos la recompensa divina. Qué diferente sería todo si diéramos solo por quererlo. Nunca nos sentiríamos defraudados porque nadie nos debería algo. Cuando se da para recibir una recompensa, no se recibe ninguna; pero cuando se da sin pensar en recibir una recompensa, ¡se la recibe! ¡La única forma de dar que produce felicidad y es retribuida por Dios es la generosidad silenciosa!
Dar desinteresadamente y por amor es la clase de generosidad que Dios espera de nosotros porque ese es el ejemplo que Él mismo nos dejó. Jesús nos invita a romper con la lógica del intercambio para entrar en la lógica del don gratuito: “Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de los otros”, Filipenses 2:4 (DHH); 1ª Corintios 12:25. “Cuando veas a algún hijo de Dios en necesidad, sé tú el que corra a ayudarlo…”, Romanos 12:13 (NT-BAD). Una de las más grandes bendiciones es dar sin esperar recompensa y a quien no podrá devolvernos el favor. Por eso Jesús dijo. “Hay más bendición en dar que en recibir”, Hechos 20:35 (NTV). La bendición y la verdadera felicidad están reservadas a los generosos silenciosos.
¡La recompensa se obtiene cuando damos sin esperar recompensa! Y una gran recompensa del don gratuito es el gozo. ¿Cómo se explica el interés de los hermanos en los viajes misioneros? Hacen muchos ajustes: Toman sus vacaciones, pierden días de trabajo, viajan de noche, caminan de sol a sol y relegan todo tipo de comodidades, incluso, duermen en el suelo. Los que no pueden viajar también demuestran interés. Colaboran con la misión sembrando mercaderías, vehículos u ofrendas. Y no faltan aquellos que emplean sus propias manos para amasar panes y hornear alguna cosa dulce. ¿Cómo se explica todo ese sacrificio? La respuesta es sencilla: ¡es el gozo que produce compartir el evangelio con aquellos que no podrán devolvernos el favor! ¿Recuerdas el estado emocional de los 70 discípulos cuando volvieron de su viaje misionero? “Regresaron muy felices”, Lucas 10:17 (PDT). ¿Y qué decir del gozo que produce el sacrificio de sembrarse a sí mismos en las casas de oración? ¡Qué tremenda movilización! Todos trabajando en el poder del acuerdo. Unos hacen el chocolate; otros, ensayan las obras de teatro y no falta mano de obra para limpiar o fabricar los trajes que los payasos usarán en los titiriteros. Esa forma de dar, desinteresada y sin esperar nada a cambio tiene recompensa eterna. Es la única manera posible de hacer tesoros en el cielo.
Jesús dijo: “Cuando tú des… serás feliz… y tendrás tu recompensa”; Lucas 14:13-14 (DHH). “Cuando tú des”. Dar nos enriquece y cuánto más damos, más ricos nos volvemos. “Hay quienes reparten, y les es añadido más…”, Proverbios 11:24. “… El que largamente da largamente recibirá”, Proverbios 11:25 (MN). ¡En la economía celestial el que da se queda con más! “Serás feliz”. El que da es feliz; el egoísta, avaro y mezquino se empobrece: “Hay quienes retienen más de los que es justo pero vienen a pobreza”, Proverbios 11:24. La generosidad es el camino bíblico para romper con la pobreza y para no ser vencido por ella. ¡No podemos disfrutar verdaderamente de una bendición sino la compartimos y esto incluye la fe, el amor, los talentos y el dinero! “Tendrás tu recompensa”. ¿Qué tipo de recompensas prefieres? ¿La de los hombres o la de Dios? Debemos dar sin esperar recompensa humana, de lo contrario la donación no será una bendición. En cambio, si damos sin ningún interés recibiremos la recompensa del cielo, y esa sí es una gran recompensa. “Recibiremos las bendiciones que Dios tiene guardadas… en el cielo. Estas bendiciones no se arruinan, ni se destruyen, ni pierden su valor”, 1ª Pedro 1:4 (PTD). “… Hagan el bien… den con alegría… Si así lo hacen, estarán acumulando un tesoro en el cielo…”, 1ª Timoteo 6:18 (PDT). Qué paradoja: ¡cuando damos invertimos; cuando somos generosos atesoramos! De todas las riquezas espirituales con las que somos bendecidos existe una que sobresale a todas: ¡Dios mismo! “Jehová es la porción de mi herencia… es hermosa la heredad que me ha tocado”, Salmo 16:5-6. “Mi porción es Dios para siempre”, Salmo 73:26. Pero también se dice que “la porción de Jehová es su pueblo”, Deuteronomio 32:9. ¡Qué cosa maravillosa: el cristiano es la posesión de Dios y Dios es la posesión del cristiano!
Digámoslo con todas las letras: ¡habrá recompensa, pero solo para el que da sin esperar recompensa! Pero antes que pensar en la recompensa que se deriva del dar silenciosamente tenemos que dar. El principio espiritual es dar a Dios primero para recibir después: “Den y recibirán… La cantidad que den determinará la cantidad que recibirán a cambio”, Lucas 6:38 (NTV). “Den a otros, y Dios les dará a ustedes…Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes”, Lucas 6:38 (DHH). El dar y el recibir van juntos. Solo si damos nos colocamos en posición de recibir. Y la cosecha está determinada por la siembra. “El que da poco, recibe poco; el que da mucho, recibe mucho”, 2ª Corintios 9:6 (TLA). Nuestra generosidad es recompensada por Dios pero en la medida en la que damos. En ningún otro pasaje de las Escrituras se ve mejor este principio escritural que en la parábola de los talentos, Mateo 25:14-30. Antes de emprender el viaje, un hombre entregó su dinero a sus siervos con la intención de que lo multiplicaran. Todos invirtieron y ganaron en la misma proporción; menos uno que escondió el talento. ¿En manos de quién quedó el dinero que los siervos multiplicaron? En sus propias manos. Recibieron en la misma proporción en que habían invertido. El siervo que ganó cinco talentos se quedó con los cinco; el que ganó dos se quedó con los dos y el que no hizo nada no recibió nada.
Ilustremos ahora esta profunda lección. Imagina dos botellas repletas de arena sobre una mesa. Una tiene boca estrecha y la otra ancha. ¿Qué pasaría si volcáramos la arena de la botella de boca ancha? Se vaciaría rápidamente. ¿Qué sucedería si intentáramos vaciar la arena de la botella de boca angosta? También lo lograríamos, pero después de un largo rato. Muchos cristianos son como la botella de boca pequeña, ¡dan a Dios pero no tan rápida ni liberalmente! ¿Qué sucedería si revirtiéramos el proceso introduciendo la arena en cada una de las botellas? La botella de boca ancha se llenaría rápidamente hasta rebosar. Sin embargo, nos tomaría mucho más tiempo llenar la botella de boca estrecha. La botella que dio lentamente, ahora recibe de manera igualmente lenta. ¿Qué clase de botella eres tú?
Cierta vez un pastor trajo al púlpito una pala, un balde y una cuchara. Llenó el balde con granos de maíz y dijo: “Nosotros ofrendamos al Señor de esta manera”, y tomando la cuchara, la llenó y la esparció sobre las cabezas de los que estaban presente en el auditorio. Luego agregó: “Nosotros damos escasamente y esperamos que Dios nos dé abundantemente, pero Dios nos dice: ‘me has medido con una cuchara, préstame tu cuchara por favor’”, y llenando varias veces la cuchara de granos, esparció el maíz sobre la gente diciendo: “Dios te mide con la misma medida con la que tú le mides a Él”. Finalmente tomó la pala, la introdujo en el cubo lleno de granos y dijo: “Si nosotros damos al Señor abundantemente”, y dicho esto arrojó los granos sobre las personas, “el Señor te dirá: “préstame tu pala”. Inmediatamente todos captaron la lección.