El evangelio de la paz 14/7/2024 #1308

Episode 333,   Jul 14, 09:10 PM

Pastor José Luis Cinalli
14/7/2024
El evangelio de la paz

“… Hermosos son los pies de los que proclaman el evangelio de la paz con Dios… ¡Benditos los que van pregonando… la buena noticia de salvación!”, Romanos 10:15 (NT-BAD, CAS).

Es imposible disfrutar de la vida sin estar en paz con Dios. Las controversias entre el pecador y Dios son como un sapo hinchado en el fondo de una copa de miel, ¡el festín se estropea! El pecado no perdonado condena al pecador a la muerte eterna. No hay fiesta, vestidos, placeres, fortuna o reconocimiento humano que compense esa pérdida de dimensiones cósmicas. Sin paz, las bendiciones saben amargas. Los sentenciados a muerte están entretenidos en sus juegos favoritos mientras viven sus últimas horas antes de la ejecución. ¿Qué locura es esa? La vida sin Dios termina en un abismo profundo. ¿Quién les advertirá? Los ángeles no pueden hacerlo. Solo aquellos que un día han sido chamuscados por el pecado tienen la autoridad para indicar el peligro que resulta seguir por ese camino de iniquidad. Ahora bien, cuidado con despreciar esas buenas noticias. Cuando Dios envió mensajeros pregonando la salvación nadie los escuchó: “Nadie ha creído a nuestro mensaje…”, Isaías 53:1 (TLA). Lo mismo ocurre hoy en día. Dios está enviando mensajeros para convencer a los pecadores a que se reconcilien con Dios pero no hacen caso. Lástima por ellos: “… Sufrirán la pena del infierno eterno, alejados para siempre de la presencia del Señor…”, 2ª Tesalonicenses 1:9 (NT-BAD). ¿Qué milagro es más grande? ¿Qué una persona condenada rechace el indulto o que el Rey siga ofreciéndolo? Dios espera paciente mientras el evangelio de la paz es predicado “por todo el mundo… a toda criatura”, Marcos 16:15 (NBLH). Eso es gracia que forma parte de “la multiforme sabiduría de Dios”, Efesios 3:10. ¡Hasta los ángeles estudian este misterio de la misericordia divina!

La paz ofrecida por Dios es para todos sin distinciones: ricos o pobres, pecadores empedernidos, viejos o jóvenes. Todos son invitados porque hay lugar para todo aquel que se arrepienta y crea. Dios manifestó su intención de reconciliarse con el hombre desde que éste pecó. Tuvo compasión inmediata y no dejó que el sol se pusiera sobre su enojo. Fue Dios quién ofreció la paz, el mismo día en que Adán y Eva pecaron, por medio de la promesa de la simiente de la mujer, Génesis 3:15. Adán nunca imaginó que Dios se acercaría para revelar su gracia. Con toda probabilidad su oído culpable esperaba oír la voz de un dios vengador. Sin duda el corazón del Señor rebosaba de misericordia o no habría aparecido tan pronto. Dios mismo fue el primero en predicar el “evangelio de la paz” (Romanos 10:15) y “el evangelio de la gracia”, Hechos 20:24 (NVI). ¿Eres tú uno de aquellos que todavía no ha resuelto su controversia con Dios? Tendrás que decidir: ¡aceptar la propuesta de paz o seguir tu propio sendero hacia el infierno! Eso sí, al rechazar la generosa oferta estarás negando la amistad que Dios te ofrece y eso significa seguir en guerra contra el Creador. Cuidado porque si no levantas la bandera blanca antes de que cruces el umbral de la muerte, ya no podrás hacerlo nunca más. Quizás este asunto te crispe los nervios, pero es mucho menos horrible que el crujir de dientes en el infierno. Por lo tanto “si hoy oyes la voz de Dios, no endurezcas tu corazón”, Hebreos 4:7 (NT-BAD). Es cierto que muchos rechazan el mensaje que los mensajeros del evangelio de la paz están predicando, pero también es cierto que muchas personas nunca lo han escuchado. Transitan por la vida llevando una sentencia de muerte en sus propias manos y no lo saben. O arreglan cuentas con Dios o caerán en llamas eternas. Alguien tiene que advertirles antes de que sea demasiado tarde.

El hombre está muerto y necesita vida (Efesios 2:1); está condenado a la destrucción eterna y necesita salvación (Efesios 2:12); es esclavo de Satanás y necesita libertad (Gálatas 4:4-7); está separado de Dios y necesita a Cristo (Efesios 2:14); está perdido y necesita ser encontrado, Lucas 19:10. El Señor nos confió la privilegiada tarea de predicar “el evangelio de la paz… por medio de Jesucristo”, (Hechos 10:36) para que todo el mundo pueda oírlo, creer y salvarse eternamente. No existe otro camino. Al igual que Pablo, deberíamos sentirnos obligados a predicar, Romanos 1:14. ¿Seríamos tan atrevidos de decirle ‘no’ a Dios después de todo lo que hizo por nosotros? Hemos sido llamados a predicar que Dios es un Dios de paz (1ª Corintios 14:33); que Cristo es  “príncipe de paz” (Isaías 9:6); que su nacimiento fue un mensaje de paz para toda la humanidad (Lucas 2:14) y que el fruto del Espíritu es paz, Gálatas 5:22. En definitiva, hemos sido llamados a predicar “el evangelio de la paz”, Hechos 10:36.

¿Qué motiva a Dios ofrecer el perdón al pecador? ¡El amor! Dios perdona al impío porque “se deleita en la misericordia”, Miqueas 7:18. “… Tú te deleitas en mostrar tu amor inagotable… tu mayor placer es amar, Miqueas 7:18 (NTV; NVI). Si le preguntas a un pescador por qué pasa todo el día al sol en el río, te dirá que la razón es simple: le gusta pescar. A Dios le gusta amar y perdonar, por eso espera meses y aún años pacientemente a que el pecador responda al evangelio de la paz que le ofrece. Jesús apareció para reconciliar a los pecadores con Dios porque vino a “hacer… la voluntad del Padre” (Juan 5:30). ¿En qué consiste? En demostrar gracia, amor y paz. Se nos ha ordenado “proclamar el evangelio de la paz con Dios… la buena noticia de salvación”, Romanos 10:15 (NT-BAD, CAS). ¿Por qué predicar la paz? Porque el hombre no solo es pecador sino también enemigo de Dios. La Biblia dice: “No hay paz… para los impíos”, Isaías 57:21. “¡Ay del impío! Mal le iráestán condenados, porque recibirán exactamente lo que se merecen”, Isaías 3:11. Por eso el Señor reclama: “… Hagan la paz conmigo, que conmigo hagan la paz, Isaías 27:5 (BDA2010). Cuidado con la clase de evangelio que predicamos. No se trata de acariciar el ego sino de salvar a las almas. No hemos sido llamados a ser mensajeros halagadores que consuelan las almas con una falsa seguridad. Cuidado con decir “paz, paz” cuando no hay “paz”. El Señor ha censurado la actitud de aquellos falsos mensajeros diciendo: “Ustedes alentaron a los perversos al prometerles vida,… y animaron a los malvados a que continuaran su modo de vivir y no a que cambiaran y se salvaran”, Ezequiel 13:22 (NTV; PDT); Isaías 3:11. Entonces, resumiendo podemos decirle lo siguiente:

1)     Dios es Dios de paz: “… Dios… es Dios de… paz…”, 1ª Corintios 14:33 (NTV); 1ª Tesalonicenses 5:23; Romanos 16:20; 2ª Tesalonicenses 3:16; Hebreos 13:20.
2)     Dios nos da su paz. “Cristo nos ha dado la paz… ”, Efesios 2:14 (TLA). “... Es mi propia paz la que les doy...”, Juan 14:27 (PDT). “... Tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo… hizo por nosotros, Romanos 5:1 (NTV); Isaías 26:3; Romanos 15:33; Filipenses 4:9. “Experimentarán la paz de Dios…”, Filipenses 4:7 (NTV). “Mi pueblo habitará en morada de paz”, Isaías 32:18.
3)     Dios nos alcanzó con el evangelio de la paz. “Dios ha enviado… un mensaje de paz por medio de Jesús… para que por medio de él todos vivan en paz con Dios, Hechos 10:36 (BLA; TLA); Efesios 2:17; Romanos 10:15.
4)     Dios nos pidió guardar la paz. “Hagan todo lo posible por vivir en paz…”, Efesios 4:3 (TLA); Gálatas 5:22; Romanos 12:18, 14:17-19.
5)     Dios nos envió a predicar el evangelio de la paz. Estén siempre listos para salir a anunciar el mensaje de la paz, Efesios 6:15 (DHH); 2ª Corintios 5:19. Dios hace las paces con nosotros y nos envía como embajadores de paz. Los seguidores del ‘Príncipe de paz’ son hechos pacificadores.

Conclusión. Tenemos paz con Dios y gozamos de paz en nuestro interior gracias al sacrificio de Cristo en la cruz. Esta deuda de gratitud se paga siendo nosotros mismos agentes de paz y reconciliación. La paz con Dios debe tener como propósito honrarlo. Muchos buscan solo librarse del infierno, pero no les importa para nada la gloria de Dios ni la vida de su Hijo. Dios conoce los corazones. Si pretendemos su reconciliación debemos ‘pagarle’ con honra: “¡Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación! Ayúdanos por la gloria de tu nombre; sálvanos y perdona nuestros pecados por la honra de tu nombre, Salmo 79:9 (NTV). En segundo lugar, los reconciliados con Dios por medio del evangelio de la paz deben valorar la amistad que el Señor les ofrece. Con el perdón de los pecados Dios nos ofrece su amistad. Pero hay quienes la desprecian. Lo único que les importa es el indulto y ser libres de la ejecución. Mientras se salven del infierno no les importa otra cosa. No valoran el sacrificio ni la cercanía que Dios les brinda. ¿Es ese tu caso? No te engañes. Dios no despreciará sus atributos para hacer las paces contigo.