Señales que indican el mal uso del tiempo 9/2/2025 #1338
Episode 363, Feb 09, 08:33 PM
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Pastor José Luis Cinalli
9/2/2025
Señales que indican el mal uso del tiempo
9/2/2025
Señales que indican el mal uso del tiempo
“Sean sabios… haciendo buen uso del tiempo…”, Efesios 5:15-16 (NT-BAD, BTX).
Imagina que existe un banco que cada mañana acredita en tu cuenta personal la suma de 86.400 pesos y no arrastra su saldo día a día. Todas las noches borra la cantidad de dinero que no hayas usado. ¿Qué harías? Retirarías hasta el último centavo, ¿verdad? Cada uno de nosotros tiene ese ‘banco’. Su nombre es TIEMPO. Cada mañana nos autoriza 86.400 segundos y, por la noche da como perdido el crédito que no hayamos invertido en un buen propósito. Si no usamos los depósitos del día, la pérdida será nuestra. Alguien hizo éste cálculo. En una expectativa de vida de 75 años gastamos 21 años durmiendo, 14 años trabajando, 7 años en cuidados de higiene, 6 años comiendo, 6 años viajando, 5 años en colas de espera, 7 años aprendiendo, 3 años en reuniones, 2 años contestando el teléfono, 1 año buscando cosas perdidas, 22 meses en cultos, 8 meses borrando correspondencia inútil y 6 meses aguardando en semáforos. Pero una pareja toma 4 minutos al día para comunicarse, mientras que los padres invierten menos de un minuto diario para hablar sobre cosas importantes con sus hijos.
Dios nos ha dado una cantidad limitada de tiempo y espera que lo usemos para su gloria: “A partir de una sola persona, hizo a toda la gente del mundo… para que todos lo busquen y puedan encontrarlo”, Hechos 17:26-27 (TLA). El propósito de Dios al colocarnos como mayordomos del tiempo es su propia gloria. “… Cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios”, 1ª Corintios 10:31 (BPD). Todo espacio de tiempo que se usa sin tener en cuenta la gloria de Dios es un desperdicio por el que tendremos que rendir cuentas. ¡Que el objetivo más elevado de nuestra vida y nuestra vocación más grande sea la gloria de Dios! Ya que tenemos los días contados, estamos obligados a hacer un buen uso del tiempo. He aquí algunas señales que indican el mal uso del tiempo:
1. Vivir sin pensar en la muerte. Es irónico que la gente pase tanto tiempo asegurando su vida en la tierra y muy poco donde pasará la eternidad. Aunque parezca morboso, ¡debemos prepararnos para morir! David oraba para que Dios le recordara su paso fugaz por esta tierra: “Señor, recuérdame lo breve que será mi tiempo sobre la tierra. Recuérdame que mis días están contados, ¡y cuán fugaz es mi vida!”, Salmo 39:4 (NTV). El tiempo debe valorarse, la muerte debe evaluarse y la eternidad debe considerarse. El salmista dijo: “Enséñanos a entender la brevedad de la vida, para que crezcamos en sabiduría”, Salmo 90:12 (NTV). Considerar la brevedad de la vida y la certeza y rapidez con que llega la muerte nos ayuda a utilizar sabiamente el tiempo que tenemos. Nos ayuda a alejarnos de los pensamientos mundanos y mantenernos enfocados en los bienes eternos. Muchas personas evitan pensar en la muerte; sin embargo, la Biblia dice: “Vale más pasar el tiempo en funerales que en festejos… mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete (RV60)… porque… al que vive lo hará reflexionar en su corazón”, Eclesiastés 7:2 (NTV, NBLH). En la “casa del banquete” a menudo se excluye a Dios; en cambio, ver al muerto en la “casa del luto” hace que los vivos piensen en su propio fin. Algunos monjes romanos leían sus Biblias con una vela clavada en una calavera. Parece aterrador, pero es muy provechoso. Toda vez que volvemos a nuestra ciudad natal visitamos el cementerio municipal. Caminar por sus pasillos, leer los epitafios de las tumbas y meditar en la vida de aquellos que un día vivieron como si nunca hubieran de morir nos pone en perspectiva y nos ayuda a campear las tentaciones mundanas. Meditar en el final de la vida tiene el efecto de ayudarnos a priorizar lo que realmente es importante y a mantener las cosas pecaminosas a distancia. Nos ayuda a apartar los afectos, esperanza y deseos por las cosas terrenales y enfocarnos solo en el mundo venidero. Además, meditar en la muerte nos ayuda a decidir lo mejor. Nuestras luchas no siempre tienen que ver con la elección entre lo bueno y lo malo sino entre lo bueno y lo mejor. Vivir como si estuviéramos en el último día nos hace vivir siempre para lo supremo: la gloria de Dios.
2. Vivir para las cosas terrenales. La vida es muy corta y no vale la pena comprometer la eternidad haciendo tesoros en la tierra: “No acumules tesoros en la tierra… ¡Acumula tesoros en el cielo!...”, Mateo 6:19-20 (NT-BAD). Dios instituyó la fiesta de los tabernáculos para que su pueblo pudiera recordar siempre esta verdad. Los israelitas debían vivir en una casa temporal durante siete días, Levítico 23:33-44. Al ver las hojas de las ramas marchitándose sobre sus cabezas recordarían la fragilidad de la vida: “Porque ¿qué es la vida sino efímera neblina que en la mañana aparece y al poco rato se desvanece?”, Santiago 4:14 (NT-BAD). “¡Qué frágil es el ser humano! ¡Qué breve es la vida…! Brotamos como una flor y después nos marchitamos; desaparecemos como una sombra pasajera”, Job 14:1-2 (NTV). “… Nuestros días sobre la tierra son tan fugaces como una sombra”, Job 8:9 (NTV). “Los seres humanos son como la hierba, su belleza es como la flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita”, 1ª Pedro 1:24 (NTV). “Muy breve es la vida… un soplo nada más…”, Salmo 39:5 (NVI). “Estamos aquí sólo por un momento… Nuestros días sobre la tierra son como una sombra pasajera, pasan… sin dejar rastro”, 1º Crónicas 29:15 (NTV). “… Somos como un suspiro; nuestros días son como una sombra pasajera”, Salmo 144:4 (NTV). David tenía muy presente su paso efímero por esta vida: “Señor… soy solo un habitante temporal de este mundo”, Salmo 39:12 (PDT). Somos viajeros de paso, ciudadanos de otro mundo. Piensa en nuestros antepasados espirituales. Todos consideraron a este mundo como ‘una tierra extraña’. De Abel, Enoc, Noé, Abraham y otros se dice: “Estos hombres de fe… reconocían que este mundo no era el de ellos… Es obvio que… tenían los ojos fijos en… el cielo. Si no, fácil les habría sido entregarse de nuevo al disfrute de los deleites de este mundo. Pero no lo deseaban. Para ellos el anhelo mayor era llegar a la patria celestial…”, Hebreos 11:13-16 (NT-BAD). Nadie puede vivir sin esperanza, ¡si nuestra esperanza no está en el cielo entonces estará en la tierra! ¿Dónde está la tuya? El hombre natural está tan aferrado a este mundo que no quiere irse nunca. Desea la salvación más por temor al infierno que por esperar el cielo. Por supuesto que no está tan loco como para preferir la condenación del infierno a la vida celestial, pero la verdad es que le gusta más este mundo que el cielo y el infierno.
¡Qué propensos somos a olvidar estas verdades! Quedamos rápidamente enredados en las comodidades de esta vida y nuestros corazones se van tras las cosas que este mundo nos ofrece, olvidándonos de Dios. Mientras más tenemos más deseamos y no estaría mal si pusiéramos a disposición del reino del Señor. Pero no, cavamos en este mundo, nos apegamos a las cosas temporales y gastamos en nuestros deleites. Deberíamos recordar que somos extranjeros, ciudadanos de otro país y que lo que tenemos nos ha sido dado de pura gracia y solo para glorificar a Dios. Pensemos en aquellas personas a las que milagrosamente Dios les ha prolongado la vida y, en lugar de rendirle todo su futuro en servicio permanente, la guardan para ellos mismos. Vivamos con una actitud de agradecimiento y un sentido de eternidad: “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”, 2ª Corintios 4:18. El propósito de las enramadas era extirpar ‘el mundo’ del corazón de los israelitas, y el Señor todavía nos espera en ‘la carpa’ para circuncidar nuestro corazón, matar el orgullo, sacrificar la ambición y aplastar la hipocresía. Si de verdad creyéramos la promesa de que Jesús está preparándonos un lugar eterno junto a Él en el cielo tomaríamos todos los deseos mundanos y carnales que nos esclavizan y haríamos una hoguera con ellos: “Y todo el que tenga esta esperanza puesta en él, se purifica a sí mismo, así como Cristo es puro”, 1ª Juan 3:3 (PDT). Si seguimos los deseos de Satanás y los de la carne es solo porque todavía no hemos conocido un amo mejor. Vamos a la iglesia y leemos la Biblia, pero Dios todavía no es nuestro dueño y Señor. El pueblo nunca intentó salir de Egipto porque Faraón era lo único que conocían; pero una vez que Moisés les llevó la noticia de una esperanza de liberación rompieron con el yugo y marcharon sin importar que la rabia del ejército de Faraón los persiguiera sin tregua. Si no tenemos la esperanza de una vida mejor somos unos desgraciados arrastrados por el diablo de un charco de vicio a otro de inmundicia. Renuncia a trabajar para Satanás. Cambia de dueño. La recompensa por conocer y servir a Dios no se compara en nada con la paga que aquel amo déspota pueda darte. Cuando estuvimos gravemente enfermos lo único que recordamos y valoramos fueron los gratos momentos invertidos en el servicio a Dios y los hermosos tiempos vividos en familia. En esos días, ningún pensamiento mundano ocupó nuestra mente, las posesiones, los logros y cualquier fuente de orgullo no ejercían ningún atractivo para nosotros. Atrapa el secreto para vivir sin perder el tiempo: ¡valoremos las posesiones y todos los logros como lo haríamos en nuestro lecho de muerte! ¡Vivamos como lo haríamos la hora previa a ingresar en el mundo venidero!